Un fenómeno de calor extremo está golpeando España en los últimos días. Con ello se adelantan los episodios de insomnio. También la llegada de la denominada mosca negra. Y otras pandemias acechan, cuando aún no se ha acabado la última. Cada vez se hace más difícil seguir aquel sabio consejo de nuestras abuelas de que “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. A la par que esto sucede y, posiblemente, en parte a consecuencia de ello, también se incrementa la temperatura social y se radicalizan las posturas. Aunque algunos dicen que la presente ola de calor no tiene por qué estar relacionada necesariamente con el cambio climático que se está produciendo a nivel mundial, sin embargo, los expertos dicen otra cosa.
Para comprender de una forma más académica el problema del cambio climático, ya expliqué en otro artículo de hace unos años, que los meteorólogos y otros expertos en investigación climática hacen una distinción importante entre el concepto de tiempo y el de clima. El tiempo se engendra en la troposfera, que es la capa más interna de la atmósfera, donde se concentra aproximadamente el 75% de la masa de aire de la Tierra. Esta capa se prolonga unos 17 kilómetros sobre el nivel del mar en el ecuador y 8 en los polos. Hoy, el aire limpio de la troposfera consta, principalmente, de dos gases: nitrógeno, en un 78% y oxígeno, en un 21%. También contiene vapor de agua en una cantidad del 0,01%.
Por el contrario, la estratosfera es la pantalla global de la Tierra. Es la segunda capa de la atmósfera, y se extiende desde esos 17 kilómetros de la troposfera y 48 kilómetros por encima de la superficie de la tierra. La composición de la estratosfera es similar a la de la troposfera, con dos excepciones: su volumen de vapor de agua es mucho menor (0,001 %), pero su volumen de ozono es 1.000 veces mayor. El ozono estratosférico se forma cuando las moléculas de oxígeno interactúan con la radiación ultravioleta del sol, provocando una reacción continua mediante la cual el oxígeno se transforma en ozono y el ozono en oxígeno. El resultado es una fina capa de ozono que absorbe el 99% de la radiación ultravioleta que sería letal para la humanidad, pues permite a nuestra especie y otras formas de vida existir sobre la Tierra, nos protege de las quemaduras del sol, cáncer de piel y otros daños, y evita que gran parte del oxígeno de la troposfera, necesario para la vida, se convierta en ozono. Es decir, nuestra salud y la de otras especies depende de que haya suficiente ozono en la estratosfera y muy poco en la troposfera.
El tiempo serían las propiedades físicas, como temperatura, presión, humedad, precipitaciones, luz del sol, viento…que se produce en cada momento en la troposfera, mientras que el clima sería el tiempo medio de una zona, a largo plazo, incluyendo las variaciones estacionales y extremas del tiempo (huracanes o sequías), tomando la media de un periodo largo, como mínimo de 30 años. Mantener estable el clima es lo importante, para lo cual, los dos factores más importantes, según los expertos (G.Tyler Miller), serían la temperatura y la cantidad y distribución de las precipitaciones. Ambas se producen fundamentalmente por la forma de circular el aire sobre la superficie de la tierra. Y estos patrones de circulación del aire se determinan por una serie de factores naturales, como la variación a largo plazo de la cantidad de energía solar que choca con la Tierra, el desigual calentamiento de la superficie de la Tierra, los cambios estacionales debidos a la inclinación del eje de la Tierra, el giro de la Tierra sobre su eje o las propiedades del aire y del agua. Aunque, también se producen por otros factores, como el maquillaje químico de la atmósfera. Esto es lo realmente significativo.
Es decir, pequeñas cantidades de dióxido de carbono y de vapor de agua, o trazas de ozono, metano, óxido nitroso, hidrocarburos clorofluorados y otros gases de la troposfera “juegan un papel importante en la determinación de las temperaturas medias de la Tierra y de sus climas”. Estos gases, conocidos como gases de efecto invernadero actúan igual que los paneles de cristal de un invernadero, dejando pasar a través de la troposfera la luz, la radiación infrarroja y parte de la radiación ultravioleta del sol. La superficie de la Tierra absorbe gran parte de esta energía solar. Parte de este calor se escapa por el espacio y parte es absorbido por las moléculas de los gases de efecto invernadero, calentando el aire; y parte vuelve atrás, hacia la superficie de la Tierra. Esto es el efecto invernadero.
