El Consejo de Ministros ha dado luz verde a la hilera de actuaciones que servirán para la reforma de los perímetros y pasos fronterizos que mantienen Ceuta y Melilla con Marruecos. Sobre el papel existen una serie de compromisos importantes que pasan por una combinación clara: la de por un lado respetar los derechos humanos y la de, por otro, garantizar el trabajo en condiciones de las fuerzas de seguridad. Las acciones globales anunciadas pueden ser eso: medidas resolutivas o meros parcheos. Depende de lo que se quiera hacer sin olvidar que, en todo esto, falta un personaje clave: Marruecos y su postura.
A nivel de frontera la aspiración del Gobierno es que Tarajal sea lo que siempre debió ser: un punto de tránsito controlado. Que esto se alcance depende no solo de las medidas de impermeabilización que se adopten sino, también, del papel que desarrolle Marruecos. En la práctica es como un matrimonio en el que los dos pueden ir en la misma dirección o terminar con un divorcio sangrante.
A nivel de valla la ambición del Gobierno pasa por retirar las concertinas, mientras que el vecino país sigue colocando las suyas quedándose con el papel de ‘malo’ que tampoco va a querer desarrollar hasta el final. Las medidas globales son determinantes sin parcheos.