Hoy parece que soy consciente del día en que vivo. Un día que me llena de tristeza, quizás más que estos días atrás, donde parece que no he estado en la realidad que vivía...
Hace justo hoy... una semana... que fuimos a verte con unos pastelitos pero claro, mi horario americano de tomar el café a las ocho de la tarde no era el tuyo y tú ya habías merendado un Phoskitos.
Menos mal que dijo el niño vamos a ver al abuelo que hace días que no lo veo, y al menos eso me llevo de lo contrario creo que mi recuerdo sería aún más triste pues habría perdido un tiempo que jamás recuperaría.
Te has ido físicamente de mi vida. De mi lado jamás, capitán.
Tú siempre tan fuerte ante todo no te has rendido nunca ante nada y has luchado hasta el final pero hay una batalla en la vida que no se puede ganar aun así lo intentaste.
Siento una pena muy grande, pues se ha ido el amor de mi vida... cuantos recuerdos me vienen ahora a la cabeza...
La navidad ya nunca será la misma pues ¿quien cantará somos zíngaros?
El sitio en la mesa nunca será ocupado, entre tanta tristeza que dejas aquí hay alguien que se habrá puesto a dar saltos de alegría y es Blanquita, que te ha esperado pacientemente para dar ese paseo que tanto le gustaba y que le dieras pan con mantequilla por debajo de la mesa.
Yo siempre decía que la vida cambiaría cuando se fuera Blanquita… ya la tienes de vuelta contigo. Vuelve a casa de tus padres, donde esperarás al siguiente en llegar y le tenderás la mano.
Mientras tanto acaricia a la viejita que tanto querías y cuídame, cuídanos.
Le hablaré a Didi de su abuelo que tuvo la oportunidad de conocerla. Te quiero angelito mío. Vuela angelito, vuela.
A la memoria de Antonio Prieto Cortés