En general nos creemos que valemos más de lo que la realidad se encarga de demostrarnos a cada paso que damos. No es que la fantasía se desborde en nuestra mente pero un poquito de creencia de superioridad sí que lo tenemos.
No hay que confundir esa posible creencia con la seguridad que uno ha llegado a alcanzar después de un montón de tropiezos. A los niños pequeñitos les cuesta darse unos cuantos porrazos, bastantes, para llegar a tener seguridad en sus piernas. Tal vez nos conviene aprender de ellos y darnos cuenta del trabajo que cuesta conseguir las cosas; al principio quizás nos tengamos que apoyar en algo que esté a nuestra mano pero poco a poco alcanzaremos la seguridad en nuestra forma de pensar y de actuar.
No pocas veces se busca un apoyo interesado para afianzarnos en nuestro caminar y eso hay que decir, desde el principio, que no vale, que no es lo que hace mejor al ser humano sino que lo envilece y que, además, lo hipoteca o, si lo prefieren, lo amarran en una servidumbre que, a veces, puede que le repugne y de la que no le resulte fácil salir, aunque esté convencido de que su camino debe ser otro. Son de admirar esas personas que saben reconocer sus errores –¿quién no los tiene?– y largan todas las amarras que fijaban todos sus movimientos. Hay ocasiones en las que esto es perentorio y hay una llamada fuerte a nuestras conciencias para que actuemos con el rigor de la verdad en cualquier caso, incluso en los pequeños detalles que parecen no tener importancia y sí que la tienen porque en ello está en juego la propia calidad humana.
Estamos ahora en un de esos tiempos difíciles para todos los seres humanos –mujeres y hombres– porque se nos ha masificado y cada uno de nosotros no ha hecho lo necesario para evitar –cuando menos en su caso– esa masificación. Las calles y los lugares de reunión masiva, de todo tipo, son buena muestra de ello, pues abundan los signos externos de lo que no debe ser la buena calidad moral de los seres humanos. Luchar contra ello, contra esa marea, no es fácil aunque necesario y en ello juegan un papel sumamente importante los medios de comunicación ya que a través de ellos llega toda clase de opiniones y no puede decirse que todas tengan la misma calidad para el bienestar mora e intelectual de las gentes. Es una forma de vida que se ha impuesto sin desearlo.
A todos nos obliga esa situación para luchar por dejar de ser masa y tener personalidad, la necesaria para defenderse en esta vida de cuanto ataque a la verdad se suscite; la verdad en su sentido más amplio pero siempre, en cada caso, con el rigor que la propia verdad lleva consigo. Estamos pasando unos días difíciles por el caso de infección, por ébola, que está sufriendo una enfermera y que todavía no se ha resuelto favorablemente como todos deseamos. Naturalmente queremos y debemos estar bien informados, ¿pero es motivo esa enfermedad para intentar hundir al equipo de gobierno y a todo lo que lo rodea? La verdad debe ser, siempre, la base de toda actuación humana. Es lo que la dignifica, tanto en los éxitos como en los fracasos.
Todo ser humano debe actuar en beneficio de la sociedad, de los demás y en especial de los que más padecen por cualquier circunstancia. Cuando somos plenamente sinceros con nosotros mismos vemos con claridad cuales son nuestros defectos –los que cada cual posee– y no nos debe faltar valor para acabar con ellos, a pesar de lo que somos... gente débil y dada a tirar por el camino del menos esfuerzo. A pesar de eso, de lo que somos en el quehacer de cada día, debemos hacer un esfuerzo para dotar de mayor seriedad y fortaleza a la sociedad. En ella se manifiesta lo que, en verdad, somos...