Toda persona le lleva a realizar cualquier cosa gracias a la interrelación a una serie de factores. Uno de ellos puede ser los sentimientos.
Con este preámbulo quiero dar paso a esta confesión que me hicieron hace ya unos pocos de años. Se mezclaron dos grandes actores. Una mujer ya de una edad bastante madura y con unas ganas locas de hablar ya que se notaba que en aquel ambiente pocos eran los que les querían atender y un chaval con paciencia a prueba de bombas que lo único que quería era tomar nota de lo que hoy os voy a relatar.
“Yo soy una mujer que nací muy lejos de aquí. Justamente en el otro pico de nuestra próxima Península Ibérica, en Galicia.
Sabes que allí existen muchas tradiciones de cosas misteriosas. Las meigas.
¿No te asustará el tema supongo? Yo nunca había tenido sueños. Bueno me refiero a cosas raras. Pero me enfrasqué en una serie de sueños durante unas noches. Yo la verdad que no sabía lo que me quería decir. Pero como no tengo miedo siguieron los mismos.
Me acuerdo del primero. Era un bonito y radiante día en el cual se me presentó mi madre. Estaba guapísima con una sonrisa en la boca como era clásica en ella y me empezó a decir: Nena quiero estar contigo.
Luego vi unas imágenes preciosas donde ella corría. Junta a ella había una figura de una niña pequeña. Yo estimé su edad entre los 5 o 6 añitos, tenía una melenita que le llegaba a media espalda, lisa, de color castaña. Vestía con un babi de color azul claro abotonada por la parte de atrás.
Lo estaba haciendo saltando en lo alto de una hierba verde con una altura que le llegaba tranquilamente hasta la mitad de las rodillas. Vi una serie de margaritas en la carretera, los colores iban desde el clásico blanco, al amarillo y el violeta. Nos acompañaba un perro grande de color marrón claro. Se notaba que ambas, tanto mi madre como la niña, eran felices por encontrarse en esa libertad. Aunque estuve disfrutando mucho de las escenas rápidamente relacione la misma con unas fotos que había visto hacia mucho tiempo. Mi madre las guardaba en unos álbumes. Los iba catalogando. Fueron hechas por mi padre.
Yo no creo equivocarme que eran mi madre y yo. Me enfrasco en unos recuerdos, de antaño, donde yo era muy feliz. Tanto por estar por aquellos parajes,, llenos de colorines, como por estar con mi querida y difunta madre.
¡Cuánto la echo de menos!.
¡Qué recuerdos tan bonitos!.
El perro era nuestro. No me acuerdo la verdad del nombre, pero sí que era un perro de los que domestican como Lazarillo, no me acuerdo ahora de su raza. Era muy bueno y noble. Tuve otro sueño donde me decía mi madre: Sabes que de las cinco niñas y cuatro varones que tengo eres mi preferida. Ahora te diré el porqué.
Tienes los ojos de mi padre, tu abuelo. Un color azul claro que enamora a cualquiera. Y a mí me cautivaste desde el primer día que abriste tus lindos ojitos y viste este mundo y a mí me regalaste una linda sonrisa que me hizo caerse al suelo mi alma.
Me trajo muchos recuerdos de él, que en paz descanse. Dicen que estos hombres y mujeres tienen dones especiales. Yo por mi experiencia lo certificó. Tu abuelo ha sido el hombre más bueno del mundo. Yo creo que tu también vas por el mismo camino. Cuida mucho a tu familia, no los dejes nunca desatendida. La mujer de su casa debe de ser siempre el timón del gobierno. Yo nunca deje de pensar que era una privilegiada por tener estos bonitos y añorados sueños. Por esto te confieso que siempre que me metía en la cama mis plegarias iban dirigidas siempre a ella. Estaba todavía viva y aunque no la podía ver por estar muy lejos de mi yo la sentía que estaba siempre junto a mi. Y eso era lo que yo quería. Tener la toda mi vida junto a mí”.
Mi amiga era una buena mujer. Me llevaba con ella para visitar a su abuela. Al tener yo coche era su taxista.
Cada dos semanas íbamos por la mañana temprano hacia un lugar de la zona malagueña. Pero me di cuenta que a parte de ser un transportista también me traía por otros motivos.
Cuando llegaba a la residencia me dejaba junto a su abuela y ella se marchaba con una enfermera que, por cierto, siempre era la misma, a dar una vuelta que podría rondar tranquilamente las dos horas.
Y yo me quedaba allí con su abuela escuchando el relato. Como pagaba ella todo y encima la conversación o mejor dicho monólogo me iba interesando nunca le dije nada de estar allí.
“Mi madre la verdad que siempre estuvo junto a mí. Recuerdo que cuando tenía broncas con mis hijos o cualquier incidente con algún cliente, en el trabajo, ella siempre me cogía por las noches y me daba unas lecciones. Yo muchas veces, lo reconozco a regañadientes, le hacía caso de sus consejos. Tengo que reconocer que salí victoriosa de muchas luchas que tuve. Destacar que era mucho más barato que las contadas llamadas telefónicas que podía yo entablar con ella. Dinero que no podía permitirme muchas veces. Y lo normal de escribirle no podía ya que no sabía leer ni escribir y no quería que nadie se enterara de cosas íntimas.
Y así los míos se hicieron mayores y una noche tuve un sueño diferente me dijo que ya le había llegado la hora.
Ella quería que la quemaran con el objetivo de que nadie tuviera que seguir cuidándola después de fallecer. Pero me pidió un favor especial. Que me llevara sus cenizas y que yo las tuviera y que el día que me fuera al otro barrio, al de los callados, fuéramos juntas donde decidieran sus hijos.
