Alegría como la luz de la vida. Es el primer mensaje que lanza el Circo del Sol en su nuevo espectáculo. He tenido la suerte de asistir a una de sus representaciones en Granada. Para ello tuve que reservar la entrada hace casi un año. No es marketing. Es que el Palacio de Deportes estaba hasta la bandera (me gustó más el espectáculo anterior en Málaga, dentro de su carpa). Me pregunto, una y otra vez, cuál es el secreto del éxito de este grupo de jóvenes “saltimbanquis”. Porque ese es el origen del mejor circo del mundo de la actualidad. Un grupo de jóvenes saltimbanquis que se mezclaban con los turistas, artistas y coleccionistas en Baie-Saint-Paul, la Meca de los pintores de Quebec, en 1982. Ellos mismos dan la respuesta. Los artistas de la calle son ciudadanos del mundo. Siempre han trabajado con la meta de comunicar con la gente. Y lo consiguen. Doy fe de ello. Me hicieron vibrar con la música. Me llevaron a las profundidades de mi interior. Me hicieron gozar de las sensaciones sin preocuparme por cómo debería ser.
Como un demente que grita “alegría”. Segundo mensaje que nos debe hacer pensar. Un anciano enfermo que baila encorvado y que canta a la serenidad del cielo. Un animal, que al escuchar el lamento del viejo borracho, estalla en un balido de emoción cautivada. Y así, el viejo y el carnero entonan juntos una alocada cantata. Cuántos problemas se podrían evitar en la actualidad si los animales pudiesen bailar al son de la música de los humanos. Si nuestro desarrollo fuese sostenible.
Si fuésemos capaces, por un solo minuto, de pensar que no estamos solos en este planeta. Que hay que preservarlo para las generaciones futuras. En el magnífico espectáculo del Circo del Sol aparecían perfectamente integrados los humanos y los animales en un baile sin fin. En un baile perfecto que mostraba la alegría a pesar de nuestros defectos.
Delicioso grito delincuente: “Gracias”. Este mensaje es necesario transcribirlo en su integridad. “Gracias a quienes escriben las reglas, a quienes nos hacen caer rendidos; a los falsos demócratas, a los autócratas convenidos; a quienes levantan murallas, a quienes pintan fronteras. Gracias. Y gracias de nuevo a quienes tatúan números, a quienes señalan con el dedo; a quienes cuentan los frutos de su codicia, a quienes discriminan colores, a quienes nos mienten con una sonrisa. Gracias. Gracias, mil gracias. Venid, poneos bajo los focos. Dejad que os hagamos una foto para daros las gracias. Para inmortalizaros. Dejadnos grabar en nuestro álbum de la infamia vuestros rostros, para que nunca los olvidemos. Para que nunca nos conformemos. ¡Que viva la Alegría!”. Es tremendo que un grupo de “saltimbanquis”, con cuerpos perfectos y dedicación exquisita a mantenerlos así, hayan conseguido atraer a sus espectáculos a gentes de todas las tendencias y condición. También a los que de forma inconsciente ponen en cuestión diariamente la valía de los miles de jóvenes que se ven atrapados por un sistema que no les ofrece futuro.
Alegría, como una feliz batalla. Efectivamente, la felicidad está en el camino. En el esfuerzo por conseguir un objetivo. Mientras que el Bufón del circo se imaginaba que era Rey, y que el Rey era Bufón, era feliz. “La cabeza y la cola, gobernando el mundo en conjunta soberanía”. Qué felicidad mientras se lo imaginaba. Y entre tanto, nos contagiaba a todos los espectadores de esa alegría. ¿Quién mandaría?. ¿La cabeza o la cola?. Todo dependería del cristal con el que se mirase. Todos lo veíamos claro. Pero el Rey y su corte no, a pesar de que era sencillo. Entonces el Bufón tomó aire y empezó otra vez desde el principio. Sin desfallecer. “Más sencillo imposible”.
¿Y si todo fuera posible?. ¿Y si fuera el Bufón el que sabe lo que dice y no el Rey?. ¿Y si el circo nos ayudara a construir el escenario de un mundo de fantasía donde los ancianos fuesen jóvenes, los reyes payasos y nosotros reyes por unas horas?. Esto es Alegría. Un refugio ante los avatares de la vida. Una forma divertida de reírse de las malas pasadas. Porque, puede ser mágico y estimulante convertir los sueños en realidad por unas horas. Tomarse los malos tiempos como una oportunidad para seguir adelante. Otro importante mensaje que nos dejan los “saltimbanquis” para tiempos de crisis.
No nos hacemos ilusiones. Alegría no llegará a los niños sin hogar: la risa es un lujo que no pueden permitirse. Pero, sin embargo es muy posible que Alegría se convierta en un rugido desafiante de quienes aún conservan la voz. Esta es su ilusión. Nuestra ilusión. Mi ilusión. Que la alegría sea algo permanente en nuestras vidas. Que seamos capaces de llevar un mundo nuevo en nuestros corazones. Y que sepamos contagiar a los demás de nuestra alegría.