La pastelería es un oficio que trata de endulzar el paladar y también la vida de todos los que se acercan a sus establecimientos en Ceuta para probar los productos artesanos que elaboran cada día.
Un trabajo que requiere de mucho esfuerzo y dedicación, lo que hace que cada vez sean menos los negocios que se mantienen en el tiempo. En nuestra ciudad son dos las pastelerías tradicionales que continúan con sus puertas abiertas después de muchos años: La Africana y La Cibeles, ubicadas en el centro y en Hadú, respectivamente.
Las cámaras de FaroTV han visitado estos dos míticos lugares para conocer en primera persona sus historias, cómo es el día a día entre fogones, la evolución en el gusto del consumidor y las previsiones de cara al futuro.
No hay quien no haya probado un dulce de alguna de estas dos pastelerías. Cada una con su propia esencia, su personalidad y ese toque en el sabor que las hacen únicas. Aunque con algo común: un resultado final que conquista a todo tipo de consumidores, incluso a los menos amantes del dulce.
Para llegar a los comienzos de ‘La Africana’, la pastelería más antigua de Ceuta, hay que remontarse a los años 30 del siglo pasado. Concretamente a 1932. “Originariamente este establecimiento lo adquirieron sus pioneros, los que abrieron el negocio, los hermanos Vinuesa, unos señores que venían de Granada. Ya en el año 1968, mi abuelo por parte de madre compró parte de este negocio”, explica Rafael José de Lima, hijo del actual gerente de la pastelería, Rafael de Lima.
Los inicios de ‘La Africana’ se remontan al siglo pasado, al año 1932 concretamente
Según detalla “estaba dividido en dos partes: uno que era el despacho de pastelería y otro el obrador, donde se producían los pasteles. Aquí había un oficial con el que abrieron el establecimiento estos señores y vendieron la parte de la tienda a mi abuelo”.
De este modo, “mi madre adquirió por herencia de mi abuelo la parte de la tienda hasta que contrajo matrimonio con mi padre, que ha sido y sigue siendo el que tiene la gerencia del establecimiento. En el momento que contrajo matrimonio compró al oficial que había aquí la parte de obrador y ya se quedaron con todo el establecimiento hasta el día de hoy”, añade de Lima.
En estos momentos, ‘La Africana’ cuenta con “varios oficiales, que cada uno tiene su misión, y es donde se hacen los pasteles típicos porque la fabricación de la pastelería es diaria”.
Por su parte, los inicios de ‘La Cibeles’ son más cercanos en el tiempo. Hassan Abdeselam, dueño de la pastelería, comenzó su trayectoria en ‘La Campana’, otra clásica en Ceuta que cerró sus puertas hace tan solo unas semanas. “Me tiré 17 años trabajando ahí y decidí salirme e iniciar la misma actividad yo solo y poquito a poquito hemos llegado hasta aquí y estamos todavía en la lucha diaria”, expresa.
El primer local de ‘La Cibeles’ se ubicó en la calle Colombia, también en Hadú
‘La Cibeles’ abrió en primer lugar su establecimiento en la calle Colombia en el año 1996 y después se trasladó a la calle José Santos Vilela “porque con la capacidad de trabajo que tenía en el otro local no me daba y cambiamos a otro un poco más grande y con un despacho más acondicionado”.
Así, poco a poco fueron creciendo hasta que a día de hoy cuenta con varios trabajadores, incluido su hijo, Mohamed Abdeselam, también pastelero.
El joven recuerda que siempre iba a ver a su padre mientras trabajaba, hasta que un día “me dijo vente por la tarde y vas aprendiendo. Desde ahí empecé viniendo y aprendiendo poco a poco hasta lo que estamos aquí”.
Trabajar con su padre “es un poquito duro, está siempre encima mía, pero muy bien. Me está enseñando todo lo que él ha aprendido y aquí estamos luchando”, explica.
Ambas pastelerías encienden sus fogones antes de que se deje ver el primer rayo de luz, ya que producen pan cada día además de los productos para la venta. Todos estos factores hacen que sea un trabajo que requiere de mucho esfuerzo y dedicación.
“Yo normalmente vengo a las 3, 3 y media, porque elaboro el pan hasta las 6 ó 6 y media, luego ya hacemos las tartas y la bollería. Mi hijo viene luego y se pone hacer el hojaldre, las empanadas, todo lo que hay de encargo y después vamos organizando poquito a poco”, detalla Abdeselam.
Por parte de su gerencia, ‘La Africana’ “tiene continuidad”, aseguran
A pesar de todas las horas de trabajo, su hijo reconoce que “tiene sus pros y sus contras. El sacrificio de un montón de horas, pero después tienes la recompensa, estás satisfecho y estás haciendo algo que te gusta”.
Las características de este oficio hacen que cada vez sea más complicado encontrar quienes sigan adelante con el negocio, a lo que también hay que sumarle el alto coste de toda la materia prima en la actualidad.
Y es que, “de un mes a otro cuando vienen los almacenistas siempre te traen un susto. Esto te sube un 7%, esto un 10%, esto no viene ahora…. Muchos problemas, pero dentro de eso estamos saliendo para adelante, con muchas trabas pero al final vamos tirando”, pone en valor Rafael de Lima, gerente de la pastelería La Africana.
En ‘La Cibeles’ trabajan padre e hijo, algo de lo que Hassan se siente “muy orgulloso”
Algo que no ha ocurrido con otros negocios. “Nos da pena las que han cerrado, pero hoy para aguantar el chaparrón hay que luchar”, añade.
