A mí me gustaba mucho ir a cazar al Cortijo de Franco, que se encuentra en la cuesta del colorado antigua carretera de Larache, junto al llano de Uisa. A este lugar se puede también entrar por la carretera nueva de Arcila pero queda muy lejos. Por allí pasa el río Tajaldan que desemboca en Arcila a unos treinta kilómetros. Como buen observador que soy ví que las cuadrillas de los “pilis”, que son los ojeadores, que nos ayudaban a sacar las perdices con los palos, llamados también subuatas que consiste en una vara con una bola en la punta del mismo, estos hombres siempre iban en grupos como mínimo de tres personas. Nos poníamos unas chilabas, que nos emprestaban los pueblerinos, para intentar engañar a los pájaros y nos dejaban unas vacas y así los mismos como las grullas, las avutardas y los alcaravanes se creían que éramos pastores y no se asustaban. El vuelo de la grulla y de la avutarda es muy lento en el despegue y nos poníamos casi debajo de ellos.
Al preguntar una tarde ya casi apunto de oscurecer al más viejo de la cuadrilla de porque iban en grupos de en tres como mínimo me dijo este hombre que era el único que hablaba perfectamente el español que: “tu sabes quien es Hamido el que vive cerca del río, y yo le dije que sí que era una persona que se encontraba con una deficiencia psíquica bastante evidentes y fue debido a que una noche después de hartarse de fumar todo lo que se encontró este hombre, por que le había dejado la novia que tenía, se encontró a una mujer, según dice el, cerca del río donde vive él y tiene su cabaña actualmente y que empezaron a hablar plácidamente hasta que llegó el intimismo y que estuvo toda la noche con ella hasta el amanecer y que después de estar con ella se encontró con esta dolencia que llevaba desde hacia ya unos pocos de años. Según explicaba era debido a que esa mujer era un ser maligno que se le denomina aisha kandisha que según la leyenda ataca a las personas que se encuentran solas y con la moral por los suelos. Por eso era lo natural que los “pilis” fueran en grupos no menos de tres hombres por cada cuadrilla y era para evitar que le pudieran atacar esta bestia sin escrúpulos. Los pueblerinos eran muy susceptibles a tener este tipo de superstición”. También me dijo que muy especialmente le daban miedo cuando estaban cerca de los lagos, ríos, o lugares con agua dulce.
Debo de constar que encontrar esta declaración me costó muchísimo ya que cuando intentaba hablar de estos temas con personas musulmanas en especial, y derivándome a los arco de edades, los más avanzados de edad me dejaban con la palabra en la boca y se daban media boca y lo único que decían que eso era hablar de mala suerte y que los dejaran tranquilos, los de mediana edad hacían lo mismo y lo único que querían explicar que no se podía ni nombrar el tema “váyase que tengamos mala suerte” y los más jóvenes se atreven a hablar pero siempre dicen lo mismo que es una leyenda y que solo son tonterías “pero que hablemos de otra cosa”.