No puedo más que hacer pública mi crítica al ICD por su desatención al público vía telefónica o email; por su falta de organización y por la deshumanización a la hora de buscar soluciones a los problemas de las usuarias y usuarios.
Les pongo en conocimiento de las siguientes irregularidades, propias de una institución bajo los achaques de la burocracia y que se protege y esconde tras el velo del anonimato.
La página web es poco práctica y nada de resolutiva, sobre todo si quieres acceder a una actividad como escalada donde de antemano pasas a formar parte de una lista de espera. Las citas previas cuando más la necesitas, en el mes de septiembre, tardan un mes en que te la den, con lo que pasas a la lista de espera sí o sí, ¿quiénes ocupan esas plazas y bajo qué procedimientos? Mucho fue criticado por MDyC su anterior funcionamiento, pero, ¿han valorado el actual?
Ahora nos vamos a la piscina. Haciendo uso de una cita previa, el funcionario que me atendió no tuvo otra genial actuación, mientras reclamaba a la limpiadora donde había puesto las chuches, que darme de baja como usuaria después de más de veinte años y, cuando voy a obtener mi sesión de piscina, no existo y he de empezar de nuevo, cita, bono… Me presento en las oficinas, empaticen con el hecho de que trabajo de mañana y que me es harto difícil ir, me atienden porque lo exijo bajo la amenaza de reclamar mi caso y me resarcen activando un bono de cuatro sesiones que tenía caducado. Entre pitos y flautas pierdo tres semanas de natación, a una o dos sesiones semanales.
Seguimos en la piscina, esta vez el fallo fue mío. Al reservar la sesión lo hice en el Guillermo Molina y me presenté al Díaz Flor, donde siempre voy. Al llegar allí no puedo acceder y el señor de la entrada me dice qué ha pasado. Le pido por favor si puede buscar una alternativa porque la solución que me ofrece, irme a la otra piscina en tiempo récord, no me parece factible. Arguye que no puede hacer nada, que es el ordenador. Me dice que saque otra entrada como solución y que pierda la otra. Le contesto que no tengo el móvil y que por favor llamen al Guillermo Molina y comuniquen un cambio. Le digo que el fallo ha sido mío y que ha sido humano, que por favor busquemos una solución humana y que no nos dejemos arrastrar por la deshumanización. Nada de nada, he de irme a la otra piscina y nadar unos veinte minutos. Tuve mucha suerte porque encontré aparcamiento. Entiendo lo de los seguros de responsabilidad y todo eso, pero, ¿tan difícil es realizar un cambio en el sistema para cubrir la garantía y prestar un servicio?
Hoy, 29 de noviembre, llego al Díaz Flor a las 8:10 de la mañana. Accedo a los vestuarios, accedo a la piscina, me ducho antes de entrar y tras la ducha me llama el socorrista: “señora le informo que van a cortar el agua en breve y que no podrá ducharse”. Ahí le pregunto a qué hora está programado y que cuál es motivo de que no se nos informe previamente, página web o cartel en el acceso. Me contesta que lo desconoce. Le pregunto si durará mucho y me dice que la avería es grande porque llevan desde ayer. Le pido si acaso no tienen un cubo, lo lleno de agua y así me quito el cloro porque hasta las tres no me podré enjuagar. Me contesta que no. Me voy al vestuario, me seco y a la salida les pregunto qué sucede para contrastar. Me lo confirman, y al plantearles yo que me devuelvan la entrada, me dicen que llame al ICD. Les digo que el teléfono del ICD jamás lo cogen y desde aquí me pongo a disposición de que ustedes, lectores; e institución, responsable, accedan a mi registro de llamadas. El teléfono del ICD, o los teléfonos, son fantasmales, una Consejería cuya inoperatividad es obvia. Entonces pongo una reclamación allí mismo por no informar previamente de algo que no es accidente; ya hice otra por email hace un par de meses y no me solucionaron nada, ni me contestaron, me hicieron el vacío, peor que ningunearme. Ahora les pido fotocopia y la guardo para mostrar a los ceutíes que nuestras bellas instalaciones desaprovechadas no ofrecen un servicio público conforme a los impuestos que sí pagamos, ni conforme a las ayudas europeas que sí recibe esta Ciudad Autónoma.
Por último, lamento la deshumanización que nos está corroyendo. He perdido mi tiempo, unas siete horas o más por incidencias con el ICD en lo que va de curso, desde la primera vez que solicité una cita previa hasta la redacción de este escrito. La única forma de no volver a perderlo es aceptando que funcionan mal y que no he de esperar más que un pésimo servicio, con lo que lo más óptimo sería actuar como si no existieran. De ese modo, esa piscina será tan fantasmagórica como la institución de la que depende.