“Pido perdón a la familia, a mis hijos… mi intención no era esta, pero ha pasado”. Entre sollozos, Naima ejercía el derecho a la última palabra ante los miembros del Tribunal de Jurado que desde este miércoles deliberarán sobre el crimen que cometió en marzo de 2019 en su vivienda de la barriada del Príncipe, tras arrebatarle la vida a su marido asfixiándolo con una bufanda. La clave está en determinar si ese crimen fue preparado a conciencia o si, por el contrario, supuso el final fatídico de un arrebato después de una discusión.
El Ministerio Fiscal ha endurecido su petición de cárcel tras escuchar las testificales en la mañana de este martes, pasando de pedir 14 años de prisión a 17 al considerar que no concurre la atenuante de confesión. También lo ha hecho la Acusación Particular, que ha pasado de solicitar 20 años de cárcel a 25 además de reclamar que se le retire la patria potestad sobre sus hijos, considerando que existe una agravante de parentesco y otra derivada de la acción sorpresiva de la acusada sobre quien era su marido.
En la sesión de este martes se pudo escuchar la declaración de varios testigos. La primera, la del guardia civil a quien Naima confesó que había matado a su marido, quien recordó que se la encontró con las ropas mojadas porque había querido suicidarse tras el crimen además de estar en malas condiciones psicológicas. “Iba andando como ida, con la ropa mojada, a la altura de la Almadraba. Me dijo que había cogido por el cuello a su marido y que creía que lo había matado. Yo pensaba que no era verdad, pero llamé al COS para comprobarlo”, apuntó.
También prestaron declaración los primeros policías nacionales que entraron en la vivienda tras recibir comunicación de la Benemérita, quienes comprobaron la existencia del cadáver de Abdelmalik sobre la cama, sin bufanda al cuello y sin que se apreciara en el hogar algún signo de haber habido una pelea previa. Uno de los agentes manifestó la mujer no “estaba muy bien” y que la bufanda con la que se causó la muerte estaba “al lado de la cama”. El cadáver no tenía signos de arañazos y fue encontrado tendido en la cama. Otro de los policías puntualizó que la mujer estaba “muy angustiada” por lo ocurrido pero “no presentaba lesiones” que pudieran apuntar a una pelea previa.
Los familiares directos del fallecido negaron que hubiera habido episodios de malos tratos en la pareja de forma continuada y que, de haber discusiones, eran las propias de cualquier matrimonio. En algunos casos esos enfrentamientos eran motivados por la insistencia de la acusada en obtener la residencia. Así la cuñada de Naima dijo que días antes del crimen y, sobre todo la noche anterior, encontró a la acusada “muy rara”, habiéndole confesado que había soñado con ella vestida de blanca y con Abdelmalik en La Meca. También le comunicó que si algo pasaba que ella se quedara con sus hijos, como si barruntara que se iba a producir algún episodio violento. El hermano de Abdelmalik apuntó que la misma mañana en la que se cometió el crimen vio a Naima por la calle y nada le dijo sobre lo ocurrido. “Mi hermano era pacífico, estaba todo el día sentado en casa, no mataba una mosca”.
Pero si hay que destacar dos testificales relevantes, estas han sido la de la médico forense que examinó el cadáver y la de la propia acusada. La perito ha explicado a los jurados cómo se debió producir la muerte, mediante estrangulación a lazo. Una muerte homicida, necesariamente provocada por otra persona y para cuya consecución hay que hacer fuerza: unos segundos para provocar la inconsciencia, algo más para conseguir la muerte al no llegar oxígeno al cerebro. Fruto de sus conclusiones se pudo conocer que en algún momento del ataque a la víctima se le tapó con fuerza la boca para que no pudiera respirar ya que presentaba un hematoma en el labio además de que no pudo zafarse con facilidad de su estrangulador. La forense lo describió como una persona físicamente débil cuyos pulmones no ventilaban bien por lo que matarlo mediante la asfixia fue cuestión de minutos. ¿Pudo defenderse la víctima? Si lo llegó a hacer tenía las facultades físicas muy mermadas.
La acusada ha ofrecido una declaración confusa y llevada en muchas ocasiones por los nervios y las emociones. Se ha confesado víctima de malos tratos aunque nunca presentó denuncia por ello, habiéndose casado con quien era su marido prácticamente por obligación. Perteneciente a una familia muy pobre de Marruecos, trabajaba por la mañana limpiando casas en el centro y por la noche en la casa de la familia de Abdelmalik a quien conocía desde niña. “Yo no quería casarme con él”, confesó, pero lo hizo. Y al principio esa relación era normal hasta que se tornó “en complicada”.
