La suerte nunca se podrá medir, tampoco saber cómo puede llegar. Hace pocas fechas hubo un pequeño incidente, sin importancia, en un lugar de nuestra querida ciudad autónoma de Ceuta. Fueron momentos muy tensos de los cuales tengo constancia, pero lo esencial es que uno de los puntos ya señalados entró en acción.
La pregunta está en el aire. ¿Hay algo allá arriba?. Pues aunque parezca mentira y sea un debate a gran altura, y no lo digo por la distancia a la que nos tendríamos que poner con esa entidad, o Altísimo, -de ahí el ocurrente nombre-.
Pues algo debe de existir. Que uno, cuando ha analizado la circunstancia, haya estado apunto de morir, en este caso aplastado, y no le hubiera ocurrido nada, hace saltar las alarmas hacia un “ente”, protector, que recuerdo en mi infancia le llamaban el “Ángel de la Guarda”.
En estos tiempos que corren no sabría cómo denominarlo. Y más cuando los citados alados del más allá, según decía, no tenían sexo conocido.
Así evitaríamos el llamarlos de mil formas diferentes, como ahora pasa.
Y la luz se hizo en el camino.
Volviendo a abrir mis ojos claros.
Fueron bien tratados.
Por alguien del otro lado.
Y fingiendo ser bien hallados.
Nos encontramos viendo.
Un nuevo instante orgullo.
De un nuevo momento.
Cuál día nos evadiremos.
Se escabulló de un instante desagradable. ¿O quizás hubiera ido hacia otro lugar?.
Son interrogantes que se han puesto en esta frase y que sirven para dar gracias a eso que todos nosotros le llamamos Dios, que es el que nos ha puesto aquí en este lugar y que sólo Él, según dicen sabe el día y la hora en la cual caducamos en estar en este lugar donde en la actualidad vivimos y convivimos con personas de nuestra misma especie humana.
Damos gracias.
Al Dios son necesarias.
Pedirles con mucha alegría.
Que nos tenga con simpatía.
Durante muchos días
Y así tenernos en compañía.
Con toda nuestra armonía.
En unión y compañía.
De nuestros semejantes otro día