Hay momentos que uno se sienta y, a parte de dejar pasar el tiempo, reflexiona. Se da cuenta que ha vivido mucho en esta vida. Ha encontrado muchos obstáculos, los ha saltado. Se ha caído tanto que ya no duelen los golpes. Tiene todo su cuerpo lleno de inconvenientes, que le ha atrofiado todo.
Sin embargo desea seguir para adelante. Mi idea primaria era la de saber lo que me tiene preparado el mañana. Ese instante nuevo que si no lo vivimos, no sabremos que nos deparará.
Mis ojos ya están más delicados. Uso incluso gafas, de esas que dicen que veré mejor.
Sin embargo siempre caigo en los mismos momentos. En esos instantes que parecen que son un círculo vicioso. Pero para darse cuenta, a parte de ser un buen observador, tenemos que estar vivos.
Debemos de escudriñar nuestro alrededor. No vale ocultarse entre cuatro paredes y resignarse a estar allí. Eso no es vivir. Es estar refugiado. Buscar la protección de algo que creemos que es nuestro enemigo.
Yo opino que vivir es sentir, buscar, observar, palpar, encontrar, hacer cosas nuevas cada día. La sociedad moderna es un cúmulo de entrar en un lugar donde nadie puede hacer lo que quiera.
Eso es evidente. Pasaríamos de la libertad, al libertinaje. Pero dentro de nuestro libre albedrío y sin perjudicar a nadie, debemos de embarcarnos en una aventura. Esa que nos guste y que creamos que podamos gozar.
Creo que estamos aquí para algo. Y aquí estará nuestra duda existencial. ¿Para qué?. Pues eso es lo que debemos de averiguar. Para ello debemos de coger nuestra mochila de viaje y buscar esa interrogante.
Encontrar algo que nos pueda decir: ¿Qué estamos haciendo aquí en este mundo?.
No me vale lo dicho. Los arquetipos pronunciados por otros, por muy inteligentes que fueran. Yo deseo ver algo que me diga a mi mismo lo que estoy haciendo aquí en este lugar del mundo llamado Tierra.
No quiero agobiaros y si plantearos el salir de vuestra rutina y buscar esa explicación para saciar vuestro ego y no quedar cruzados de brazos y resignarse con lo que estéis haciendo ahora mismo.