"Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios". Cierto es que yo hablo y escribo por los codos. Mi madre durante 54 años me recomendaba que nunca dijera lo que pienso: tú no digas nada, no te señales, no se te ocurra decir lo que piensas, a todo di que sí, a todo muy bien, a todo que me parece estupendo y maravilloso.
Tardé casi 56 años en abrir la olla a presión que mi madre había encerrado con mil candados para atarme la lengua y dejarme mudo. Era una manera de evitarme problemas abrazando el anonimato.
Después de tantos años y viéndole las orejas a las parcas, decidí no callarme ni debajo del agua. Eso sí, sin perder el respeto, la buena educación y el tratar a las personas como personas; lo malo es que la injusticia me produce una furia desatada que no puedo controlar.
Para más INRI, si sacamos de contexto una palabra o una frase, lo que queremos decir es interpretado de un modo torticero, sin tener nada que ver con lo que queremos comunicar. Y ahí no hay Dios que se escape de enfados, reprimendas o lo que venga.
Anécdotas tengo para dar y vender y quiero contaros alguna para ver si consigo arrancar una sonrisa veraniega de este tórrido julio.
Hace poco le teníamos que comentar un asunto a una amiga con la que comparto mucho tiempo en el curro, era un asunto que no entendíamos y no había quedado claro su manera de proceder. Hice un comentario privado a otro compañero: "Al menos le hemos dado un toque". La interfecta escuchó mi comentario y acudió airada: "¡Tú no me has dado ningún toque!”. Interpretó que el "toque" era llamarle la atención a su manera de actuar. Por mucho que le dije que "toque" era un aviso sobre lo ocurrido, no atendió a las razones y su enfado fue desproporcionado.
También, el querido Alcalde Tierno Galván, en un concierto de MECANO celebrado en el Palacio de los Deportes, ante un público que abarrotaba el recinto exclamó: "¡Ya estamos todos, lo que tenemos que hacer es colocarnos!”.
Al día siguiente se publicó la noticia: “El alcalde invitó a los jóvenes a drogarse”.
Y así podría seguir, pero va a sonar El CAÑONAZO y Carmen Echarri, directora de El Faro, me va a dar un toque para que mande el artículo.