Con cerca de 33.000 casos de cáncer de mama detectados el año pasado en España, entidades como la Asociación de mujeres Mastectomizadas (ACMUMA) trabajan por fomentar una detección temprana, concienciar y reivindicar más recursos para la investigación y el tratamiento de este tipo de tumores. Pero también suponen un punto de apoyo y encuentro para personas que se encuentran en la misma situación. Y surgen amistades como las de Carmen Molina Ruiz, Isabel López García y Malika Duas El Hichou. “Yo nunca había tenido amigas hasta que entré a la asociación y conocí a estas personas; fue entonces cuando conocí lo que es la verdadera amistad”, asegura Carmen Molina.
A la ceutí, de 61 años, le diagnosticaron un cáncer de mama con metástasis a los 53. Apenas una semana después de someterse a las pruebas médicas, tuvieron que intervenirla en Marbella, en el Hospital Quirónsalud. El médico que la operó le contó más tarde que el tumor era mucho peor de lo que se indicaba en los exámenes previos. “Después, cuando ya ha pasado todo eso, es cuando te viene el bajón. Ya reflexionas y dices: ¡es que he visto la muerte!”, admite.
Molina habla sin el menor asomo de timidez e intercala una broma cada pocas frases. Es consciente de su carácter optimista y apunta a que la noticia le afecta de un modo distinto a cada persona. La víspera de la operación, Carmen Molina decidió acicalarse y salir por la noche: “Me fui de cachondeo; de cena, de copas... Me fui a las dos o tres de la mañana”.
A pesar de su buen humor, confiesa, lo ha pasado “fatal”. También con las quimioterapias y la radioterapia, que le provocó una herida de grandes dimensiones en el tórax en pleno verano; todo “fue muy duro”. Seguirá con el tratamiento hormonal al menos cuatro años más. “Pero bueno, lo puedo contar”, zanja. “Tengo una niña con minusvalía, entonces voy afrontando la vida”, cuenta antes de añadir que en su casa no la han visto “ni un día acostada”. Molina se define como una chispa, capaz de convertir un día nublado en uno en el que se ve el sol. “Yo me iba a poner la quimio y había gente allí a la que estaban poniendo sangre y yo decía: ‘¿Ya te traen el vino tinto? Y a mí ¿qué?’, relata.
Este torbellino de mujer niega que los efectos de los tratamientos le pasaran factura en su autoestima: “Este pecho –indica mientras se señala el izquierdo– no lo tenía igual que el otro, pero no insistí mucho con el médico en que me lo restaurara”. “Yo no iba a salir en Interviú ni en Semana, o sea que me daba igual”, resuelve con gracia. Tener energía, determina, acelera la recuperación.
Su amiga Isabel López tuvo una actitud parecida. “Yo estoy mastectomizada”, confiesa. No le pudieron hacer la reconstrucción porque debía continuar con radioterapia. “Yo me veo la mujer más guapa del mundo, la más chula, y si un día tengo bajón, me miro al espejo, me pinto y digo: ¡qué guapa soy!” ríe López. Las malas energías, aconseja, hay que “echarlas fuera”.
Cuando le diagnosticaron el cáncer de mama, a los 44 años, faltaban tres días para celebrar la primera comunión de uno de sus dos hijos, que tenía 10. Se quedó estupefacta: “No te lo esperas porque piensas que eres la persona más sana del mundo. Y dices: ¿por qué yo?”. El proceso para asumirlo, admite, es lento, pero gozó del apoyo de cirujanos, oncólogos y ginecólogos y, al ver que otras mujeres superaban la enfermedad, se propuso salir de la situación. “A mi madre se le vino el mundo encima, a mi hermano... Pero bueno, yo iba animando a toda la familia. Soy así, tengo mucha energía”, alega con una sonrisa.
A Isabel López la segunda parte de la quimioterapia le resultó más difícil que la primera. Cada vez que se la ponía, unos pocos días después se sentía con mal cuerpo: “Se me quedaban los brazos agarrotados, las piernas... y me tiraba tres días andando como Robocop”.
Pocos meses después de que le detectaran el cáncer, se inscribió en una actividad acuática para favorecer su recuperación. En la piscina, que es “una buena terapia para los brazos”, trabó amistad con Malika Duas. De aquello hace tres años y, junto a Carmen, se han vuelto inseparables. “Ya somos como una familia”, asegura López. “Si tenemos que ir a comprar al mercado, vamos juntas, si tenemos que ir a la playa, juntas, o hacemos una noche de chicas...Nunca me hubiera imaginado que hubiera conocido a personas tan afines a mí”, manifiesta Isabel López. El trío de amigas está en contacto permanente a través del teléfono, aunque sea para darse los buenos días o preguntarse qué han hecho para comer. Como en una relación de pareja. “Lo único, que no discutimos”, agrega Duas.
