Nunca Ulises estuvo más perdido que cuando volvió a casa. Nunca fue más Rey, Amadeo, que cuando abdicó una corona prestada. Nunca Cernuda más enamorado que cuando la agonía del exilio le corroía el alma.
No somos lo que creemos sino lo que nos depara el camino. Suelo, hojas, tuétanos y pellejo. Eso somos. Hinchados por la lluvia y resecos de viento. No es el nuevo año más que tachaduras de calendario virtual que derivamos en tecnologías los que caducos estamos. No es el día uno más que un número impar y paso obligado a los demás que creemos que vendrán.
Los idiotas - esos sí, absortos en su propia esencia- siguen obcecados como Ulises con el regreso, sin entender que el presente (muchas veces) es el puto amo.
Nada ha cambiado perceptiblemente, quizás un fragmento del tiempo, el suspiro de una ola o una estrella más muerta, tan lejana y olvidada, que no nos dice adiós, ni nos escurre unas lágrimas. Somos tiempo imaginario, compras compulsivas, temporadas publicitadas y bazar chino. Enero y las rebajas, febrerillo y los carnavales y así cansados fiestones- uno tras otro- que alivian a los convidados y matan a los monótonos. Nunca fuimos muy de mitos ni de leyendas, épicos y vividos solo en los estantes polvoreados de una biblioteca pública. Nunca protagonizamos hazañas honorables, sino regurgitar de urgencias con malos modos y sanidad a precio de saldo. Hemos emigrado en primera persona a países subdesarrollados, porque no podemos casi comer decentemente con lo que cuesta la compra diaria. Si apretamos un poco más los pixeles lo mismo nos hacemos inflación pura, hipoteca bancaria impagable, sonrisa de cuervo y viejo con andamio perdurable. Nunca seremos más que Ulises revenido, Amadeo vilipendiado, Cernuda simplificado. Almas estancadas en estocada del destino que sólo sabe de héroes manirrotos y políticos bifásicos. No me ha llegado la buena nueva, porque nunca entendí la magia de que nazcan niños condenados a la muerte. Sólo el camino nos protege, sólo los Telemacos que nos regalan- sin saberlo- la devoción de ser progenie de alguien, solo el Amor sin hache ni mácula, eterno e indivisible por patéticas partes. Ese que cantaba Cernuda con alta voz- valiente- en una sociedad que lo condenó al destierro moral de por vida. Como decía Berstein "al acercarse la muerte, el artista debe procrear más libremente que nunca" obligado por los segundos del tiempo que se le escurren de la piel. Somos materia perecedera, huesos de puchero futuro, cenizas de incineradora y múltiples versos. Versos y más versos. Octosílabos y de rima asonante, desbordada por la pasión, el dolor y la fuga. Amonestados y castigados por la existencia. Compungidos y, aun así, redimidos porque andamos, volamos y sentimos cada bocanada que respiramos. Ulises matando por irse con sirenas devoradoras de marineros intrépidos, Amadeo con una lealtad impagable a aquellos que le hipotecaban la existencia, Cernuda de amores inmortales por siempre redivivos. Creí que el nuevo año me inspiraría grandes hechos, pero solo los tontos son felices al embarrarse en la esperanza. Los que pensamos, los que quisimos, los que nos vamos, solo somos eso… sombra de otros inmortales que nos pensaron, que nos quisieron y que se fueron.
Estoy condenada a la existencia de leer, deglutir, defecar y cambiarme de pellejo a uno más cómodo y plegado a los nuevos tiempos. Solo los tontos nos sucederán en este arte del guerrero, solo ellos que tramitan y ganan cualquier pulso por jartibles a dioses, a Ulises, Cernudas y Amadeos.