Comentábamos en nuestro anterior Artículo, una máxima existente relativa a que las proyecciones electorales suelen cambiar y estar influenciadas por una variedad de factores, como eventos políticos, económicos y sociales.
Por ello, hoy, previo a valorar qué nos depararán las próximas Elecciones Europeas de 2024, una primera premisa consistiría en sopesar ¿cuáles fueron algunos de los puntos confluentes en el clima político electoral de las anteriores del entorno en 2019, y, sobre todo, el apego o desapego electoral de los españoles a las mismas según discurra la clase de proceso participativo de la Comisión Europea en la Ley de Amnistía.
Ciñéndonos técnicamente al “menú” existente en 2019, podría argumentarse en general que dichas elecciones fueron vistas como un referéndum sobre la dirección futura de la Unión Europea y sus instituciones, ambas próximas a la opinión del autor William Riker (1995) en el sentido de que los individuos asumen de antemano lo que desean, teniendo capacidad de ordenar sus preferencias transitivamente en el momento del voto.
Por ejemplo: Preocupaciones sobre la inmigración. Ha sido un tema importante durante varias campañas electorales, hasta que recientemente El Parlamento Europeo y los Estados miembros alcanzaron un acuerdo sobre una amplia reforma de la política de asilo y migración de la U.E.
Aumento de los partidos populistas y euroescépticos: Varios países de la Unión Europea, como Italia, Francia y Reino Unido, abogaban los dos primeros por políticas más nacionales, y el tercero, se oponía a la integración europea.
En resumen, las elecciones europeas de 2019 reflejaron una diversidad de opiniones y preocupaciones en toda la Unión Europea, con un aumento en el apoyo a partidos que desafiaban la política establecida y abogaban por cambios en la dirección de la UE.
Aun así, los dos grandes Grupos: Partido Popular Europeo con 182 escaños (24.23 %) y S&D - Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócrata, con 154, (20.51%), ocuparon los dos primeros lugares de los 751 asientos existentes.
El porcentaje de ciudadanos que acudió a votar en las elecciones europeas de 2019 (50,6%) es el más alto registrado desde 1994. Unos 200 millones de ciudadanos.
España, con el 61%, es uno de los países en que más aumentó la participación (17 puntos), junto a Polonia, Rumanía, Austria, Hungría y Alemania.
También subió la participación en Eslovaquia y Chequia, donde tradicionalmente es muy baja, cayendo en ocho Estados miembros, aunque menos de 3 puntos porcentuales.
En cuanto a las encuestas y sondeos, propios comunitarios, han comenzado a aflorar, pero sujetos a un amplio compás de espera, y como de costumbre con un inicial amplio margen a favor de los dos grandes bloques.
En las presentes de 2024, un 52 % admite que nunca, casi nunca o raramente sigue la actualidad política de la Unión Europea, ya sea en período electoral o no, lo cual podría hacer presumir un aumento de la abstención.
En nuestra opinión, y con la reserva de encontrarnos a seis meses vista de las mismas, como hemos manifestado, “la evolución” que tenga la Ley de la Amnistía en los círculos comunitarios, marcará apegos y desapegos ante las urnas de estas Elecciones.
Por otro lado, lo que suceda a partir de ahora, en nuestro propio entorno, deberá enmarcarse en lo pactado, previamente, nunca mejor dicho, en la “Ante Cámara” o “Bambalinas” del corto plazo.
Apostamos, salvo sorpresa, por un discurrir parlamentario sosegado a la búsqueda de su Amnistía Dorada, y no estaría de más reflexionar de nuevo cara al futuro sobre lo que supondría para España, tal y como hemos venido sosteniendo, una abstención razonada ante las urnas, a la vista de la clase política existente.