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“A diferencia de Melilla, Ceuta sigue viviendo de espaldas al Tarajal”

Autor de una treintena de libros y experto en las ciudades norteafricanas, el diplomático Ángel Ballesteros, con un amplio currículum como embajador, acaba de publicar su último libro titulado ‘Diplomacia obliga...’. También es miembro del IEC Es, sin lugar a dudas, uno de los mayores expertos en lo que a la situación y peculiaridades de Ceuta, Melilla y el resto de territorios españoles en el norte de África se refiere. Diplomático y prolífico escritor, Ángel Ballesteros cuenta también en su extenso currículum con la peculiaridad de pertenecer al Instituto de Estudios Ceutíes que, posiblemente, publique su próxima proyecto a principios de 2013. Entre tanto, acaba de lanzar su última obra bajo el títutulo ‘Diplomacia obliga...’. Ahí recoge una interesante crónica sobre la carrera diplomática española vista desde la actualidad.
–¿Qué se entiende, entre los expertos en la materia, por diplomacia? ¿Dónde hunde sus raíces esta profesión?
–Tanto sir Harold Nicolson en su clásico ‘Diplomacy’, publicado en 1939, como yo mismo en otro clásico, ‘Diplomacia y relaciones internacionales’, que es libro de texto en la mayoría de las Academias Diplomáticas iberoamericanas y en la Escuela Diplomática de Madrid, mantenemos la tesis de Jules Cambon, quienrepresentó los intereses de España en el tratado de París de 1898. Ese punto de vista certifica la crisis, de que a pesar de los cambios que han afectado a la institución, no hay diferencia sustancial entre la antigua y la nueva diplomacia, ya que en el fondo todo se reduce a la palabra de un hombre honrado que habla y negocia en nombre de su país. En el siglo XV, con la formación de Francia, luego España y en tercer lugar Inglaterra, entre los grandes europeos, la diplomacia constituye el instrumento para las relaciones internacionales. Si siempre, por tanto, ha supuesto un elemento fundamental, con el avance de la sociedad internacional y en la actual fase de la globalización, su relevancia se ha agigantado todavía más,  y de ahí que en su técnica, el diplomático y los ministerios de Exteriores haya ido perdiendo gradualmente protagonismo  para dejar paso, como corresponde en los grandes temas, a la actuación de los presidentes del gobierno.
–En lo concerniente únicamente a la diplomacia española, ¿cuáles son las principales luces y sombras?
–La carrera diplomática española, en la que para ingresar hasta hace todavía menos de un siglo había que ser rico, se ha ido normalizando en todos los sentidos como los demás estamentos del Estado, y en la actualidad está compuesta por mil funcionarios que no presentan ninguna otra especificidad que la de ejercer su función de manera principal en el extranjero. Carrera, por lo demás, esencialmente vocacional como la eclesiástica, la militar y la judicial, y que sigue estando considerada como uno de los cuerpos distinguidos de la Administración, aunque con un perceptible declive, derivado de haber perdido buena parte de sus competencias y prerrogativas en favor de otros cuerpos y agentes que integran un servicio exterior, cada vez más amplio para hacer frente a los crecientes retos que plantea la sociedad internacional ya planetaria. En ‘Diplomacia obliga…’ aparecen merecidamente destacados alrededor de trescientos diplomáticos españoles actuales, como homenaje a nuestra carrera diplomática.  Es una crónica del sufrido y todavía bastante desconocido servicio exterior, incluidos sus aspectos sociológicos y conlleva una obligada crítica constructiva ante el grado de deterioro que denuncian los mismos profesionales.
–Es especialista en las ciudades norteafricanas y, como comprenderá, los últimos episodios convierten ésta en una pregunta obligada. ¿En qué situación se encuentran, según su punto de vista, las relaciones hispano-marroquíes?
