Resulta que nos jactamos de ser la frontera sur de la Unión Europea en África y nos encontramos con que un problema muy concreto de la propia actividad fronteriza como es el de las porteadoras, seguramente, uno de los más graves, es totalmente desconocido para la Comisión Europea, que es el Gobierno de todos los europeos, entre los que nos encontramos nosotros. Pero, al menos, dejan una puerta abierta que no sabemos si es para reírse o para llorar, porque sentencia que el mismo es “interesante”. Vamos, que ni idea. Que pasan absolutamente de nosotros. A lo máximo que llegan en relación con las fronteras europeas situadas en Ceuta y Melilla con Marruecos es al problema de la inmigración, pero tampoco mucho, porque en infinidad de ocasiones nos hemos quejado de que no querían saber nada de nada y poca ayuda, por no decir ninguna, prestan. Es un verdadero jarro de agua fría, ya que el problema de la frontera resulta que no es sólo la inmigración, sino la situación tercermundista de las porteadoras, lo que soportan los ceutíes con esas colas interminables de los coches patera, una frontera que es del siglo pasado, unos accesos que todavía no sabemos cuando se van a terminar. Eso es también frontera, pero a Europa ni le importa, ni se le espera. Y luego, nos quejamos de nuestra suerte.