La catástrofe registrada en el sur de Marruecos la madrugada del viernes al sábado pasado, cuando un terremoto de magnitud 7 asoló el entorno de la ciudad de Marrakech causando en varias regiones más de 2.800 fallecidos y otros tantos heridos de momento, ha sacado lo mejor y lo peor, como suele ocurrir con los acontecimientos de magnitud extraordinaria, del género humano.
El Pleno de la Asamblea guardó ayer un minuto de silencio saludablemente unánime en señal de duelo y solidaridad con las víctimas.
Además, la Ciudad se ha puesto de acuerdo con Melilla para, por encima de cualquier discrepancia de contenido político o territorial, aportar un total de 100.000 euros para ayudar a los afectados por el seísmo a través del Ministerio de Asuntos Exteriores español.
Eso en el plano institucional, ya que las muestras de generosidad y humanidad de los caballas en general han sido múltiples a nivel individual y colectivo para ayudar, cada uno en la medida de sus posibilidades, a los perjudicados más directamente por el terremoto.
Son acuerdos y gestos que deben ser valorados y elogiados, así como adecuadamente vehiculizados a través de canales oficiales o legitimados.
Igualmente deben ser repudiadas y rechazadas pública, radical y contundentemente las movilizaciones o pronunciamientos que, en la calle o en redes sociales, apelan a lo peor del género humano para sembrar la discordia entre las personas y los pueblos.
Las discrepancias diplomáticas o políticas que puedan existir entre países no deberían interferir a la hora de responder como es debido, desde la empatía, la solidaridad y la humanidad, a cualquier catástrofe o tragedia como desearíamos que se hiciera, también desde todos los rincones, si fuésemos nosotros o tuviésemos a nuestro alrededor a las víctimas y damnificados.
Marruecos está sufriendo una de las mayores tragedias de su historia, volcarse con el afectado es lo único que una persona de bien puede hacer. Cualquier otro pensamiento es odioso y deleznable.
Ya empezamos mercado medieval 15,16,17.