Tiempos convulsos y alienantes promueven la economía por encima de todo lo demás, aplastando lo mas valioso sin tino ni ápice de inteligencia. Producir más es necesario para mantener el perpetuo crecimiento nos dicen, un concepto imposible, innecesario, insano y contraproducente. Un sistema que se perpetua fustigando la productividad y creando más y más maquinismo y promocionando el alejamiento de la naturaleza a la que por lo visto solo debemos saquear vilmente sin más reflexión ante el altar del satánico dinero. Lo bueno es todo lo que se compra con dinero dicen los más necios a diferencia de nuestro admirado Henry David Thoreau que promulga justo lo contrario que lo más valioso es gratis, el sol, el viento, los bosques, los mares, el clima, el amor, la amistad, el apoyo mutuo, los hábitats y las especies, la poesía, los sueños y la imaginación, etc.
Hace ya unos años, en uno de mis viajes científicos a la preciosa islita de Sao Vicente, capital cultural del archipiélago de Cabo Verde recuerdo una inquietante discusión con el opulento y bulímico dueño de un muy rentable club de buceo en la mentada isla. Aquel sujeto pretendía aleccionarme sobre las bondades de los sistemas digitales de información y en el trascurso de su argumentación llegaba a decir que prácticamente toda nuestra existencia estaría condicionada en muy poco tiempo por estos útiles, pero mal denominados inteligentes y muy alienantes entes artificiales. Refiriéndose a estos hechos se regodeaba en la maravilla de este progreso tecnológico dejando muy claro que la razón de ser se fundamenta en poder disfrutar de estos adelantos vanguardistas.
Un aura de satisfacción económica le brillaba en los ojos a aquel banquero portugués pleno de satisfacción monetaria, pero aunque me pareció un buen hombre y yo me encontraba extasiado de paisaje sumergido y emergido, al tirarme tanto de la lengua entre inmersión e inmersión no tuve más remedio que responder con mi franqueza habitual, no me resisto a expresarme con gran claridad si las circunstancias así lo requieren. Algo cansado de escuchar su discursito en francés, inglés e incluso portugués me plante un poco y le dije en inglés para que la audiencia de la embarcación pudiera entenderme que quizá podría recapacitar un poco y darse cuenta de que está flotando en uno de los entornos atlánticos mas enigmáticos y particulares desde los puntos de vista de la geología y la biología por no mencionar su interesante historia humana. Estando ante tan espectacular paisaje y colorido marino no veía yo que las maquinitas esas a las que el se refería tuvieran realmente tanta importancia como el pretendía hacer ver a toda la sufrida audiencia de buzos instalados en aquella simpática pero incómoda embarcación caboverdiana dedicada a la pesca artesanal. En seguida mordió el anzuelo pues pocos seres humanos son tan previsibles como aquellos que se dedican a amasar dinero y poder a lo largo de sus vidas. Continuaba argumentando que la tecnología patatín y patatán a lo que le respondía sonriendo que no hacía falta que me explicara las beldades del progreso tecnológico pues utilizo con frecuencia una variedad de aparatos para muchas cuestiones de mi trabajo de investigación involucrando a otros muchos investigadores, sin ir más lejos estaba buceando (mergulhar en portugués) con dos máquinas digitales de gran precisión cuando me sumergía en el delicioso y brillante medio marino caboverdiano.
