En términos absolutos, todo hombre es, desde que nace, un ser ignorante al ser creado con múltiples limitaciones. No sabemos cuándo vamos a morir, en qué podemos destacar, al no poder dominar ni siquiera uno de los inmensos campos de la ciencia, el arte, las humanidades, los oficios, etc. En un tono menor, cualquier amante de, por ejemplo, la música clásica, no puede distinguir fácilmente entre alguna de las numerosas obras de Mozart y alguna de las pocas obras de Arriaga, el llamado Mozart vasco, por lo que, generalizando, somos seres perfectamente prescindibles. Y me gustaría ser un buen director de orquesta, y un buen cirujano, y construir un puente maravilloso, todo sin dejar de ser uno mismo. Son tantas las ramas del saber, que no puede haber ser humano que todas las comprenda. Ya se es un genio, como Bach, Beethoven, Velázquez, o Rembrandt si se destaca universalmente en una, solo una de las artes de la vida. Ese timbre de ignorancia, lleva constantemente a los seres humanos a defenderse si se les tilda de ignorantes, y a vivir en la eterna lucha para aprender lo necesario que le permita sobrevivir. Es la ignorancia relativa, ya que no se puede conocer todo, al menos conozcamos algo con la profundidad suficiente que nos permita sobrevivir.
La sabiduría reside por antonomasia en la Universidad, la cuna del saber, por lo que cualquier sociedad culta que se precie, presumirá de la cantidad y sobre todo de la calidad de las universidades que atesoran y de lo que han inculcado a los que por ella han pasado. Esa sabiduría se distribuirá y dispersará posteriormente entre los ciudadanos que dirigirán las empresas, los comercios, la industria, la agricultura, y el país. Una sociedad avanzada querrá tener a las personas más sobresalientes que han pasado por la Universidad para dirigir sus destinos. En el Parlamento deberían encontrarse las personas más cualificadas para dirigir el país de acuerdo con los méritos profesionales que estos políticos posean, nacidos de las Universidades y posteriormente aumentados por los méritos obtenidos en sus carreras profesionales.
En la política no se puede ser ignorante, hay que llegar “aprendido”, porque los políticos son los ciudadanos a quienes podemos elegir para dirigir nuestros destinos y el adjetivarles de ignorantes es una de las calificaciones más graves que pueden dirigirse a los políticos. En las sociedades más avanzadas, para poder aspirar a un puesto importante en la Administración Pública, hay que aprobar una oposición bastante dura y no cualquiera puede llegar a puestos equiparables a los de nuestra Administración de Director General o Subsecretario, que son los puestos más elevados de la función pública reservados para funcionarios de carrera, estando reservados los de mayor categoría de Secretario de Estado y Ministro para los políticos. Por ello se entiende que esos puestos políticos superiores deben estar ocupados por personas, que al menos tengan los mismos o semejantes méritos que los de sus subordinados. La llegada de múltiples asesores sin el bagaje correspondiente ocupando puestos en la Administración Pública es totalmente aberrante e innecesario y un signo de prevaricación y malversación de fondos públicos. Para un Presidente de Gobierno inteligente, el mejor asesor en Presupuestos es el Director General de Presupuestos y en lo concerniente a tributos el Director General de Tributos y así sucesivamente. Solamente en aspectos ajenos a la Administración Pública pueden ser efectivos unos pocos asesores, por ejemplo, para la publicidad y el boato. La Administración Pública es la sala de máquinas de la gestión gubernativa y funciona a pesar de los dislates que los políticos crean y del absurdo bagaje de enlodar la Administración con una cantidad de ministerios inservibles salvo para emplear niñeras y colocar a todo personal inservible que siendo político no ha podido “engancharse” en algún cargo ni tener un empleo público. Siempre habrá un roto para un descosido. Por desgracia es el estilo político imperante en nuestro país.
