El problema, en datos
Estadísticas: Medidas y sanciones
Las medidas impuestas en 2011 a adolescentes infractores que tienen que ver con asuntos de drogas fueron el 30% del total. En cuanto al número de menores sancionados por estos delitos, del total de 183 menores tratados en el Área, 51 fueron por asuntos contra la salud pública. Es decir, un 28% del total, de los que un 8% son chicas. En los primeros cuatro meses de 2012, las medidas impuestas han sido un 18,75% del total, y los menores sancionados suponen un 22%.
Por sexo: Más los chicos
Del grueso de menores que han sido sorprendidos traficando con drogas, la amplia mayoría son varones, pero también hay un tanto por ciento, cada vez más elevado, de chicas. En relación a los tantos por ciento, se podría haber de un 60% de delincuentes varones frente a un 30 por ciento de féminas.
¿Por qué?: El origen del delito
Cada menor tiene su propia historia y entienden el tráfico de drogas como algo que no es delictivo. De hecho sin son detenidos hablan de que ha sido por mala suerte, sin entender que estaban cometiendo un delito por el que deberán pagar. La Fiscalía se ha topado con varios casos de reincidentes, menores que una y otra vez van a intentar el pase de estupefacientes. Se trata de chicos que son “autoeficaces para delinquir, tienen la creencia y la convicción de que son hábiles para ello y nunca asocian la detención con un error o una mala decisión en su vida. “Yo valgo para esto”, confiesan.
Los padres: Y el control
Cuando uno es padre lo es para toda la vida. Tras la etapa de los pañales empieza la aventura de adentrarse en un periodo en el que la personalidad del hijo se va formando. Cuando uno es adolescente y trafica, algo ha fallado. “Son menores que tienen excesivamente tiempo libre que no es controlado por sus padres”, advierten desde el Área de Menores. Prácticamente desde 2º de la ESO, con 13 o 14 años están fuera del sistema educativo. Comienza la aventura del delito.
¿Cuál es el perfil del adolescente que trafica?
Dejando al margen los particularismos de cada situación, sí se pueden señalar algunos rasgos comunes en torno a estas prácticas. El perfil básico de un menor que trafica viene marcado por las dificultades que tiene para decidir por sí mismo, siendo especialmente susceptible a la manipulación. Sus creencias justifican la conducta antisocial y tienen dificultades para valorar los riesgos y las consecuencias de sus actos. Su razonamiento moral está por debajo de lo que se espera de un adolescente de su edad. Tienen además exceso de tiempo libre que no es controlado por sus padres y tienden a asociarse con amigos que tienen iguales intereses. Son manipulables e inmaduros e incluso, en algunos casos, tienen conocidos que son ‘camellos’ o narcos.
La crisis económica, detrás del telón
La crisis económica y la dificultad de las familias para afrontar las situaciones que les llegan asoma detrás de esta historia. Menores que trafican con drogas se ven marcados, en ocasiones, por una familia en la que la crisis hace mella. Los padres, inmersos en una situación llena de problemas con dificultades para llegar a fin de mes y sacar a los hijos adelante, centran su atención en la búsqueda de dinero. ¿Qué hace un adolescente, sin formar, con valores en desequilibrio, con demasiado tiempo libre y sin control? Carentes de formación y con un alto riesgo de exclusión social arrojan un perfil cercano a la caída en el delito. Un perfil que se “ve agravado por la competitividad existente en nuestra ciudad y por la situación económica tan adversa”, señalan desde el Área de Menores.
Ya lo publicaba ‘El Faro’ hace unas semanas: las fuerzas de seguridad han batido el récord en incautación de drogas, se está pasando más hachís que nunca y, por ende, se está deteniendo a muchas más personas relacionadas con este tipo de delitos. La incidencia en la adolescencia de esta situación está ahí. La actuación de jueces, fiscales y educadores debe complementarse con la de los padres, ya que es en el círculo interno en el que se desarrollan los adolescentes en el que se puede captar la clave que explique por qué un adolescente termina burlando la ley.
Un programa operativo, forzado por la situación planteada
C.E. /ceuta
El aumento de los delitos contra la salud pública en el colectivo adolescente ha forzado a que tanto el juez de menores como la Fiscalía del área se hayan coordinado para endurecer las medidas tanto en su duración como en las restricciones de libertad, buscando así frenar incluso la reincidencia detectada. Al Área de Menores llegan esos adolescentes, por lo que se ha tenido que actuar de urgencia adoptando medidas de carácter educativo terapéutico para compensar esa situación.
El equipo del Área, con su jefa Toñi Palomo a la cabeza, ha diseñado programas de intervención específicos para abordar una problemática grave en la ciudad. Que la familia participe en dicho programa es básico. “No tiene sentido intervenir con menores para reinsertarlos, rehabilitarlos o recuperarlos, si la sociedad no ofrece oportunidades de participación que permitan que esos jóvenes elaboren sus propios proyectos vitales como ciudadanos responsables y respetuosos con las leyes y normas de convivencia”, señalan desde el Área.
Con los adolescentes detenidos y penados se trabaja buscando que esos menores puedan amplificar sus recursos personales para que hagan elecciones positivas. Con dicho programa se trata de conocer la realidad familiar del adolescente y trabajar para frenar esas conductas. El programa que se está llevando a cabo tienen una finalidad terapéutica y persigue establecer una relación educativa que pueda ayudar al adolescente a conocer sus puntos fuertes y sus sistemas de apoyo social. Persigue además amplificar sus posibilidades potenciando los factores de protección y orientar un cambio positivo consensuado con el adolescente.
La Ciudad es sensible ante este fenómeno delincuencial a través de Menores, lo es también el poder judicial y se intenta frenar un problema que, de crecer en esta senda, puede dar lugar a otros. El tráfico de drogas no se queda aislado, da pie a otras fórmulas delictivas, a otros delitos que circulan en ese entorno. Adolescentes no formados quedan atrapados en lo que es una mafia, creyendo que el hachís y su tráfico no es delito, porque interesa que no sea asimilado como tal.
Las alarmas han sonado y se está reaccionando pero la coordinación entre todas las partes que tienen algo que decir al respecto resulta, cuando menos, clave.
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