Llega el día de la Patrona y los recuerdos de niñez embargan a los caballas; especialmente a aquellos que por vicisitudes de la vida ya no están en su Ceuta querida y darían lo que fuera por volver a disfrutar de tan emotivos días.
Es lo que le sucede a José Francisco Paneque Pérez. Supera la cuarentena y sin embargo confiesa que cada agosto todavía se siente como el pequeño de cinco años que posaba frente a la Virgen de África junto a su madre, su tía, sus hermanos y su primo.
Eran finales de los ochenta y en esa instantánea que conserva con mimo también aparece su abuelo, Paco Pérez, "conductor" durante años de la Alcaldesa perpetua.
"Antiguamente la Patrona llevaba trabajaderas, pero no iba a pulso, como se hace ahora, sino que tenía debajo cuatro ruedas e iba empujada por legionarios", explica sobre lo mucho que ha cambiado la parafernalia procesional.
Para dirigir el paso, una persona se encargaba del volante que dirigía el vehículo a las órdenes del capataz. Pérez, vendedor ambulante en el puerto, fue "uno de los primeros y de los últimos" en tener este honor antes de que se decidiese despojar a la Virgen de sus ruedas.
Hará ya tres lustros que su abuelo falleciera, pero su recuerdo perdura. No hay Fiestas Patronales en las que la familia, que lleva la devoción por Santa María de África en las venas, no se acuerde de él con orgullo.
Pero también de los "quiosquillos", de los "volaores" y del antiguo emplazamiento de la Feria "más hacia el puerto deportivo", antes de que cambiase de ubicación y se quedase en la Marina.
"A día de hoy ya bajamos poco a Ceuta, poco a poco nos hemos ido yendo", cuenta este caballa desde Sevilla.
Fue en la ciudad autónoma donde vivió sus mejores años, una infancia feliz corriendo por la Plaza de los Reyes, donde iba al cine y compraba pasteles; se emociona cuando habla de lo mucho que disfrutaba de las paradas militares al son de los tambores en San Amaro.
Unas experiencias que ha tratado de transmitir a su hijo Javier para que "conociera sus raíces" y que el pequeño de nueve años ha abrazado con total cariño.
"Estamos locos por volver, se me ponen los pelos de punta", asegura este caballa, que esta noche pensará todavía más si cabe en su Patrona. Quizás ella consiga que el año que viene pueda volver a verla en persona.