A una persona que ha logrado una cátedra universitaria, se le reconoce un prestigio que no tiene político alguno, y si es un Magistrado, en términos generales, las horas de estudio y las dificultades por las que ha tenido que pasar para con sus méritos llegar a serlo, le permiten ser respetado en la sociedad, y en la Justicia que imparta debería traslucirse la inteligencia y el saber de su autor. Los políticos actuales, salvo excepciones, no están al nivel que debería exigir la ciudadanía, no han tenido la experiencia suficiente en su vida profesional después de dejar la Universidad, algunos ni siquiera la han pisado y lo que es peor, nunca han trabajado en nada, por lo que es imposible que sean capaces de resolver los problemas cotidianos de la sociedad y naufragan al aplicar soluciones simples a problemas complejos. Son meros portavoces de publicidad sin profundidad, un día tras otro. Los de Podemos en menos de 6 años han llegado al poder con ministros que no han trabajado nunca, y en algún caso con un año de cajera en un supermercado. ¿Cómo es posible que esta caterva esté también dirigiendo el país? La ignorancia no puede servir de fertilizante para poder sobrevivir, hemos de ser los no esclavizados por la ignorancia los que hemos de alzar nuestra voz en defensa del mérito y la capacidad y dejar la superchería ,la ignorancia, el “buenismo, en fin el relativismo, en los sótanos de la sociedad.
"En las sociedades más avanzadas, para poder aspirar a un puesto importante en la Administración Pública, hay que aprobar una oposición bastante dura y no cualquiera puede llegar a puestos equiparables a los de nuestra Administración de Director General o Subsecretario, que son los puestos más elevados de la función pública reservados para funcionarios de carrera, estando reservados los de mayor categoría de Secretario de Estado y Ministro para los políticos. Por ello se entiende que esos puestos políticos superiores deben estar ocupados por personas, que al menos tengan los mismos o semejantes méritos que los de sus subordinados"
Ya sabemos que la democracia, en nuestra sociedad, impregnada de la civilización occidental, está considerada como el sistema menos malo para dirigir un país. Se basa en la regla de una persona un voto y el respeto a la ley. El voto de un patán vale lo mismo que el de un letrado. Para mejorarlo deberíamos eliminar del censo a los patanes, pero ¿a quienes calificaríamos de patanes? ¿Y quién sería el calificador? Ante esa dificultad suprema, nos quedamos con el sistema mediante el cual todos los votos, provengan de quien provenga, tienen el mismo valor. En España, nuestro país, el sistema electoral no exige siquiera que los políticos representen a los ciudadanos, quienes podrían retirarle el voto si los representados engañasen a los votantes. Al ser nominados por los partidos solamente representan a los partidos de los que reciben las órdenes oportunas y lo que hay que votar en Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades Autónomas y Cortes Generales, aún en contra de los principios de cada uno, e incluso a ser multados en caso de desobediencia, o se quedan sin sueldo. Por ello los políticos pueden engañar a los ciudadanos cuantas veces lo desee. Así, por ejemplo,el actual Presidente del Gobierno oposita al puesto diciendo por activa y por pasiva que nunca se aliará con los herederos de los terroristas, ni con los separatistas, ni con los de Podemos, de estos dice que incluso le quitarían el sueño. Y una vez en el poder engaña miserablemente a los que le han votado e incumple todo lo prometido. Este mentiroso pertinaz debería tener prohibido presentarse a cualquiera otra elección pública. También el Alcalde de Madrid, otro mentiroso pertinaz, oposita como Alcalde diciendo que el proyecto estrella de la anterior edil Manuela Carmena, el llamado Madrid Central por el que se prohibía a los autos a circular por el centro, con lo que descendía el número de gramos respirables de anhídrido carbónico, lo que en caso contrario resultaría muy perjudicial para la salud, pero sin embargo se