Hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer. Como siempre, saldremos a la calle, reivindicaremos derechos, pediremos igualdad, exigiremos cambios en la sociedad, danzaremos al compás de músicas improvisadas, lanzaremos consignas, aplaudirenos discursos y no daremos ni un paso atrás en las victorias conquistadas.
El origen de la celebración se remonta al 25 de marzo de 1911. En esa fecha tuvo lugar el siniestro industrial con más víctimas mortales en la historia de Nueva York que obligó a cambiar la legislación para modificar las normas de seguridad laborales.
Ese día se desató un incendio en la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co. El fuego causó la muerte de 146 personas (123 mujeres y 23 hombres), la mayoría de ellas eran mujeres jóvenes emigrantes.
La memoria nos retrotrae a las fotografías que hemos visto en libros, exposiciones, peroódicos y medios de comunicación, también en nuestras casas y nuestras escuelas.
Las sufragistas pidiendo el voto de la mujer, las madres de mayo luchando contra la dictadura militar de Argentina, buscando a sus hijos, a sus parejas, a sus nietos, a sus vecinos. Las trabajadoras del mundo han sido vistas como mano de obra gratis, barata, precaria, como objetos, como mercancías de uso.
Hay otras mujeres invisibles, anónimas, dispersas, que no aparecen en estadísticas, que son sometidas a todo tipo de degradación pues no son consideradas personas.
Hoy siguen vendiéndose niñas en algunos países, se sigue practicando la ablación del clítoris, se sigue ejecutando a mujeres sin velo, se sigue llevando a la cárcel a mujeres que abortan, se sigue vendiendo el cuerpo a hombres, se sigue cobrando menos por el mismo trabajo. Y seguimos viendo violencia de género que manchan de sangre la sociedad en la que vivimos.
Todo por hacer porque respiramos patriarcado, porque nos metieron en el patriarcado, porque nos educan en el patriarcado, porque nos enseñan a pensar como hombres, tomar los roles de los hombres, actuar como ellos, sentir como ellos, mirar como ellos, sin más derechos a las concesiones que ellos nos dan.
El problema es la burbuja; vivimos en una pecera y no podemos dejar de movernos en ese agua de miles de años. Cambiar el agua en cada gesto, en cada logro, en cada paso.
Hoy el Camoens desplegará un homenaje que nos recuerde en qué lugar nos encontramos respecto a la lucha feminista, una voz que haga mirar dentro de nosotros para invocar a madres, hermanas, abuelas, seres que nunca parecen estar y que las vemos cuando desaparecen.
Comprender la filosofía del 8 de marzo es una acción revolucionaria en sí misma.
Caminaremos juntos porque el futuro está en vosotras.