Sebastian, un experimentado alpinista francés, se embarcó en una aventura para conquistar la cima de una montaña en la cordillera del Nepal.
Había invertido los ahorros de dos años, para afrontar los elevados gastos que conllevaba un reto de dichas características.
Contrató a un par de sherpas de la zona, con el fin de que le ayudaran a transportar todo el equipo al campo base.
Desde allí, el ascenso en su totalidad lo haría en solitario, a pesar de conocer los riesgos y el sacrificio de tal decisión.
Pero necesitaba saber hasta qué punto, su cuerpo era capaz de enfrentarse a aquella montaña que se elevaba a miles de metros.
El ascenso a los distintos campos intermedios fue lento, pero no insufrible, pues su cuerpo y sobre todo, sus pulmones, se adaptaban bien a la altura y a la falta de oxígeno en esas altitudes.
"Sebastian había invertido los ahorros de dos años, para afrontar los elevados gastos que conllevaba un reto de dichas características"
El último tramo, de apenas quinientos metros, se le hizo extenuante. Las condiciones metereológicas habían empeorado y ahora debía enfrentarse no sólo a la hipoxia, sino a los gélidos vientos del Norte que azotaban la cima.
Pero su orgullo de alpinista, le daba fuerzas para mover, paso a paso, los pesados y entumecidos pies.
Finalmente, hizo cumbre y tras caer derrotado en la arisca cima, contempló uno de los más bellos atardeceres que sus ojos habían vislumbrado jamás.
Plantó la bandera de su país y la acompañó con un pequeño oso de peluche que su hija le había regalado, con la promesa de dejarlo en aquella impresionante montaña.
El viento rugía con gran intensidad y se preparó para iniciar el descenso.
Pero al dirigir su mirada a unos cincuenta metros de su posición, el corazón se le paró.
Un grupo de cinco figuras humanas, con equipos de diferente época, formaban un círculo perfecto, dirigiendo sus ojos hacia él.
"El último tramo, de apenas quinientos metros, se le hizo extenuante. Las condiciones habían empeorado"
Uno de ellos, le hizo señales de que se acercara y él, absolutamente desconcertado, se levantó y caminó hacia aquel etéreo grupo.
-Enhorabuena, Sebastian. Lo has conseguido. ¿No pensarías que ibas a ser el primero, verdad?.
Antes de poder articular palabra alguna, otro de ellos, exclamó:
-Nosotros también lo conseguimos, pero la montaña nos asesinó en el descenso. Simplemente no permite que su virginidad mancillada se airee a los cuatro vientos.
Al oír aquello, su instinto de supervivencia le impulsó a iniciar el descenso lo antes posible, llegando al campo base más cercano ya de noche.
"Un grupo de 5 figuras humanas, con equipos de diferente época, formaban un círculo perfecto, dirigiendo sus ojos hacia él"
Con la máxima precaución, y con el miedo metido en el cuerpo, comenzó a descender. Todo iba bien, hasta que, cuando faltaban escasos cien metros para su precario refugio, pisó una grieta y su cuerpo se hundió en las profundidades del hielo. Su grito se perdió en el abismo.
Desde entonces, hay un miembro más en el círculo fantasmal de la orgullosa montaña. A la espera de otro incauto, que desconozca el ancestral peaje que debe pagarse por alcanzar la cima de una montaña virgen, que vende muy caro su pudor.
Y lo más llamativo de esta historia, es que nadie conoce su inesperada muerte, hasta que alcanza lo que considera un triunfo vital.