Ante el asombroso silencio que impera entre nuestras autoridades, que incurren en una omisión de su deber -y eso tiene un nombre bastante feo-, sale una asociación de la Guardia Civil a la palestra mediática para recordarnos que en cualquier momento puede suceder una tragedia en el Tarajal. Lo dice la AEGC. Tampoco hay que tener un máster para deducir que la situación de riesgo es evidente, que la misma supera a los guardias civiles y que se está incurriendo en una falta de protección a cientos de personas que son acumuladas a un lado de la acera sin discriminar a embarazadas, niños o discapacitados. Hay riesgo de aplastamiento, de avalanchas, de atropellos... Hay riesgo para todos ellos, también para los escasos guardias civiles que son encomendados a controlar una frontera dominada por Marruecos. Así estamos.
Resulta indecente que nuestras máximas autoridades no dispongan de los mínimos recursos para controlar lo que está pasando. Ya no solo hablamos de los accidentes trágicos que pueden ocurrir, hablamos de un bloqueo total y permanente a una frontera entre dos países, a una frontera sur, a lo que es un paso clave que ha sido olvidado por el Gobierno de España. ¿No se le cae la cara de vergüenza al ministro en funciones Grande-Marlaska de ver en qué condiciones se está prestando servicio en una zona que es de su competencia y que usted visitó hace un mes?, ¿no se le cae la cara de vergüenza al presidente de todos los españoles al permitir que nuestras puertas fronterizas se abran o se cierren según las órdenes que dicta otro país hasta el punto de tener a esta ciudad durante meses bloqueada por sistema?
La situación es gravísima pero más lo es la nula atención prestada para evitarlo por quienes tienen la obligación de hacerlo. La Delegación del Gobierno calla, no comparece, deja pasar los días esperando los resultados de unas gestiones -eso nos dicen- obviando su obligación de responder ante la ciudadanía para contener esta situación.
La Ciudad Autónoma con el alcalde a su cabeza tiene sus propias obsesiones y entre ellas no está la de atender con la urgencia debida el conflicto que tenemos o poner remedio dentro de sus competencias a una situación de descontrol que empieza en el Tarajal y termina en la Almadraba, espacio convertido en un gran zoco de Castillejos que no lo reconoce ni la madre que lo parió.
Son conocedores de lo que está sucediendo y callan en una muestra cobarde de gestión política que los que aquí vivimos, sencillamente, no nos merecemos.