Este pasado viernes un total de 711 ciudadanos, españoles y algunos marroquíes residentes en España que llevaban casi tres meses ‘atrapados’ en Marruecos, viajaban desde Tánger a Málaga. Un barco muy deseado por muchos y que por fin llegaba a puerto y atracaba en suelo español.
Karim fue uno de esos afortunados que ayer llegó a casa tras mucho tiempo fuera. Hace pocas horas que llegó a su casa en Madrid y aún está algo nervioso, pero por fin tiene entre sus brazos a su hija de seis años, Salma. “Aunque tampoco quiero abrazarla mucho por miedo”, cuenta.
A la niña se la escucha hablar y llamar la atención de su padre detrás del teléfono. “Ahora la tengo todo el tiempo encima”, comenta. Y es totalmente normal. Muchos han sido los niños que durante estos meses no podían abrazar a sus padres. Ayer, a pesar del confinamiento, para muchos de los que han vuelto fue el día de los abrazos.
Algunas historias sí han tenido un final feliz. Karim es un español de origen marroquí de 45 años, que lleva unos 32 afincado como residente en Madrid, donde le recibieron su mujer, su hija y su madre.
Viajó a Marrakech desde Madrid el día 9 de este mes junto al hijo de su socio “cuando aún todo era normal”. Karim tiene dos restaurantes de comida árabe en Madrid y junto a su socio están trabajando en la creación de un nuevo negocio de patinetes eléctricos en Marrakech, motivo por el que se desplazaron y cuya vuelta estaba programada para el 14 de marzo.
“Hay muchas historias muy duras que yo no sabía y me enteré durante el viaje”
No veía el momento de llegar a Madrid también por su trabajo, puesto que es el gerente de sus dos negocios que están cerrados actualmente. “Tengo que ir a la gestoría para ver qué voy a hacer con mis trabajadores”.
Tras intentar volver en avión sin éxito, pasar por Ceuta cuando aún estaba abierta la frontera y rellenar el formulario para los aviones fletados por Exteriores también sin éxito, “habría alguna baja de última hora para el barco y me llamaron”. Le avisaron el día antes de que saliera el buque, por la tarde, porque aunque no tenía coche estaba apuntado con otra persona que sí había viajado con su vehículo particular. “Tuve que buscar un coche corriendo, pero al final todo ha merecido la pena”, comentó.
Aunque está “destrozado” después de las “largas” colas que se formaron en Málaga para salir del barco, rellenar un acta de declaración de entrada que les repartía la Policía Nacional y las horas de viaje de madrugada, confiesa que aún tiene ganas de seguir ayudando a los que no pudieron subir al buque y tendrán que esperar a los próximos trayectos del 28 de mayo y 4 de junio.
Él ha sido uno de los que organizó a todo el grupo de atrapados en Tánger para acudir cada día a las 11.30 horas a las puertas del consulado y de los que ayudó a las personas que no tenían coche a contactar con las que sí lo tenían, pero todavía se siente impotente por “la gente que se ha quedado atrás”.
“Ayer en el barco me di cuenta de que hay muchas historias muy duras que yo no sabía y me enteré durante el viaje. Por eso mismo, la sensación que tengo es amarga por todos los que siguen atrapados en Marruecos”, contó.
Karim llegó ayer sobre las nueve de la mañana a Madrid, pero al entrar en casa no quiso hacer mucho ruido para no despertar a su familia. No les dijo nada de que volvía “para que fuera una sorpresa”. A su mujer no la vio hasta por la tarde porque ya se había ido a trabajar. “Mi niña estaba durmiendo y claro... abre los ojos y me ve ahí... Primero se quedó mirando y luego ya me saltó encima. Se creía que era un sueño”, relató.
La pesadilla de Salma ha terminado. Por fin está con su padre. Ojalá las historias de las muchas familias a las que separó el cierre de las fronteras puedan tener un final feliz pronto. Ese es el deseo de Karim.