Naima confesó que todo el Príncipe sabía que la maltrataban pero nadie le ayudaba, no denunció los hechos por miedo y por vergüenza. La noche previa al crimen la había insultado y amenazado de manera constante y esa mañana, ha declarado, llegó a pegar a una de sus hijas con una correa. Cuando volvió a casa, la discusión siguió en aumento cuando Abdelmalik hizo uso de un cuchillo para atacarle. Naima, frente a un maniquí colocado en el escenario del tribunal, ejemplificó cómo fue el momento del crimen. Quien fue su marido llevaba una bufanda, se enzarzaron en una pelea en la que él le agarró del cuello y, no sabe cómo, “en un momento terrible porque estaba muy mal por todo lo que me decía”, lo cogió de la bufanda y cometió el crimen. “No sé lo que pasó”, insistió, negando haberlo estrangulado de manera premeditada. “Él me decía… ‘te mato, te mato’, me cogió del pelo, yo le cogí de la bufanda… y no sé qué pasó”. “Sin darme cuenta él se cayó en la cama y salí corriendo buscando ayuda, gritando y llorando pero nadie me atendía”. La acusada insistió en que ella no le apretó, que solo tiró de la bufanda. Narró su vida en la vivienda del Príncipe como un infierno. “Me incordiaba todo el rato, con amenazas, con insultos…”.
En la lectura de los informes con las conclusiones, el representante del Ministerio Fiscal expuso que la culpabilidad de Naima era un hecho probado por su propia confesión, siendo la clave de esta historia cómo se produjeron los hechos. Y es que Fiscalía no se cree el relato de la acusada ya que su versión de que no llegó a apretar el cuello de su esposo para causarle la muerte choca frontalmente con el examen presentado por la médico forense, que verifica cómo ese estrangulamiento a lazo se practicó empleando la fuerza.
El Ministerio Público considera además que no han quedado acreditados los malos tratos, ya que no hay denuncia ni tampoco se ha traído un testigo que pueda verificar su existencia. De igual manera, aunque en el relato de cómo fue el crimen la acusada dijo que su marido le había perseguido con un cuchillo, este no apareció en ningún momento. Para la Fiscalía no cabe la existencia de un arrepentimiento y tampoco de un arrebato, ya que en esta acción criminal no se produjo un acto reflejo o inmediato sino, más bien, mantenido en el tiempo.
El letrado de la Acusación Particular mantiene que Naima es una asesina, no una mera homicida, que actuó por sorpresa sin que su marido pudiera siquiera defenderse. Eligió además el momento en que estaba sola y había dejado a los hijos en el colegio usando una bufanda que buscó para matarlo, a sabiendas de su estado de debilidad al ser una persona asmática. “Tenía muy claro lo que estaba haciendo”, insistió el abogado, que mantiene que Abdelmalik no tuvo opción de defensa, algo que sustenta en que la acusada carece de lesiones en el cuerpo.
Sobre los malos tratos negó que existieran, ya que nunca fueron puestos de manifiesto ni ante la Policía, ni en partes de lesiones físicas por su tratamiento en el Hospital, ni tampoco se comunicó nada en Asuntos Sociales, lugar al que acudía desde 2013 para solicitar ayudas. Dos meses antes del crimen, Naima había conseguido el permiso de residencia y pretendía marcharse a la Península y llevarse a sus hijos, motivo que, a ojos del abogado, generó un conflicto y llevó a la comisión del crimen.
“La intención fue la de asesinar a su marido de esta forma, buscando la manera más sencilla de asegurarse la muerte”, expuso. Nunca existió cuchillo ni arrepentimiento, ya que desde el momento en que cometió el crimen hasta que lo confesó parando a una patrulla de la Guardia Civil pasaron bastantes horas.
El abogado de Naima reconoció en su exposición ante los jurados que nunca habían negado el crimen. “Hemos sido honrados y sinceros desde el primer momento”, indicó, encuadrando ese homicidio en la particular gota que colmó el vaso de una vida marcada por los malos tratos entre la pareja. Insistió en su defensa que su cliente se había arrepentido y por eso acudió a confesar el crimen, cuando podía haber hecho todo lo contrario y fugarse a Marruecos. Negó que su acción fuera estudiada o premeditada, sino que fue el episodio final de una pareja que no mantenía una buena relación. “El que no se arrepiente no confiesa”.
El hecho de que no hubiera denuncias de malos tratos no significa que no los hubiera. “Cuántas mujeres no han denunciado y están muertas, que no haya denuncia no es motivo de que no los hubiera”, aclaró. Sobre la forma en que se cometió el crimen, la defensa insistió en que el fallecido acostumbraba a llevar bufanda no fue una prenda buscada por la víctima.
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