–Las relaciones actuales entre España y Marruecos son excelentes – ya lejos del ‘hombre que odia a Marruecos’ como se refería la prensa marroquí a Aznar al mismo tiempo que el soberano alauita decía que “ni Franco se hubiera atrevido a hablar así a Marruecos”, ante el  “esto traerá consecuencias” del presidente español por la no firma del acuerdo de pesca - como enfatiza la declaración conjunta de la cumbre de Rabat del pasado mes, y siempre que España no pase la línea roja del Sáhara, como se le precisó a Rajoy en su primera visita presidencial hace un año, no se aprecia ningún elemento que pueda enturbiarlas en el horizonte contemplable. Las ciudades, Ceuta, Melilla y los peñones, “están ahí” como lo está su problemática, distinta entre las dos ciudades por circunstancias muy visibles, comenzando por su ubicación geográfica y sus relaciones con el entorno, donde Ceuta, el único de los territorios españoles que siempre ha sido presidio mayor y que nunca ha estado incurso en proyectos de cese, trueque o demolición, no cuenta con aduana con todo lo que eso implica.  A diferencia de Melilla, Ceuta, dice de manera elocuente José María Campos, que es uno de los mejores conocedores de la temática, sigue viviendo de espaldas al Tarajal.
–Y las relaciones entre las familias reales españolas y marroquíes, ¿en qué punto se encuentran?
–Las relaciones entre la familias reales prosiguen siendo tradicionalmente espléndidas y a pesar de la diferencia de atribuciones reales y constitucionales, significan un elemento de primer nivel. Acompañé a Mohamed VI cuando los funerales de Franco y la coronación del rey, cuyos desconocidos incidentes, que presencié en primer lugar porque estaba en Protocolo, también narro, y volviendo al monarca alauita, como he escrito varias veces, ya pude apreciar el carácter resuelto del entonces jovencísimo príncipe y pronosticar acertadamente que mantendría la línea marcada por su padre Hassan II, “el más rey de todos los reyes”, como tuve ocasión de escribir en sus funerales, rindiendo homenaje a sus dotes de gran dosificador de las relaciones con España, que es quizá el elemento con mayor carga en las relaciones bilaterales, y que me hizo el honor singular de recibirme en más de una ocasión. “Es usted el segundo español con el que hablo de estos temas” (el primero fue don Juan, como se desvela con detalle en Diplomacia obliga…).
–En los últimos meses el senador Yahya Yahya se ha hecho especialmente popular al liderar las reivindicaciones de ‘los territorios ocupados’. ¿Cuál considera que es el poder real de este personaje? ¿Cree que cuenta, en última instancia, con el apoyo oculto de las autoridades más importantes de Marruecos?
–Respecto del alcalde de Beni Enzar y senador, juega, salpicado con algún que otro episodio más o menos estrambótico, el papel local que corresponde a uno de los principales impulsores de la  “liberación de las ciudades ocupadas”. Pero como es notorio, en Marruecos las grandes, sustanciales líneas, las marca Palacio, sin que nadie pueda salirse un ápice, de ahí que no proceda atribuir al citado político otra importancia que la que corresponde.
–En su extenso currículum cuenta, además, con el privilegio de ser el único diplomático destinado en el Sáhara tras la salida de España. El asunto sobre estos territorios sale, cada cierto tiempo, a la actualidad mediática. ¿En qué situación se encuentra ahora este pueblo? ¿Ve usted una solución próxima a las reivindicaciones saharauis? ¿Cómo vivió aquellos años? ¿Pervive el sentimiento entre los saharauis de que los españoles les abandonamos a su suerte?
–En efecto, fui el primer y durante cuatro años, el único diplomático desplazado al Sáhara Occidental tras la salida de España. Había que ocuparse, entre otras cosas, de los desorientados y desperdigados compatriotas, a los que censé, y de las propiedades del Estado español. Siempre, invariablemente, informé que cada vez encontraba más marroquíes y menos saharauis pero también tuve la impresión de que mis propuestas, que eso sí, merecieron diversas felicitaciones oficiales, pasaban al congelador administrativo. En ‘Diplomacia obliga…’ se desvela la única vez que el presidente saharaui ha podido hacer oir en directo su voz ante un alto cargo español. Fue en Bissau, con mi única presencia, hace dos años. Siempre he defendido y he sido su inspirador, la tesis de la partición, como  manifestación directa de la realpolitik,  y así se la he ido exponiendo sucesivamente a Pérez de Cuéllar, a Boutros Ghali y a Kofi Annan, como cuento en La batalla de los tres contenciosos, y aunque todos la desestimaron de entrada, la terminaron proponiendo oficialmente como tercera salida.