Aunque el principal gas captador de calor en la atmósfera es el vapor de agua, como su concentración en la atmósfera es bastante alta, las aportaciones de vapor de agua debida a las actividades humanas producen un efecto pequeño sobre este efecto invernadero químico. Sin embargo, como la concentración de dióxido de carbono (CO2) es muy pequeña (0,036%), una aportación grande de este gas procedente de las actividades humanas puede afectar significativamente a la cantidad de calor captada en la atmósfera. Este es el problema del cambio climático, pues los niveles atmosféricos medidos de estos gases de efecto invernadero han aumentado sustancialmente en las últimas décadas, debido a la quema de combustibles fósiles, agricultura, deforestación y empleo de CCF. De todos, el dióxido de carbono (CO2) es el gas de efecto invernadero más importante producido por las actividades humanas, al ser el responsable del 50-60% del calentamiento global. Gran parte de CO2 procede de quemar carbón, pero un creciente porcentaje proviene de los tubos de escape de los vehículos a motor. Lo que se calcula es que la concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera duplicaran los niveles preindustriales de 1860 hacia 2050 y continuará creciendo.
Todo lo anterior ha llevado a que la temperatura media mundial haya aumentado desde 1860 entre 0,3-0,6ºC. Los estudios científicos sugieren que hay una influencia humana perceptible en el clima global. Los modelos matemáticos predicen que para 2100 habrá aumentado la temperatura media en aproximadamente 2ºC. Pero, incluso aunque el aumento fuera de solo 1ºC, la Tierra estaría más caliente de lo que ha estado en los últimos 10.000 años.
Los efectos posibles de un mundo más cálido son diversos. No estamos hablando de un cambio de temperatura en el tiempo local, como ocurre en estos días, sino de un cambio mundial previsto en el clima. Un clima global más caliente afectaría a la producción de alimentos, que aumentaría en unas zonas y disminuiría en otras. Los modelos calculan un declive entre el 10% y el 70% en el rendimiento mundial de las cosechas de alimentos y una pérdida del 10%al 50% de las superficies actuales de cultivo, especialmente en los países más pobres. Es importante recordar que pronto seremos 9.000 millones de habitantes en el planeta y que una caída mundial de sólo el 10% del rendimiento de las cosechas causaría un aumento importante del hambre y la miseria.
De la misma forma se reducirían los suministros de agua en algunas zonas, lo que forzaría a poblaciones enteras a emigrar. También se cambiaría el aspecto y la localización de muchos bosques del mundo, pues muchas especies, incapaces de emigrar a la velocidad del cambio climático, se extinguirían. Fundamentalmente desaparecerían bosques tropicales, que liberaría carbón almacenado en sus biomas y aceleraría el calentamiento global. La sequedad también ocasionaría grandes incendios, sobre todo en América del Norte. Esto ya lo estamos viendo en California. Todo ello llevaría a la reducción de la biodiveridad en muchas regiones y las hecatombes forestales a gran escala causaría la extinción en masa de especies animales y vegetales. De la misma forma, se produciría un incremento del nivel del mar de aproximadamente 48 cm en 2100, lo que haría desaparecer poblaciones enteras. Y los climas extremos serían mayores y más continuos. Huracanes, sequías, incendios. Todo esto se está viendo ya. El calentamiento, o el enfriamiento, de más de 1ºC en unas cuantas décadas (en lugar de en muchos siglos), produciría importantes trastornos en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas de la Tierra y en los sistemas sociales y económicos humanos.
También se vislumbra una seria amenaza para la salud humana, pues se duplicarán o triplicarán el número de muertes debidas al calor, empeorarán las enfermedades respiratorias, se alterarán los suministros de alimentos y de agua potable, alterando los patrones de enfermedad. Se incrementarán enfermedades como la malaria, encefalitis, fiebre amarilla, dengue y otras enfermedades propagadas por insectos…Todo ello traerá un incremento del número de refugiados medioambientales (entre 50-150 millones de personas según algunos expertos), que emigrarán ilegalmente a otros países, causando un gran desorden social e inestabilidad política.
Las soluciones de las que hablan los científicos para hacer frente al cambio climático pasan por reducir el empleo de carbón, mejorar la eficiencia energética, cambiar a energías renovables, reducir la deforestación, emplear la agricultura sostenible y disminuir el crecimiento de la población.
En nuestro país próximamente tendremos elecciones en Andalucía, una de las Comunidades más pobladas y con mayor peso a efectos de la lucha contra el cambio climático. Está claro qué formaciones políticas buscan de verdad alternativas para ayudar a frenar este calentamiento global. Y también las que niegan este cambio climático. O las que con sus políticas, van a terminar con las pocas zonas naturales que nos quedan y las van a llenar de cemento y ladrillo. Entiendo que este es el verdadero debate y en lo que deberíamos estar. Lo demás, no son más que frivolidades y “calentamientos” típicos de periodo electoral.