Si uno encuentra un ratito en su vida para pensar en lo que ha hecho y, sobre todo, en lo que ha dejado de hacer, se llevará una sorpresa mayúscula porque, efectivamente habrá hecho cosas - muchas quizás - pero habrá algunas con las que no estará satisfecho porque quedaron detalles que se dejaron a un lado y ahora se da cuenta de que eran importantes. Lo eran entonces y lo siguen siendo ahora y hasta puede que incluso sean más importantes que entonces. Tal vez se pueda arreglar la cosa y bueno será que se haga sin dilación, tanto por mejorar aquella cosa - la que sea - como para deshacer algo que en nuestro hacer - material o moral - nos abochorna, nos quita la paz, nos hace sentir el peso de un mal comportamiento, de algo que hicimos con pocas ganas, con descuido y falta de atención hacia alguien o algunos.
A veces ocurre - quizás con demasiada frecuencia - que nos fijamos más en lo que otros hacen, dejando algo descuidada esa atención que se ha de prestar siempre a lo que uno hace, para que no queden esos flecos defectuosos que afean o destrozan el resto de la labor. Hay flecos muy diversos en la conducta de cada persona y no se debe tratar de ponerlos de manifiesto sino de que se enmiende el error con la mayor naturalidad y rapidez posibles. En lo que se refiere a los errores de cada cual hay que ser diligentes en el pensar sobre lo dicho o lo hecho y corregirlos inmediatamente. Siempre será de agradecer la corrección que alguien nos haga, pues hay que pensar que ello se debe al deseo de que no tengamos que dolernos por lo mal hecho y no querer o saber corregirlo. ¡Cuánto se agradece la labor del buen amigo!
Hay una frase del Cardenal Ratzinger - hoy Benedicto XVI - que viene muy bien a esta necesidad de buena actuación, en todo momento, con cualquier otra persona; "hablar como un amigo habla con un amigo". Es así como se debe actuar en las relaciones personales con quienes por razones de trabajo u de cualquier otra índole tratamos con más o menos asiduidad. Un amigo no es cualquier cosa sino una persona que hace todo lo posible por ayudar a los demás, por ser útil para la dignidad de la vida que tenemos por delante y todo ello sin ánimo de beneficio personal de ninguna especie. Todos necesitamos ese amigo que nos lleva al alma la paz del amor a la verdad y que lo hace con la dignidad que toda persona merece y también con toda la fuerza, no exenta de delicadeza, que la verdad demanda.
A veces nos parece que los demás, algunos de nuestros conocidos, deben preocuparse de nosotros estando atentos a nuestro quehacer y hasta a nuestros caprichos. Hay que aceptar que muchos somos así pero es necesario que tengamos en cuenta que a todos nos toca atender y responsabilizarnos incluso de cuanto acontece en el mundo, especialmente en lo que está a nuestro alrededor e incluso un poco más allá porque los límites hoy día se han ampliado. Ahora nos toca a nosotros, a los que no hemos sabido o querido preocuparnos de los demás siendo muchas e importantes - a veces gravísimas - las condiciones de vida - morales y materiales - de muchísima gente. No nos hemos preocupado de tratarlas debidamente, de llegar a su más hondo sentir, de hablarles como un amigo habla a un amigo.
Ahora nos toca hacer a todos nosotros. Ahora, si no lo hemos hecho hasta este momento, hemos de llegar a los demás con el corazón abierto a todo, hablándoles como se habla con un amigo, para poder ser de verdad amigo de quienes sufren de una u otra forma. Somos muchos los que necesitamos de ese amigo verdadero que traerá paz a nuestros corazones.