Podría dar la sensación de que algunos políticos cuando acceden a la Tribuna de Oradores ofrecen la imagen de haber obtenido con merecimiento algún sobresaliente en algún curso para actor de Política, bajo la dirección de Al Pacino, actual responsable del Actors Studio de New York.
Antiguamente en la Grecia clásica se les denominaba Sofistas, maestros de retórica que, en el siglo V antes de Cristo, enseñaban el arte de analizar los sentidos de las palabras como medio de educación y de influencia sobre los ciudadanos.
Recientemente venimos escuchando “frases socorridas” tales como, por ejemplo, la atribuida a Tales de Mileto:
“El tiempo siempre pone las cosas en su lugar o sitio” u otras similares, las cuales no dejan de ser retórica cómoda, utilizada para enfrentar problemas urgentes e imprevistos como estrategia política para dilatar soluciones, transferir responsabilidades o aplacar la crítica inmediata, confiando en que la memoria electoral es efímera”.
Pero conocemos, que dichos problemas nunca se desarrollan o producen en un vacío neutral.
Surgen, de los actores políticos en el transcurso de sus mandatos, mediante decisiones, narrativas, influencias mediáticas, que, en definitiva, suponen la capacidad de moldear cómo se perciben los eventos en la línea del tiempo.
Esto incluye la manipulación de la historia, la reinterpretación del pasado o la proyección de un futuro conveniente, lo que podría dar la impresión de que incluso el tiempo, como concepto, está "gestionado".
Y es aquí, donde aparece Einstein en el Hemiciclo, a través de portavocías gubernamentales con su famosa Teoría de la Relatividad, indicando “que el tiempo y los acontecimientos dependen del observador, y que, ocurriendo de forma simultánea, podría resultar notorio que lo que resulta urgente o evidente para unos, puede ser invisible o irrelevante para otros”.
Es decir, puede ser que dos acontecimientos simultáneos visto uno desde la perspectiva política dentro del Hemiciclo, en realidad no lo sea desde la perspectiva de otra persona o institución fuera del mismo.
Y lo más curioso de todo esto es que ambos estarían en lo cierto, si nos atenemos a las actuaciones recientemente acontecidas, las cuales omitimos por ser de conocimiento general.
Someramente expuesto, pasemos también a unas breves conclusiones preliminares sobre realidades.
La política es irregular en el sentido de reflejar diferentes facetas y ritmos en función de determinados intereses, en este caso o casi siempre, económicos.
Venimos asistiendo a que las crisis se dilaten o aceleren según convenga al causante, y dichas "realidades" pueden ser postergadas hasta que el contexto sea favorable para quienes ostentan el poder.
Aquí florecería con fuerza la idea “Einsteiniana”, respecto a lo mencionado anteriormente: que el tiempo y los acontecimientos dependen del observador: lo que es urgente o evidente para unos, puede ser invisible o irrelevante para otros.
Para finalizar, he de comentarles que vengo observando en otras Columnas y Artículos redactados por distintos Analistas, el aumento de rechazos a las situaciones de corrupción y politizaciones que se incrementan considerablemente.
No significa que sea “patente de corso” de este Gobierno, pues lamentablemente es un mal endémico que sufre este País desde la época romana.
Surge pues la reflexión sobre el filósofo Diógenes, aquel que en la antigua Grecia aparecía por las plazas de Atenas a plena luz del día portando una lámpara de aceite mientras decía que buscaba un hombre honesto, o en el símil actual, asemejado al antipolítico, dejando ver cuán difícil era encontrarlo.
Pero más lamentable resulta que un servidor no observa recambios para sacar a esta sociedad adelante.
El “banquillo político” actual tampoco convence, y, la tan cacareada regeneración política, viene a significar como la famosa frase, “ni está ni se la espera”, y por ello, deberíamos reflexionar si quién maneja realmente la narrativa del tiempo, afirmando que el mismo pondrá en su lugar o sitio las cosas, ¿debería estar allí manifestándolo?
Por cierto, dado que la regeneración política no aparecerá, deberíamos reflexionar los ciudadanos, como terapia de enseñanza a los políticos, aquello de “enseñar los dientes” en las próximas Elecciones como muestra de disconformidad ante el cuerpo político, absteniéndonos, no acudir a las urnas como mensaje de disconformidad con su quehacer, y, comprobar si son capaces de llevar a cabo esa regeneración de la cual adolecen.
La abstención suele ser como una especie de “anticristo” para los políticos.
Recuerden como a “sensu contrario”, se vuelcan hacia el electorado en días previos a las Elecciones, llamando al voto desaforadamente.