Se llama Adnan Kamas, es de Castillejos y todavía no ha cumplido la mayoría de edad. La pasada madrugada decidió abandonar Marruecos para cruzar a Ceuta, se enfundó en un traje de neopreno y se echó al agua con un amigo. Desde entonces su familia no sabe nada de él.
Temen que le haya podido pasar algo. No ha llamado, no saben si pudo llegar al arenal, no tienen constancia de que realmente se encuentre bien. Lo único que saben es que no llama, que se marchó porque no quería estar más en Marruecos y que dejó atrás a su familia.
Desesperado, su hermano mayor pide ayuda para dar con él, comunica a la ciudadanía que si lo han visto avisen a este periódico para que así al menos sepan que se encuentra con vida, porque temen lo peor.
Ese cruce del Tarajal se ha llevado muchas vidas ya, no solo las encontradas sino también las de personas que nunca han aparecido en ese intento por llegar a Ceuta huyendo de un país que no ofrece alternativas.
Solo en algunos casos se consigue la identificación, aunque se intenta hacerlo con todos. La familia de Adnan teme que le haya ocurrido algo, por eso intentan dar con una pista que lleve a su paradero y terminar así con la agonía que están padeciendo.
La línea invisible en la que se pierde el paradero
La frontera sur, entre Ceuta y Marruecos, supone una línea invisible en la que las familias pierden la pista de familiares, en algunos casos menores, que se juegan la vida al lanzarse al mar en busca de una vida mejor.
No obstante, la imposibilidad de establecer comunicación con sus seres queridos al otro lado de la valla muchas veces se demora aunque, finalmente, llega a producirse.
El entorno de aquellos que se atreven a desafiar al mar nunca pierden la esperanza de recibir noticias de que los suyos se encuentran sanos y salvos ya sea en Ceuta o al otro lado del Estrecho de Gibraltar.
De ese país quiere escapar todo el mundo. El primero el rey.