–Una de las cuestiones que más preocupan en Ceuta y Melilla es la inmigración ilegal. Una materia en la cual, según afirman los responsables políticos y policiales, la colaboración con Marruecos en los últimos tiempos está siendo muy estrecha. Sin embargo, hace apenas unos días vivimos el capítulo del intento de entrada en Melilla de 300 subsaharianos y, se conoce por todos, que aquí al lado de Ceuta los bosques cercanos están llenos de inmigrantes esperando una oportunidad para llegar a Ceuta. ¿Es la colaboración tan estrecha y eficaz como podría ser? ¿Este asunto de la inmigración añade tensiones a las relaciones entre ambos países o genera el efecto contrario?
–Hace muchos años que vengo alertando de lo que se avecinaba en zona tan hipersensible.  Como expresivo ejemplo, ya en 1976, puse sobre papel oficial, sin que se me hiciera demasiado caso la verdad, la necesidad urgente de que comenzaran los contactos entre los ministros del Interior a la vista de las inquietantes perspectivas que ofrecía el tráfico de hachís. Y en relación con la emigración irregular, con su inseparable faceta de drama y de derecho humanitario, hace décadas igualmente que formulé una serie de propuestas, que fueron bien acogidas, pero que han tardado, quizá demasiado, en comenzar a instrumentarse. Desde que tengo uso de razón diplomática, creo pues que desde larga data, vengo propugnando que se cree una oficina para Ceuta y Melilla, en la que yo me integraría como se viene pidiendo desde distintos sectores y como ya se intentó con la creación en Exteriores de un Comité del Estrecho a principios de los 80, también a sugerencia mía. La operación, que entonces era secreta, se malogró por una filtración. La creación de una oficina para los contenciosos, que debería de instalarse en Presidencia, sería la mejor manera de abordar, como es debido, la necesaria coordinación entre los distintos centros concernidos y competentes para el tratamiento adecuado de esos delicados temas, que como  salta a la vista, vienen presentado un marcado y creciente déficit.
–¿Qué capítulos desconocidos puede encontrar el lector en ‘Diplomacia obliga...’?
–En ‘Diplomacia obliga…’ se desvelan igualmente asuntos hasta ahora desconocidos de la política exterior española, que yo mismo he protagonizado y que sin duda resulta pertinente publicitar, siempre a la búsqueda de la mejor defensa del interés nacional,  que es la guía que debe de presidir toda acción diplomática, como los cuadros del museo del Prado que quedaron en Cuba y que están en el museo Bacardí y que, por supuesto, habría que recuperar. Asimismo se recogen aspectos de mis conversaciones con Fidel Castro, siendo el primer diplomático capitalista que recibió y lo hizo porque me alojé en la casa que vivió hasta su suicidio la hija de Allende, asilada en La Habana, y cuando hice limpiar el jardín se adecentó una inscripción que decía  “viva la amistad entre Cuba y Chile”, lo que al parecer valoró altamente el comandante. Entre otros aspectos curiosos, también recojo las confidencias que me hizo el cuñado de Franco, Serrano Suñer, sobre el acuerdo Franco-Hitler, firmado en la estación de Hendaya, uno de los más importantes de nuestra historia diplomática moderna, que desapareció de los archivos donde se guardaba, en Asuntos Exteriores.
–En pocos meses, a través del Instituto de Estudios Ceutíes del que es miembro, publicará “Contenciosos y diferendos de la diplomacia española, los desenlaces”. ¿Qué nos puede adelantar sobre esta otra obra que aborda, de manera directa, la situación de Ceuta?
–A  primeros del próximo año, si Dios quiere, saldrá ‘Contenciosos y diferendos de la diplomacia española: los diferendos’, posiblemente publicado por el Instituto de Estudios Ceutíes, del que me honro siendo miembro y que viene desarrollando una encomiable labor. Se trata de un libro de pronósticos, pero fundados claro está, con el que cierro el ciclo de los tres contenciosos, Gibraltar, Ceuta y Melilla y el Sáhara Occidental, citados por el orden inverso de su presumible resolución, a largo plazo ciertamente. También se analizan los otros diferendos, que igualmente son tres, Olivenza, las Islas Salvajes y Perejil.

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