Existe un punto hacia el que nos dirigimos, aunque también es cierto que cada determinado número de pasos los caminos se bifurcan, y tenemos la responsabilidad de elegir.
Está escrito en las cartas del destino que debemos valorar las consecuencias de nuestra elección, y ello nos lleva a otra providencia: está escrito que podemos equivocarnos.
Esta experiencia selectiva de aciertos y de errores se irá marcando a fuego en nuestra memoria, e irá definiendo el signo de la salud mental. A más acierto, más virtud, más salud.
Es la elección una naturaleza necesaria e inevitable, pero entonces ¿dónde está el consejo?
Está claro que no podemos influir sobre las circunstancias y entornos por razón de nacimiento, aunque sí podemos condicionar el destino a nuestro favor si exploramos el mundo de las posibilidades, si proyectamos nuestra imagen en el futuro.
Este estudio o prospección tendría dos fases: de un lado, examinar los errores del pasado para no tropezar o repetirlos; y de otro, alumbrar los paisajes que a buen seguro nos tocará vivir.
Tras este juicio tendremos preparada y ensayada la capacidad de respuesta ante las eventuales jugadas del destino, minimizando los riesgos. El éxito de la capacidad predictiva hará que el azar juegue a nuestro favor, reduciendo su zona de influencia, y no será extraño que el signo de la salud mental se vea recompensado. Tendremos la carta de la fortuna en la manga.
Por tanto, una vez hemos viajado en el tiempo, para averiguar las razones del “antes” y del “después”, el camino que nos llevará al logro de un proyecto vital estará bien iluminado, y las señalizaciones nos ayudarán a resolver nuestras dudas.
Es importante, asimismo, no acomplejarse por los fallos del pasado, sino de hacer una apropiación inteligente de los mismos, porque de lo que se trata al fin es de empezar una nueva vida, ahora sin el lastre de las equivocaciones¸ ahora con la fortaleza de quien dice saber su camino.
El sistema que precede a la consecución de un rol social se asemeja a un laberinto, y su salida será más o menos fácil en función de los argumentos que hayamos preparado.
En definitiva, es mi experiencia vital que debemos identificar un punto de llegada con gran precisión, si no queremos confundir nuestros pasos y perdernos en batallas estériles, o ideas accesorias.
Una vez enfocado y condicionado nuestro destino, ya solo será cuestión de fijar un día en el calendario y lanzar una ofensiva con toda nuestra musculatura.
Está escrito que debemos partir. La vida nos dio este don: a cada día podemos volver a empezar, y olvidar aquello que no nos gustó. Toda vez seamos dueños de nuestro pasado, y visualicemos nuestro futuro, podremos empezar donde todo empezó.