Yo la verdad que no me gustó mucho esta revelación. Pero sabía lo que tenía que hacer. Por eso cuando mis hermanos me dijeron que la ‘mamá’ había muerto yo agarré y emprendí un largo peregrinaje hacia mi lugar de nacimiento.
Reconozco que fueron muchas las horas donde lo único que quería es darle el último beso a mi madre.
Pero también estuvo junto a mí. Yo la notaba muy cerca de mí. Cada vez que cerraba los ojos veía a esa mujer tan bella. Lo que destacaba era esa sonrisa cautivadora, esas palabras que siempre salían de su interior con un tono que parecía que estaba hablando, en petit comité, con un chorro de voz pequeño. Siempre me decía ¿para qué quiero hablar fuerte?, para que se tengan que enterar los vecinos de nuestras cosas. De eso nada. Quien quiera saber que compre un libro. Y me decía una y otra vez: recuerda quiero estar junto a ti hasta que fallezcas. Yo pensaba cómo hacer todo. Era difícil burlar la vigilancia de mis hermanos. Pero algo tenía que hacer. Cuando llegué, después de casi 24 horas de viaje, me estaban esperando mis familiares después de besarlos nos metimos en una sala donde tenía que escuchar la misa. Y fue cuando apareció una persona. Era la encargada de la cremación de mi madre. Pero también fue mi vecino por muchos años. Aproveché está circunstancia y le invite a hablar en privado. Él me escuchó muy atento: Santi te tengo que pedir un gran favor. Cuando entregues la urna de mi madre dales una con algo de ceniza. Pero la verdadera la escondes y yo vendré por ella cuando pueda despistar a mis familiares. Él se quedó perplejo pero por la amistad que tuvimos aceptó el trato. Me facilitó un número de teléfono para cuando pudiera ir a por los restos de mi madre lo avisara. A los dos días tuvimos el aviso de que ya tenían los restos de nuestra mamá y fuimos todos a recogerlas e hicimos un largo recorrido hasta una ría en concreto. Allí esparcimos sus restos mortales por el mar. Como ella dejó en su testamento. Hubo mucho lloriqueos reconozco en este día donde en teoría mi madre iba a ser esparcida por unos lugares muy bellos de nuestra geografía gallega. Yo aunque mis lágrimas brotaban sin parar sabía que estaba montando una perfecta obra de teatro. Que la verdad me salió de primera ya que nadie se percató de la trampa que les estaba haciendo a todos mis hermanos”.
Después de salir de esparcir las cenizas de mi madre intenté quedarme sola. Mi hermana pequeña no me dejaba ni a sol ni a sombra y eso que soy una experta en excusas. Al fin lo conseguí. Busque una cabina telefónica y marqué los dígitos que me facilitó Santi. El cual me advirtió que estaba muy liado y que no tenía un hueco hasta el día siguiente. Me dijo que buscará un bolso grande ya que la vasija era grande y que tenía que buscar algo para poder disimular lo que le iba a dar dentro de pocas horas, era lógico no podía ir por ahí exhibiendo tal vasija a parte de dar el cante, podría peligrar el puesto de trabajo de mi vecino y no están las cosas como para tirar cohetes. Como tenía toda la tarde me fui a dar una vuelta por el centro y en una tienda vi una maleta tipo saquito grande. Lo escudriñé y le di mi ok para llevármelo. Estaba muy nerviosa. No pasaban las horas para llegar a la cita y tampoco quería toparme con nadie de los míos, así que decidí buscar un lugar para descansar y ponerme fresquita y cómoda. Por fin pude entrar en la funeraria. Allí me recibió Santi que me trasladó a su despacho donde me dio el objeto en cuestión. Sólo me hizo una pregunta ¿qué iba a hacer con los restos de su madre?
Yo le dije una verdad a medias que pensaba llevarla conmigo hacia Ceuta donde actualmente vivía y luego quería darle sepultura. Quería tenerla cerca de mí a pesar de que sus últimas voluntades fueran de que esparciera sus restos en aquella ría gallega. Yo no podía soportar esa maléfica idea. No podía darle más detalles. Él con cara de sorpresa me dio el objeto. No pudo o no quiso decirme nada más. Yo muy contenta cogí mis bártulos y me fui a la estación del bus para coger el primer medio de transporte hacia Ceuta. Después de muchas horas de viaje llegué a este pedacito de tierra española. Recuerdo que puse en el tren la maleta con la urna encima de los asientos de enfrente mía. Y por la noche vi perfectamente sentada enfrente mía, entre dos hombres que estaban acurrucados cada uno a una columna del medio de comunicación buscando una posición para poder dormir, a mi madre, tenía puesto un vestido largo de color negro que le llegaba hasta los pies y me empezó a decir: Nena por fin juntas. Veo que todavía me quieres. No seré una gran carga para ti. Te ayudare ahora con más fuerza, al estar muy cerca de ti. Te quiero mi amor. Todavía lloro cada vez que me acuerdo de esta escena. Nunca le dije a nadie lo que había hecho aquel día. Tampoco donde estaba mi madre. Pero si te digo que siempre ha estado y está muy cerca de mi. Procuraré que nadie sepa nada de estos términos. Sé que tu eres un hombre completo y que sabrás guardar este secreto por siempre. Confío en ti. Fue cuando apareció mi amiga acompañada de la enfermera y se despidió de su abuela. Ya no la vi más. Me comunicó mi amiga que había fallecido. Eso fue a los pocos días de esta última visita. Descanse en paz está pobre mujer.