De las tres, es la que más aqueja los efectos de los tratamientos, en especial los de la quimioterapia: “Ha sido muy duro. La primera no la he sentido, la segunda parte ha sido mortal; tres días de dolores, vómitos, malestar...”. Con la radioterapia no fueron tan severos. Pero, añade, también sufrió “malamente” con los viajes en barco para tratarse en los hospitales de la Península, ya que los trayectos le tocaron en invierno. “Y a mí las pastillas me están destrozando”, lamenta Duas. Se nota cansada, con los tendones agarrotados y poca sensibilidad en la parte inferior de las piernas. Son píldoras antiestrógenos, explica Isabel López, y afecta a los huesos. Las amigas mencionan el desgaste de las rótulas, el adelantamiento de la menopausia y las consecuencias que tienen para los riñones y el hígado.
López cree que la sociedad todavía no entiende bien la enfermedad: “A día de hoy tenemos mucho desconocimiento. Oímos la palabra cáncer y pensamos ya en muerte”. “Yo creía que no salía, pero aquí estoy, dando por saco”, bromea Malika Duas.
El día en que le comunicaron que tenía cáncer, Duas estaba sola. Tenía 46 años, dos hijos de 24 y 23, y un empleo como limpiadora. “La noticia me cayó como un jarro de agua fría. Pensaba que era un quiste de grasa, nada más, porque como era chiquitito y me dolía... Se decía que [el tumor] no dolía”. No tuvo que mastectomizarse y cuando se le empezó a caer el pelo, le resultó “desagradable”, aunque tenía en mente que en un futuro le iba a volver a salir. “Es muy duro, hay que estar en el pellejo para saber lo que es eso, pero te acostumbras y sigues para adelante. Gracias a Dios veo a mis hijos, mis nietos, la luz del día. Me levanto, me voy para un lado y para otro y estoy con ellas [Isabel y Carmen]. No puedo pedirle más a la vida”, asegura.
En su caso, la fuerza la ha sacado de ella misma, de Dios y de su familia. “Miraba a mi nieto de 3 años y me decía: yo no tengo tiempo para quejarme ni para escucharme”. Con la pandemia, determinan las tres, viven momentos malos y buenos. “Me da miedo cuando escucho que hay tantos casos, pero miedo por mí no, miedo por mi familia”, defiende Carmen. “Pero por suerte, yo del cáncer saco unas grandes amistades, como son mis dos amigas, tanto Malika como Carmina. Son como hermanas”, reconoce Isabel López. “Hay que pensar en el futuro. Lo mejor es tirar para adelante, seguir siendo como eres, arreglarte... De todo se sale”, sonríe López.
El cáncer de mama es el tumor más frecuente entre las mujeres y, en España, suman un 30 % de los diagnosticados en féminas, según el Sistema Europeo de Información del Cáncer. También afecta a los varones, que constituyen el 1% de los casos totales. Durante el año pasado, 6.606 mujeres murieron a causa de este tipo de cáncer en España. En Ceuta, hasta el 30 de septiembre de 2020 se llevaron a cabo 490 estudios de mamografía, tan solo 160 menos que el año anterior a pesar de la pandemia. Esta misma semana, la Asociación de Mujeres Mastectomizadas de Ceuta hacía un llamamiento para que los pacientes oncológicos se incluyeran en los grupos prioritarios de vacunación contra la covid. Estas personas, defendían, son vulnerables a la enfermedad tanto por un sistema inmunitario más débil, debido a los tratamientos, como por los constantes viajes que deben realizar a la Península para recibirlos. Esta exposición, argumentaban, está provocando un aislamiento voluntario de estos pacientes y su entorno más íntimo ante el miedo a los contagios. Además, esta reclusión tiene repercusiones sobre el bienestar emocional, lo que afecta de manera directa en las defensas de estas personas. Las entidades desconocen si este colectivo será considerado más adelante.
Debido a la pandemia, la XVI Carrera de La Mujer se celebra este año de manera virtual, bajo el lema ‘Corre... vuela por ellas’. En esta edición tan peculiar, los inscritos podrán practicar deporte desde casa o en la calle, tanto de forma individual como con convivientes. El ejercicio puede consistir en un paseo, marcha, carrera o senderismo. Se podrán grabar y fotografiar para mandar los archivos a la organización del evento y que se difundan por redes sociales del Centro Asesor de la Mujer, ACMUMA y la AECC. Además, los participantes que envíen sus fotos o vídeos optarán a un sorteo de obsequios donados por los patrocinadores de la carrera. Las inscripciones continúan abiertas hasta esta noche. El precio del dorsal es de 6 euros e incluye una mascarilla conmemorativa de la actividad.
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