Si hacemos un diagnóstico de la situación actual del mundo no parece que haya motivos para el optimismo y la esperanza. El cambio global ha alterado el frágil equilibrio climático, los especialistas hablan de la sexta extinción planetaria de muchas especies de animales y plantas, los ríos y mares están contaminados, la deforestación provocada por los incendios, la roturación de los suelos y la incontrolada urbanización del territorio ha acelerado el proceso de desertificación. Por si no fueran pocos los males señalados, la pandemia del COVID 19 está matando a miles de personas y ha parado en seco la economía. Las consecuencias sociales del coronavirus están siendo muy graves y no sabemos cuánto tiempo nos queda antes de que asistamos a importantes conflictos motivados por la desesperación de la gente ante la falta de unos mínimos ingresos económicos. Todo dependerá del tiempo que se tarde en controlar la propagación del virus y la efectividad de las medidas gubernamentales para que el motor económico vuelva a arrancar y se puedan recuperar los puestos de trabajos perdidos en estos días.
Ya nos están advirtiendo que la recuperación de la normalidad tendrá que ser gradual. No contamos con una vacuna que prevenga el contagio del COVID-19, ni tampoco está disponible un tratamiento eficaz que garantice la curación de aquellos que se contagien. Los guantes y las mascarillas se van a convertir en una prenda habitual y el distanciamiento personal en una nueva forma de relacionarnos. Será difícil que con esta nueva norma -la obligada separación física de nuestros semejantes- se permita que las tiendas, los bares, restaurantes y cafeterías se llenen como antaño. En general, en los locales públicos y privados se establecerán límites claros de aforo, como ahora se ha implantado en las farmacias y supermercados. A la fuerza deberemos reducir la ratio en las escuelas, institutos y universidades. No lo he leído por ninguna parte, pero es posible que los alumnos tengan que acudir a clase en días alternos para respetar el distanciamiento.
Nuestra disciplina se podrá a prueba y también la capacidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para controlar que estas medidas se cumplan y para sancionar a aquellas empresas y ciudadanos que se salten las nuevas leyes que a buen seguro se aprobarán en las próximas semanas. Las tensiones entre ciudadanos se van a dejar notar, sobre todo en países como España, poco acostumbrados a respetar las normativas y las leyes.
Los medios de transportes tendrán que reducir su capacidad y los desplazamientos estarán limitados. Veo difícil, por no decir imposible, que España reciba los ochenta y dos millones de turistas que nos visitaron el año pasado. Ni ellos podrán viajar a nuestro país, ni nosotros salir tan alegremente de España como lo hacíamos hasta ahora. El único turismo con el que podremos contar será el interior y con unos niveles mucho más bajos de los acostumbrados. La mal llamada “industria turística”, el pilar de nuestra economía, no sabemos si resistirá el terremoto del coronavirus. Muchas personas que viven de este sector no van a poder trabajar este verano. Cuando en el año 2008 sentimos con fuerza la onda expansiva del estallido de la burbuja inmobiliaria en EE.UU. se habló de reformar el capitalismo a escala internacional, y de iniciar una transición hacia otro modelo económico en España. Pero ninguna de las dos cosas se ha abordado en estos años.
Como ya expuso Ortega y Gasset en su obra “La España invertebrada”, nuestro país perdió en el siglo XVIII y el XIX el tren de la industrialización y el desarrollo de la innovación científica y tecnológica. Puede que en este último campo no estemos tan mal, tal y como defendió la semana pasada el presidente de Telefónica, el Sr. Álvarez-Pallete, en su magnífica intervención en el programa “Volver para ser otros”, dirigido por Iñaki Gabilondo. Según declaró el Sr. Álvarez, España cuenta en estos momentos con una de las mejores y más avanzada red de comunicación de datos y voz del mundo, considerada la mejor de Europa y la tercera más avanzada del mundo. La cantidad de fibra óptica supera a la suma de la instalada en Reino Unido, Alemania y Francia, y esto permite que la red se sostenga sin problema y con la misma calidad, a pesar de un incremento del uso superior al 40 %. La metáfora que utilizó el Sr. Álvarez enlaza muy bien con lo que en su momento escribió Ortega y Gasset: “es como si la Revolución Industrial a España la encontrara con el 80% del territorio cubierto por ferrocarril y con una máquina de vapor en cada empresa o en cada casa”. Ahora parece que la tercera revolución tecnológica, la digital, nos ha pillado preparados. Me gustó que el Sr. Álvarez se adelantara a la preocupación que muchos tenemos sobre el poder que las nuevas tecnológicas tienen para acceder a nuestros datos y conocer nuestros movimientos. En este sentido, manifestó que, igual que las revoluciones industriales decimonónicas motivaron la lucha sindical y el reconocimiento de los derechos laborales, esta revolución digital tiene que venir acompañada por un respeto al acceso a nuestros datos y la transparencia en la utilización que las grandes empresas y los poderes públicos pueden hacer de la información que disponen de todos y cada uno de nosotros.