Definitivamente me había convertido en el aguafiestas del ricachón que pretendía aleccionar dando por sentado unas premisas sobre lo bueno de la vida poco consistentes, superficiales y carentes de buen sentido. En ningún momento quise ofenderlo con mis apreciaciones sobre su negocio turístico en Cabo Verde donde se trabajaba mucho y se cobraba poco pero como no tenía más información, la que solo obtuve de los buceadores profesionales contratados por la empresa, no era plan de dictar sentencia. Sin embargo, aquellos comentarios sublimados sobre lo bueno que es la vida con los móviles inteligentes daban para la reflexión sobre el personaje que pronunciaba semejantes asertos. Ni corto ni perezoso me vine arriba y le argumenté que estaba realmente equivocado pues las condiciones del planeta podrían cambiar antes de lo que pensaba debido al Cambio Global (interacción perniciosa entre las procesos naturales del planeta y el ruido que nuestros sonoros impactos introduce en la biosfera) y que toda su cacareada tecnología nada podría contra la diosa madre si esta decidía que tocaban cambios drásticos para estabilizar de nuevo la vida en la tierra. además que lo importante está en entender el clima, los cambios bruscos de la insolación, la tectónica de placas, el cuidado y disfrute de los ecosistemas y que desde luego el amor y la amistad están por encima de cualquier avance tecnológico del que personalmente salvaría el maravilloso desarrollo sanitario y los sistemas médicos de salud que tanto hacen por nosotros y nuestros seres queridos. Además, añadí que no se estaría tan bien como el pensaba rodeado de tanta maquinita cuando se consumen miles de millones de recetas en ansiolíticos todos los años en el llamado mundo desarrollado. Finalmente, mi discutidor decidió enmudecer supongo que algo desorientado por las respuestas no esperadas y más tarde nos despedimos cordialmente en las instalaciones del club sin más apreciaciones. Estaba claro que para un campeón de las finanzas internacionales que trabaja en un banco de París mis respuestas tuvieron que sonarle cuanto menos muy extrañas y extravagantes, pero claro una persona con esa facilidad para hacer dinero está en otro contexto mental y en una existencia muy alejada de la mía.
Realmente son este tipo de personas, pero elevadas a la potencia que se quiera las que manejan los hilos de la economía mundial de tal forma que no se reprimen ante nada ni nadie con tal de amasar dinero incluso pensando que es la única manera de vivir bien. Nada o poco conocen de la vida buena y mucho de la buena vida que parecen lo mismo, pero no lo son en absoluto, de hecho, son grandes opuestos. Toda esta honda de positivismo materialista y excesiva confianza en un sistema tan débil como el económico (existente con el permiso del sistema natural) propicia comportamientos tan desajustados y tóxicos que asolan el planeta y al ser humano a cambio de acumular papel moneda estúpidamente. Por eso es posible contemplar todo el muestrario de maquinitas de los aeropuertos donde torturan a todo el mundo supuestamente por nuestra seguridad cuando solo responden a un patrón economicista que pasa por encima de las libertades e insulta a la inteligencia constantemente cuando hay que pasar por sus sistemas de supuesta protección ante atentados. Los grandes señores del dinero han dado un golpe de mano aeroportuario para que se compren maquinitas que hacen bip, bip (como las de Monty Python) y están dispuestos a todo para conseguir sus finalidades. Al mismo tiempo que han conseguido salvarnos de los malos cuidándonos para que no muramos de un atentado terrorista en los aviones, nos obligan a pasar por Sodoma y Gomorra del consumo insano (en todos los aeropuertos internacionales y algunos domésticos hay que pasar obligatoriamente a través de los “duty free”) y se han propuesto promocionar nuestras enfermedades motivándonos publicitariamente a comprar alcohol, tabaco y dulces que animen a los tumores a crecer alegremente mientras nos meten por las narices sus hediondos perfumes. Desconozco cuantas reclamaciones he podido poner para sacar las vergüenzas a una administración pública que carece de todo rubor pues como decía Baüman son amorales, insistiendo en el desatino a las libertades y a la preservación de la salud que cometen en nombre del vil consumo.
Hoy he tenido el honor de ser informado por una educada señora de Aena que ya puedo transitar por una ruta alternativa si me tomo la molestia de pedir un cartoncito blanco en no se qué mostrador de no sé que sitio del aeropuerto de Málaga y de paso le pido permiso a la benemérita para pasar por no sé que puertecita y bla, bla…., algo es algo. Definitivamente las manipulaciones político-economicistas y las conspiraciones son un signo de nuestros tiempos y los estados nación occidentales son grandes farsantes y creadores de cortinas de humo para que las 11 familias más codiciosas del mundo (invito a leer sobre este tema en el libro ‘El sentido de la vida’ de E.O. Wilson) continúen acumulando capital y no repartiendo prácticamente nada con el resto. Mientras todo esto acontece en el planeta tierra, nuestros ufanos políticos ceutíes van detrás de cualquier inauguración empresarial como las moscas a la carroña alabando la obviedad más grande para vestirla de un gran avance en nuestra marinera y ahora también mágica ciudad según el amplio repertorio del alcalde Vivas.