producían unos atascos interminables en el resto de arterias circulatorias convergentes y paralelas y ahí no importaba la cantidad respirable del anhídrido carbónico . Una vez conseguida la Alcaldía por el tal Almeida, se pone metafóricamente el dedo en la nariz a modo de burla a los madrileños y no solo no anula la ”carmenada”, sino que la aumenta y la aprueba con concejales de la oposición. La mala calidad de nuestra democracia se demuestra día a día ¿Para qué votamos entonces? ¿Solamente para decir que tenemos un sistema democrático aunque sea una ficción? Porque han de transcurrir otros cuatro años para expulsar a estos botarates, cuando debería por ley prohibírseles su presentación una vez consolidado el engaño, e incluso su salida inmediata de la política. En las elecciones siguientes de nuevo se enmascaran en el partido que les presenta y no tienen que rendir cuentas al ciudadano que se siente engañado. Ya votamos sabiendo que nos van a engañar. Pero no podemos “desfacer” el entuerto. ¿Alguien creerá al tal Sánchez vociferar en las próximas elecciones decir, por ejemplo, que se ha equivocado al pactar con los terroristas de la ETA y que está arrepentido y no volverá a ocurrir, o al tal Almeida, que la congestión circulatoria en Madrid capital es de tal magnitud que inmediatamente en cuánto les den sus votos y le hagan de nuevo Alcalde destruirá Madrid Central?
Como obra humana, nuestra democracia siempre tendrá defectos al que se le añade el de la corrupción, mal permanente en nuestra sociedad con cualquiera de los regímenes que nos hemos dado para nuestro gobierno. Pero una vez elegido el sistema, el considerarse más cercano a ser epicúreo, el considerado en la antigüedad como la persona sabia que se alejaba de la política al arriesgarse a perder su tranquilidad haciendo más complicado el camino hacia su a felicidad, o el estoico, que por el contrario definía su ideal de sabio como alguien que participa activamente en la política, no nos den gato por liebre . El ciudadano no inmiscuido en la lucha política no tendrá que mostrar la inconsistencia de sus actos al no opositar a dirigir la sociedad, pero sí debe exigir al estoico que se ha aupado al poder, conocimiento, no ignorancia sobre lo que dirige, verdad, no engaño para ser votado, honestidad en el desempeño de sus funciones.
Cuando todos estos mentirosos e ignorantes se centran en temas como el feminismo, las leyes LGTBI, la igualdad solo para algunos y demás asuntos que son menores comparados con los graves que padecemos, pero que sirven para enmascararlos, uno piensa que eso se acabará en poco tiempo, es solo cuestión del desperdicio de los fondos de los ministerios que no aportan absolutamente nada. El problema se acentúa sobremanera, cuando estos políticos, doctores en la ignorancia en la mentira y en la falta de honestidad, tratan problemas tan cruciales como la unidad nacional , la descapitalización del Estado, el cambio de la estructura del Estado, la desaparición del español en España, el pacto con terroristas, la desaparición de la Justicia como poder independiente, el no respeto a la Ley, y buscan la destrucción los pilares básicos de nuestra sociedad, en esencia destruir nuestra democracia, tratándolos como un simple intercambio de votos, lo que acentúa la destrucción de nuestra democracia.
El Partido Socialista Obrero Español, ahora en el poder junto a la caterva marginal de comunistas, separatistas y terroristas, nunca ha creído en España como proyecto de futuro como no sea a través de una revolución que la destruiría, como demostró Largo Caballero en la II República. El presidente socialista que nos preside es un dirigente, el más peligroso para nuestra democracia, que nos precipita en contra de nuestro bienestar al estar llevando al límite la posibilidad de destrucción de una nación de más de quinientos años, no habrá Unión Europea que nos auxilie, hemos de ser nosotros los españoles quienes expulsemos de una vez por todas a semejante felón, ignorante y mentiroso. De una vez por todas, no más ignorantes y mentirosos dirigiendo la sociedad.