Categorías: Opinión

Algunos no quieren enterarse

Mientras comíamos, bebíamos y nos divertíamos de forma alegre y sana, algunos viandantes que pasaban por el lugar no daban crédito a lo que veían, ni acababan de enterarse exactamente de lo que pasaba. Porque las personas en general, y los ceutíes en particular, tenemos tendencia al cotilleo y a querer saber qué es lo que hace el vecino, con quien sale o qué modelo se pone. Evidentemente, nunca interesa saber el último libro que se está leyendo. Pura frivolidad. Pero somos así. La cuestión es que los despistados peatones no sabían si celebrábamos algún evento, si éramos un grupo de amigos que nos juntábamos para comer, si estábamos de copas. Todo era muy informal, a la vez que emotivo. Se respiraba muy buen ambiente. Había mucha alegría y compañerismo. Y mucho artista sin descubrir. El espectáculo de baile que dieron algunos fue realmente sorprendente. Nadie podía suponer que celebrábamos la jubilación de una compañera. María Jesús. Yo le llamo desde ese día la “jubilada feliz”. Y hasta he dejado constancia escrita en alguna parte, para cuando ella lo lea con detenimiento, de la sabia decisión que, bajo mi punto de vista, ha adoptado. Sí. Es que aún no le tocaba, pero podía. Y lo ha aprovechado. Es lo que en términos de teoría económica se denomina análisis coste utilidad. O en términos jurídicos, jubilación anticipada. No es lo normal en la Administración Pública. Muchos funcionarios aguantan hasta los 70 años. Unos, por necesidad económica. ¿Quién no tiene hoy día a algún familiar parado y sin recursos? Otros, por pura avaricia. Sobre todo si cobran en activo mucho más de la pensión máxima. Algunos otros, porque no saben hacer otra cosa. ¡Qué fatalidad tener que vivir sin que suene el despertador!, pensarán. Son los adictos al trabajo. Pero María Jesús, que es una joven de 63 años, lo tiene claro. Había perdido el interés por su actividad laboral. Y eso que era un trabajo cómodo y de gran importancia, aunque ella no lo entendiera así. Era la que, mes tras mes, tenía la llave del último paso antes de que los pensionistas, los demás funcionarios o los proveedores, pudieran percibir sus estipendios. No había fallo. Funcionaba como un reloj. Año tras año, día tras día. Y no se casaba con nadie. Le cantaba las cuarenta al más pintado. Fuese jefe o no. Ha analizado las ventajas de vivir la vida de otra forma más satisfactoria y las desventajas de cobrar una pensión más reducida. Y ha ganado la primera opción. La más inteligente. Aunque algunos no quieran enterarse. Es lo que ha ocurrido en el país. Se ha producido un cambio de tendencia y de ciclo político espectacular. Y además, de forma suave. Sin dramatismos. Sin grandes mayorías. Porque así lo han querido los electores. Se ha acabado el bipartidismo. Es el claro mensaje del pueblo. Pero los políticos tradicionales no quieren enterarse. Los twiteros pijos, tampoco. Todos han ganado. Bueno, el presidente Rajoy, fiel a su estilo, prefiere aguantar. Pero al menos nos dice que no piensa cambiar su política de reformas. La que, según algunos, nos ha llevado a salir de la crisis económica y, según otros, los ha llevado a la ruina. Sin embargo, lo del Partido Socialista es patético. Están convencidos de que los partidos emergentes, que tienen un mandato claro de impedir que los de la casta sigan con sus tropelías de siempre, los van a aupar al poder, para que se produzca sólo un cambio de partido. No se enteran. Los de la casta, que son también ellos, sobran. Sería muy conveniente que se leyeran el artículo del Nobel Krugman del 29 de mayo en El País, “La antiausteridad llega a España”. Y es que aún no sabemos dónde está el lugar de la utopía en el siglo XXI, como nos dice Olivia Muñoz en otro magnífico artículo. De hecho, ella piensa (yo también) que el problema es que la izquierda ya no lucha contra la falta de imaginación. Y en general, no nos damos cuenta que “los sueños de hoy pueden ser las realidades de mañana”. Es decir, la utopía, como intento de imaginar una sociedad mejor, no está de moda. Es la consecuencia del miedo que nos han metido a todos en el cuerpo con la pertinaz crisis económica y financiera que nos atenaza, que sirve de coartada para quitarnos cada día mayores derechos. Pero María Jesús lo ha tenido claro. Hace tiempo que se enteró que también querían quitarnos los sueños de la última etapa de nuestra existencia. Y no lo ha permitido. ¡Enhorabuena!. Mientras tanto, en espera de que llegue el día de que algunos podamos también tomar esta sabia decisión, intentaremos que nuestras vidas tengan el mayor sentido posible. Por lo pronto, yo me voy al Circo del Sol con mi nieta.

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