Mil días estuvieron a la intemperie, convirtiendo los montes del Jaral en su segunda vivienda, transformando la solidaridad de unos pocos en su compañera. Mil días cumplidos esta misma semana que, a partir de ahora, quedarán atrás, en el olvido. Los indios que todavía permanecían viviendo en el monte han regresado al CETI, siendo admitidos por la dirección del centro. Han regresado al lugar del que huyeron temiendo una detención masiva y su posterior repatriación tras una auténtica odisea que comenzó en la India y terminó en Ceuta.
El grupo empezó con 54 componentes. Hoy superan en poco la veintena. En todos estos meses algunos han conseguido marchar a la península, el resto busca ahora la acogida institucional. El paso del tiempo ha hecho mella en el colectivo y la llegada del invierno ha puesto más difíciles las cosas. Las lluvias, que ya el año pasado les provocaron cuantiosos problemas, han vuelto con fuerza y la debilidad del grupo se hace patente. No les quedaba otra salida que solicitar el ingreso en el centro de estancia temporal, que ahora les ha permitido su entrada, tal y como han confirmado fuentes oficiales.
Ahora llega el momento de estudiar sus expedientes, al igual que se está haciendo con aquellos inmigrantes que habitan el CETI, que llevan años esperando una salida y que cumplen con la normativa interna marcada por la dirección. En los últimos meses se ha conseguido que, siguiendo estas directrices, más de ochenta inmigrantes -en su mayoría subsaharianos- hayan abandonado el campamento. Se trataba de colectivos de riesgo o de personas que llevaban más de tres años en Ceuta. Ahora permanecen en los centros que gestionan las oenegés en la península y que ayudan a que la integración de los inmigrantes sea menos complicada.
Esa es la puerta de la esperanza en la que siempre han confiado los indios. Un colectivo que se ha ganado el respeto en la ciudad, que ha conseguido su propia forma de ganarse la vida y que ha convertido el entorno del Jaral en su vivienda durante todos estos años.
Ahora han regresado a un CETI que poco a poco va recuperando su normalidad. De hecho las fuerzas de la Policía Nacional destacadas en el campamento han abandonado el lugar al reducirse el clima de presión y la conflictividad que dieron lugar a la generación de motines y se tradujeron en amenazas contra los trabajadores del centro.