La contundencia, sinónimo de fuerza policial, no frena a una población cuyo único objetivo es llegar a Ceuta. Aunque lo intenten muchas veces, y aunque esas mismas veces vean frustrado el pase. Ayer no fue así y los siete que vencieron la niebla, vencieron también los controles de Marruecos, siendo detectados por una patera de pescadores y auxiliados por la Benemérita, que fue la que los trasladó a puerto con sus cámaras de aire incluidas.
En la torre del Marítimo se cumplían los trámites que forman parte del ya conocido protocolo: entrega de ropa (en un punto acondicionado para evitar los inoportunos flashes que invaden la intimidad del sin papeles), toma de filiación, y entrega a la Policía Nacional. Así se ha hecho con cada uno de los 240 subsaharianos que han conseguido llegar, por vía marítima, a Ceuta en este mes.
Sobre las escalerillas del puerto deportivo los inmigrantes iban sacando sus pertenencias, que habían ocultado entre sus prendas durante la travesía. Cada uno de los siete con su teléfono móvil bien liado entre plásticos, celo y trozos de globos para evitar que entre la humedad. Y todos ellos con sus consiguientes cargadores, también a buen recaudo. Había quien además traía su propio neceser personal, con su pasta de dientes, cepillo, jabón... y es que hasta en la clandestinidad que rodea a quienes intentan la llegada a Europa tomando como puente Ceuta hay quienes cuidan con esmero su dentadura.
Otro de los compatriotas rescataba de su pantalón un billete de 20 dirhams, el único sustento que le quedó en el camino. Algo empapado optó por colocarlo sobre un bidón para que se secara. Lo hacía tranquilo, después de llegar exhausto, soportado por los brazos de una pareja de guardias civiles, y tras romper a llorar después de una travesía que confesaba dura, después de varios meses aguantando a escondidas para conseguir lo logrado ayer, lo que otros compañeros, ya en el CETI, le habían advertido que sucedería.
Mientras los agentes del Servicio Marítimo desinflaban las cámaras de aire con las que habían aportado cierta garantía de seguridad a un pase que realizan sin saber nadar, un subsahariano marcaba rápidamente los nueve números que le comunicaban con otro interlocutor a quien confesaba su logro. Era la primera de las llamadas telefónicas efectuadas por uno de los integrantes del grupo, después llegarían más.
Los subsaharianos iban dejando en los bidones de basura sus ropas viejas. Uno de ellos tiraba el gorro de natación con el que se había arrojado al agua. Quizá hubo quien le aconsejó cumplir la travesía convenientemente equipado, en plan natación sincronizada. Otro compatriota lo hacía con unas mallas de deporte y casi todos ellos con zapatillas de agua para poder trepar por las rocas si fuera necesario.
Ahora descansan en un CETI que ha experimentado muchos cambios en estos últimos días para poder mantenerse en el nivel de ocupación al que pueden hacer frente quienes allí trabajan.
La colaboración marroquí se sostiene ahora sobre una promesa, en plena antesala de un mes de Ramadán, de mayor implicación. Las cartas están encima de la mesa para calibrar si la entrada de ayer forma parte de lo puramente anecdótico o es un síntoma evidente de que queda mucho por hacer. Los recién llegados mantienen que lo han pasado muy mal, que la vida en el bosque es demasiado dura y que son más los compatriotas que esperan, ocultos, el momento de empezar un camino duro en el que entremezclan kilómetros arrastrándose para no ser vistos con carreras cuando divisan el mar e intentan burlar a una mehanía que no entiende más que de actuación.
El presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas, ya ha dado traslado del acuerdo plenario aprobado el pasado lunes en la Asamblea sobre el tema del repunte de la entrada de inmigrantes subsaharianos.
El mencionado escrito ha sido dirigido al ministro del Interior, Antonio Camacho, tras ser aprobado por unanimidad de los tres grupos políticos de la Asamblea, Partido Popular, Caballas y PSOE. El texto del acuerdo se centraba por un lado en expresar la solidaridad de la Asamblea de Ceuta con los inmigrantes, así como se solicitaba la intensificación de los contactos con Marruecos para que por parte de este país se prestara la correspondiente ayuda para el control de sus propias fronteras. Así mismo se solicita que, en la medida de lo posible, el CETI no superara la capacidad establecida en no más de 700 personas.
Al poco del rescate de la Guardia Civil, uno de los subsaharianos era el primero en llamar para confirmar la llegada a Ceuta. Todos los varones llegados ayer portaban su teléfono móvil además de su consiguiente cargador. Lo traían liado entre plásticos para evitar que resultaron dañados en el contacto con el agua.
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