Aquella mañana las ambulancias del 061 corrían como nunca en dirección a las naves. Se había recibido el aviso de una avalancha. Una de tantas. Pero no, la triste realidad es que aquella sería la más grave registrada hasta el momento. El escenario de la escalera de la muerte, por donde todavía cruzan porteadores a la carrera ya que solo está tapada por un valla metálica que se puede mover con facilidad, constituyó, aquella mañana, el recuerdo imborrable de la tragedia. Bushra y Zhora habían quedado aplastadas por sus propias compañeras en una travesía del bulto cada vez más trágica. Igual de trágica que lo sigue siendo hoy. Soad, otra joven del mismo barrio que las dos primeras, la Condesa, en pleno corazón de Castillejos, se ha sumado al balance de pérdidas, esta vez en el lado marroquí, en la salida del ‘Tarajal II’. También en este lado murió en 2010 Hakima, otra joven tras recibir un corte en el cuello por parte de un agente que quería arrebatarle su bulto.
Son tragedias vivas de un comercio inhumano que se mueve siempre en un entorno hostil. Como lo fue para Bushra y Zhora, o como ahora lo ha sido para Soad, herida de gravedad el jueves y fallecida el domingo antes de poder ingresar en el Hospital de Tetuán.
¿Ha habido respuesta judicial a estas muertes? Ninguna. El caso de las muertas en Ceuta, judicializado en el número 6, quedó archivado al considerarse que no podían determinarse culpables de esa avalancha y por tanto responsables de ese homicidio imprudente. Tampoco hubo justicia para Hakima. El pueblo marroquí se levantó en manifestación hacia la frontera, protestando por lo ocurrido, exigiendo una justicia que nunca llegó. Son, ahora, las muertas del olvido reducidas a un número.
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