En Ceuta disponemos de una red de fibra óptica FTTH, que es la tecnología de conectividad de banda ancha fija más avanzada el mercado, con un grado de implantación del 96 %. Esto nos permite alcanzar unos niveles muy altos de velocidad y una gran calidad en las navegaciones por internet y en la visión de la televisión de alta definición. La inmensa mayoría de los ciudadanos (81,4 %) tienen acceso a internet y el 95 % de las empresas ceutíes disponen de conexión de banda ancha para la comunicación de datos y de voz. Con estos medios estamos preparados para el teletrabajo, el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece internet para el ocio familiar y el comercio electrónico. Sin embargo, respecto a este último punto, seguimos siendo una isla aislada para la entrada y salida de mercancías. Llevamos años así y nuestras autoridades todavía no han solucionado un grave problema que perjudica a todos los ceutíes como clientes e impide que las empresas locales puedan participar en el comercio electrónico. Ahora, más que nunca, resulta imprescindible que las empresas ceutíes actualicen su modelo de negocio y permitan la compra por internet. Si los clientes locales no pueden acudir a las tiendas tendrán que ser éstas últimas las que acerquen sus productos a las casas de sus clientes. Para que esto sea posible es necesario que cuenten con páginas webs atractivas, actualizadas y con opción de compra y envío a domicilio.
Considero también importante que Ceuta avance con paso firme y decidido hacia la relocalización de la economía. En la medida de nuestras posibilidades, que hay que reconocer que son escasas, deberíamos tender hacia la autosuficiencia alimentaria y el desarrollo de la industria de uso y consumo. A pesar de nuestro limitado espacio es posible recuperar determinados lugares para la implantación de huertos, granjas avícolas y ganaderas, el impulso a la industria pesquera conservera que acompañen a las almadrabetas ceutíes o la producción de productos lácteos. Nuestro mar también podría albergar explotaciones de mejillones y micro-reservas marinas para el sostenimiento de una pequeña flota de pesca artesanal.
En el campo de la educación y la cultura también se abren nuevas oportunidades de negocio y empleo. La demanda de productos educativos, culturales y de ocio por internet va a crecer de forma exponencial. Y aunque la actividad turística se va a reducir de manera significativa es posible que emerjan modalidades de turismo más personalizadas o para grupos reducidos que busquen experiencias significativas relacionadas con la naturaleza y el patrimonio cultural. En términos generales, el cuidado del medioambiente puede que preocupe a un mayor número de ciudadanos y se incrementen los puestos de trabajo vinculados a la gestión medioambiental. De igual modo, y como ha declarado hace unos días el célebre sociólogo francés Alain Touraine, el cuidado de las personas dependientes se va a revalorizar de manera muy importante. Este yacimiento de empleo podría absorber una parte del importante volumen que está generando la crisis del COVID 19.
Como dije al principio de esta colaboración, no parece que tengamos muchos motivos para la esperanza y el optimismo. Nos ha tocado vivir bajo la amenaza de muchas catástrofes, pero, como he intentado transmitir a lo largo del artículo, la esperanza se abre camino. El nuestro no es un tiempo para hombres y mujeres de espíritu débil. Las sombras que proyecta la cima de la curva de contagios por el coronavirus nos da la medida de los retos que nos quedan por delante. Tenemos que seguir adelante sin hundirnos en la desconfianza y la pesadumbre. Contamos con unos medios mucho más avanzados que los que tuvieron a su disposición nuestros antepasados ante crisis similares a las que ahora estamos experimentando. Toca trabajar y luchar por la renovación de la vida. Cuando se expandieron los mortíferos contenidos de la caja de Pandora, los dioses, compadeciéndose de los seres humanos, les dejaron un regalo que les permitirían sobrevivir a cada plaga o maldad humana: la esperanza.