Don Ángel, el ministro, se marcha. Ha pasado dos días de visitas, de encuentros y de muchas fotografías. También de compromisos que se presentan como futuras soluciones. Y hasta aquí hemos llegado. La situación real sigue como la conocemos y mientras a don Ángel le parece irónico que se critique que el colegio de Loma Colmenar estará dentro de dos años, a mi me resulta indignante que los padres del hoy sigan padeciendo las mismas deficiencias y dificultades por culpa de un sistema que no sabe adaptarse a lo que hay. ¿Nos han aportado soluciones para evitar que nuestros hijos terminen dando clases en aulas prefabricadas?, ¿quién nos ha venido a ver, un ministro con cartera o un político con mensaje fraternal que nos tiene que decir eso de que los padres tienen que implicarse en la educación o eso de que tienen que tener mayor conciencia educativa...? Más parecía el vicario instándonos a convivir en familia, que un ministro que desembarca para dar soluciones inmediatas y no futuras.
Y es que a mí eso del futuro siempre me ha suscitado cierto mosqueo. Corría el año 2008 cuando la Ciudad anunciaba la inauguración del pabellón Guillermo Molina... y miren cuándo ha tenido lugar la ceremonia. Entrábamos en el año 2000 y la Delegación del Gobierno de la época nos vendía la apertura del nuevo hospital en breve y ha sido diez años después cuando ha iniciado su andadura a trompicones. Ahora, se supone, en 2012 tendremos otro colegio. Si realmente es así, dicha solución ya llega con retraso, porque ahora mismo no es que haga falta un colegio, sino más bien dos y un instituto. Y eso, sólo, para intentar disponer de una educación medianamente normal. ¿Para estas promesas necesitamos a un ministro? Para eso ya tenemos a don José y no hace falta pasearle por los colegios, fotografiarle una y mil veces o reirle hasta las gracias que no son tal. Esta es nuestra educación. En alerta roja.