Aún así, por parte de su gerencia, ‘La Africana’ “tiene continuidad”, manifiestan sus dueños, al igual que ‘La Cibeles’, ya que gracias a su hijo Mohamed, “estoy muy orgulloso de tener a alguien que seguirá aquí, porque si yo falto tendría que cerrar e irme. Esto es su futuro, es para él”, concluye Hassan Abdeselam.
El secreto
Para ‘La Cibeles’ es esencial echarle “mucho cariño” y que “no empalaguen” los pasteles
Como se dice, cada maestro tiene su truco para lograr que sus productos se diferencien del resto.
En el caso de Hassan Abdeselam, considera que para hacer los mejores pasteles hay que “echarle mucho cariño, mucho amor, hacerlo con muchas ganas y elaborar las cosas en condiciones, que sean de calidad”.
En resumen, “tener un buen producto y saber trabajarlo para sacar una buena finalidad, que siempre gusta a la gente”, añade.
Asimismo, ellos intentan rebajar la azúcar un 30 o 40% y así obtener “un pastel que sea jugoso y que no empalague”.
Para ello, “hay que hacer un jarabe muy ligero y hervirlo muy bien para que al bizcocho lo ponga muy jugoso y no empalaga. Ahí está uno de los secretos nuestros, hacer un jarabe muy liquido y muy suave”.
Evolución
El paladar del consumidor se ha vuelto más exquisito y demanda nuevos productos
Tanto ‘La Africana’ como ‘La Cibeles’ continúan elaborando los productos tradicionales, muy demandados y que siempre triunfan entre la clientela.
Por eso, en ‘La Africana’ cada día producen calatravas, milhojas... Sin embargo, es cierto que “hoy en día, como ya sabemos, el público demanda otro tipo de productos más selectivos, mejor decorados, tartas personalizadas...”, expresa Rafael José de Lima.
De este modo, “cada vez sacamos cosas nuevas, porque la tendencia es esa, de cambiar’, corrobora Hassan Abdeselam. Tanto es así, que “siempre hay renovaciones en el tema de la panadería y la pastelería. Todos los años se presentan cosas nuevas y esas cosas vamos adaptándolas nosotros a la pastelería”, añade.
Así, en ‘La Cibeles’ podrán encontrar también “mousse de oreo o de pistacho o cruasanes de pistacho, de oreo, de galleta Lotus también estamos haciendo cosas...”.
Décadas de historia
‘La Africana’, la pastelería más antigua de Ceuta
Rafael de Lima, gerente de ‘La Africana’, ha visto cómo el negocio ha ido cambiando con el paso de los años, “aunque siempre hemos intentado tener una línea clásica, pero los fines de semana hacemos una pastelería distinta y también tipo árabe que nos piden los clientes”.
Son varias décadas las que cuenta a sus espaldas y considera que la fidelidad de los clientes se debe a que, según compara, “el ama de casa cuando hace una mayonesa cada mujer le da un punto, entonces nosotros tenemos ese punto. No es que seamos mejores, somos iguales, pero le damos el punto que otros no le dan inconscientemente”. Otro factor, añade de Lima, es que “fabricamos a diario”.
Tanto es así, que “muchas veces quedan ahí seis u ocho pasteles y esos se eliminan o si viene gente pidiendo, se les da. Todo es fresco”.
Esta es la pastelería más antigua de la ciudad, su gerente va a cumplir 82 años y aún así, no hay día que no pase por el establecimiento, confiando en que sigan muchos años más sumando historia.
¿Futuro incierto?
El trabajo de pastelero es muy sacrificado por la dedicación que requiere, por lo que cada vez hay menos profesionales en la ciudad
Uno de los problemas de cara al futuro a los que se enfrenta este tipo de negocio es la falta de profesionales bien cualificados en la ciudad autónoma.
A esto hay que añadirle “el problema agravado de que tenemos el famoso barco y aunque hay muchos profesionales en la Península el coste de traer un oficial aquí es prácticamente imposible”, lamenta Rafael José de Lima.
Además, su padre, Rafael de Lima, recuerda el oficio de aprendiz que “se ha perdido”. “Desde hace ya años, traer a un niño para que aprenda desde el principio te cuesta como un oficial hoy. Hay muy poca diferencia en el salario, entonces prefieres traer un profesional”.
A pesar de estos inconvenientes, a día de hoy aún cuentan con el “mercado marroquí, donde existen grandes profesionales y de donde nos estamos surtiendo” lo que les permite elaborar dulces exquisitos como breuas, pastela, chebakias o pastas variadas.
Aún así, el dueño de ‘La Cibeles’, Hassan Abdeselam reconoce que “aunque el futuro es muy sacrificado gustándole lo que se hace siempre estás a gusto y contento y encima te valoran el trabajo que haces y es muy satisfactorio”.
Y es que, por suerte, ellos cuentan “con chavales que les ha gustado y se han venido a trabajar y también es su forma de vida”.
Felicitar a las dos empresas por su atención y servicios de calidad y que hayan podido mantenerse al pie de cañón porque a.los autónomos el gobierno los tiene reventados de impuestos y estos artesanos no lo valoran como a tantos autónomos.
Hassan, buena persona y gran profesional.
La Africana me traslada a mi infancia y mi adolescencia, cuando los Sábados por la tarde mis abuelos me daban "dinerillo" y me mandaban a comprar una bandeja de pasteles.
Recuerdo a Rafael de Lima, con 50 años menos, que se ponía en la puerta entre el mostrador y el almacén, observando a las chicas como despachaban los pasteles.
Lo he visto emocionado hablando de lo complicado que es mantener la pastelería y recordando a los que no han podido aguantar.
Ánimos y suerte a todos.