Ceuta Frontera Sur. Ciudad en la que por desgracia nos topamos directamente con la tragedia de la inmigración, con el hallazgo de cadáveres de personas carentes de documentos a los que se termina enterrando sin identidad reconocida. Si fuera algo casual... pero desgraciadamente no lo es. Las tumbas y nichos sin nombre repartidos entre Santa Catalina y Sidi Embarek lo demuestran.
Pues bien, siendo una ciudad que tiene esta problemática, es incapaz de disponer de un recurso para garantizar una mínima atención a quienes solo piden noticias sobre sus desaparecidos. Ni siquiera un mail oficial al que escribir.
Ahora que se le da publicidad a los pésames que dan los políticos a las familias de fallecidos resulta que somos incapaces de tener siquiera centralizado un punto donde atender a personas desesperadas por la ausencia de noticias. Eso sí, nos llenamos la boca con los discursos de la inmigración, de la convivencia y se gasta un dineral en subvenciones para mantener recursos y entidades supuestamente sociales que se convierten en un búnker cuando se trata de ofrecer ayuda. En un búnker o en fantasmas, porque ni siquiera atienden al que solicita ayuda.
Este sábado vino a Ceuta un joven cuyo familiar directo había desaparecido cruzando el espigón del Tarajal. Hizo el esfuerzo de cruzar el Estrecho como único referente en España de una familia con miembros repartidos entre Siria y Marruecos que llevan tiempo sin saber del paradero de un joven cuyo último paso conocido fue el de arrojarse al mar para dejar atrás el vecino país y entrar en Ceuta. Imaginen la agonía de no saber si está vivo o muerto, a eso sumen el no tener a nadie a quien recurrir.
Este joven quiso denunciar la desaparición en la Jefatura Superior de Policía. No se le admitió bajo la excusa de que solo podía denunciar si era hermano. Habrá que preguntar al Defensor del Pueblo dónde está esa ley que impide a un ciudadano que se le coja una denuncia y desde cuándo la Policía filtra quejas u opina sobre ellas. Es una barbaridad. Anulada la posibilidad de denunciar una desaparición para que quedara constancia, no existía en Ceuta -recuerdo, ciudad frontera expuesta a cuantiosos dramas de la inmigración- ni un teléfono, ni siquiera una dirección de correo electrónico a donde recurrir para obtener información sobre desaparecidos. Nadie.
Salvo gestiones hechas por particulares, por personas que demuestran empatía por el sufrimiento ajeno, no existen recursos ni nadie que canalice los datos y pueda atender a quienes, desesperados, están perdidos. Ojalá que nunca nos veamos en la tesitura de pedir ayuda por un desaparecido y topemos con la falta de empatía de quienes no hacen bien su trabajo o de una ciudad que tiene mucho que avanzar en este campo. Qué pena.