Lo de los reincidentes de la violencia machista me espanta casi tanto como que se obligue a alguien a hacer lo que no quiere. Me escandaliza la ceguera obstinada en no ver cuando hay un problema, o que se culpabilice cualquier cosa antes de hacerlo a un malnacido. No es que ese animal sea violento con una persona en concreto, sino un modo operandi adherido a su cuerpo.
El machismo- para nuestra desgracia-sigue campando tan libre como siempre, asentándose en institutos y puertas cerradas. Lo hace porque es una secta bien pertrechada socialmente a la que llevamos siglos aceptando, tragándonos en el proceso las lágrimas. No me extraña la permisividad silenciosa. No, lo difícil que se hace que algún@s lo entiendan. Te da más coraje- si cabe- cuando son las víctimas de esa misma violencia las que pasan la mano por la espalda en conversaciones privadas, echando la culpa al chachachá. No debería ser motivo de vergüenza y en cambio lo es. Como la violación a la chica de dieciséis que gracias a su hermano se ha destapado. El silencio nos corroe la autoestima. La empatía nos libera. Supongo que por eso es tan importante la educación a pico y pala en los colegios, en los institutos y a nivel institucional. Puede que algunos piensen que se pasan por gastar fondos públicos en chorradas, pero la violencia machista es una lacra que nos enferma a todos. No estoy dispuesta a escuchar más discriminaciones por sexo, por condición, por identidad sexual…por nada. No estoy dispuesta a que se deje pasar que una mujer tiene que hacer lo que un hombre quiera o que una de dieciséis haya sido asaltada , porque una manada sin dientes de lobo piensa que es fácil hacerlo y salir impune. No quiero más mujeres encerradas en su propio cuarto de baño con maridos fuera taladrando la paz y tranquilidad de la familia. No quiero agresores sueltos, ni que la sociedad los exculpe. No quiero más lágrimas rancias. El sexo es alegría, nunca imposición. La mujer no es algo accesorio, ni bonito, ni festivo, ni cómodo. No somos rosas sin espinas, ni colofones, ni finales felices. No somos receptáculos para procrear, ni limpiadoras 24/7. No somos nada que no queramos ser, ni vamos a hacer nada que no queramos hacer. Ni por amor, ni por odio, ni por venganza, ni por simpatía. Nunca. Eso se debería enseñar en los institutos para que nadie oculte una violación por vergüenza, porque los verdugos son ellos, no la víctima. Nadie tiene la culpa de cargar con un maltratador. Nadie tampoco de que su siguiente víctima aún no se haya dado cuenta o que lo oculte para no quedar mal. Hay muchos reincidentes en esta ignominia que es la violencia machista. Muchos que ven a las mujeres como si fueran leones de circo a los que domar con látigo de acero. Ya les digo dónde van a terminar. Que se lo pregunten a los de las fuerzas de seguridad. Y que se lo digan a ellas, a las que aún no han tocado, pero a las que van a tocar porque el gen maligno es la reincidencia, una y otra vez. Porque va en el ADN, es ese que nos ensenaron tomando la teta, en las conversaciones, en la cultura, en las creencias y en la madera de héroe o asesino. En el saber convivir, respetar y querer. O en no hacerlo.
Obligar a la pareja a tener sexo es muy de los sesenta. Las felaciones como dominación- en cambio- se han actualizado por las nuevas generaciones que ven en esa práctica sexual un componente de reto adolescente. Ahora se habla de sexo en cualquier medio digital con normalidad, pero los que consumen porno desde los doce lo ven como algo obligado más que consentido. He ahí el problema, porque la conciencia de lo que es exigible en una relación es donde se inicia el germen del machismo y cómo no, la violencia si se implica la obligatoriedad de su consecución. Nunca tuvimos más medios para volar libres las mujeres, sin embargo veo como las nuevas generaciones no hacen uso de ellos, sino que se las adoctrina con realitys, memes y vanidades varias para que gusten a todos menos a ellas mismas, para que encajen o muestren su feminismo con conductas típicamente machistas de despertar sexual.
Confío mucho en las nuevas generaciones. Aprenderán que los tacones de punta solo están hechos para elevar el culo y joder los calcáneos.