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Por fin, un mes después de morir ahogado en las costas de Benzú, el guineano Amadou Bah ha podido ser enterrado en su tierra natal, Kindia
Amadou era joven. Tenía una vida por delante. También unos sueños que cumplir. Le tocó el turno de dejar África, de emprender ruta a Europa, pero ese deseo se truncó en las aguas próximas a Benzú. Allí fue arrojado por el piloto de una moto de agua el pasado 9 de agosto. No le prestó el mínimo auxilio, lo empujó a las rocas y escapó a Marruecos. Amadou no pudo nadar lo suficiente como para mantenerse a flote. No sabía cómo hacerlo. Murió. En las costas de Benzú se ahogaron los sueños gestados en Kindia, su ciudad natal en Guinea Conakry.
A esa tierra que abandonó ha vuelto. Sus restos embalsados partieron desde Ceuta y ya han sido enterrados siguiendo el ritual religioso familiar, descansando para siempre en la ciudad que lo vio nacer, rodeado de los suyos, los mismos a los que pretendía ayudar tras el periplo migratorio que nunca terminó. Y no pudo hacerlo por culpa de un criminal. Un piloto que nunca fue detenido, que puede que haya llevado a cabo más pases, que ese 9 de agosto no tuvo reparos en abandonar a Amadou y dejarlo morir.
De este joven guineano se han escrito solo algunos trazos de su vida. Por expreso deseo familiar no se ha sabido algo más. Amadou se lleva también su historia, enterrada ahora en Kindia; la historia vital recorrida en solo 28 años. Sus compañeros, los que cruzaron con él en motos de agua aquella tarde, dicen que tenía un hijo, que podía estar casado, pero aquella travesía mortal dio más bien para contar pocos secretos.
Tras un mes de trámites, después de que Amadou pudiera ser identificado por un familiar que llegó a Ceuta desde Francia para verificar mediante ADN sus datos, Amadou ha podido ser repatriado a Guinea Conakry, cerrándose un capítulo al que le han colocado el expreso deseo que quería su familia: que Amadou descanse en la tierra que nunca debió abandonar.
Como él otros jóvenes inmigrantes han sido repatriados y enterrados en su hogar, después de conseguirse la identificación paralizando durante un periodo de tiempo sus enterramientos para evitar otros sin nombre más.