El arte se lleva en la sangre, no se engañen. El ADN nos marca como a las bestias el fuego diciendo de dónde venimos y adónde vamos.
Dos hermanos robaron en el hospital Álvaro Cunqueiro mientras la mujer de uno de ellos daba a luz. El alijo no fue muy cuantioso porque aparte de un osito natal con dedicatoria para el recién nacido, solo dinerillo de andar por casa sustrajeron después de recorrer habitaciones y dependencias. Salvo eso, solo es destacable la visita a la capilla del centro donde saquearon del sagrario, un copón y unas formas consagradas. Los agarraron con 370 míseros euros por los que los han condenado a un año y algunos meses de hospedaje obligado a cargo del Estado, donde ya uno de ellos había reservado habitación recibiendo esta sentencia estando de ocupa dentro.
Me da por pensar en ese crío y si vendrá dopado a la vida de genes huidizos y sustractores o si será el genio que descubra cómo el genoma humano no está hecho para hacernos la existencia más larga, sino infinitamente más dolorosa. Pienso, por pensar ya ven, la diferencia que habrá entre que salga hurtador a pie de habitación de hospital con su parienta pariendo o banquero regocijado, estrechador de manos y vendedor de acciones que no se cobren más que en los juzgados. Quizás se haga político y nos dé coba por años o salvador de patrias y siempre viva sin dar palo al agua o se vaya por la puerta grande sin haber doblado el lomo, como Consejero de una eléctrica. Hay un juego infinito de posibilidades, pero una muy grande de que acabe visitando a su padre y a su tío en la cárcel, viviendo solo con su madre, estudiando a duras penas y creciendo en esa calle que quizás enseñó a la familia las reglas del 3 por 4 de entrar en habitaciones para sacar algo de calderilla con la que salir del parche. Triste niño recién parido que su primer peluche fue robado y llegó a la vida de prestado con formas consagradas y copón hurtado. Pobres de todos nosotros que solo vivimos para tomar, gastar y mirarnos el ombligo; Hijos y herederos de la Tierra contaminada, tembladores porque la Bolsa suspira, pero no porque nuestro vecino muera de soledad, vejez y pena. No está la historia contada desde el primer capítulo de nuestra vida, pero a nuestro niño le va a ser difícil salir del arroyo, lavarse la cara y trabajar para llegar a algo porque los genes mandan, pero más aún las compañías o el mensaje del osito que ponía “bay baby” con un presentimiento certero de que su padre huiría a paredes que no ven el sol y patios sin árboles, ni pájaros más que de mala muerte.
No se puede encerrar un Kyubi en el corazón de un niño y después decirle que pelee por su vida, porque las entrañas marcan quemándote las consecuencias. Si se ponen a pensar en los pasos que dieron contabilizados por un podómetro de habitación en habitación ( de la capilla a otra dependencia, mientras esa mujer paría sola al descendiente de la saga) verían que como dicen los carteles del Dia, “el robar no compensa”, aunque si lo dicen en los carteles es porque alguien les roba todo los días sino las alarmas, las cámaras y las medidas de seguridad no se pondrían.
Estamos en un mundo raro, donde no nos sorprende nada, no lloramos más que por gatitos de memes y la sexualidad es exposición porque las ubres se han convertido en tetas que adorar en santidad de copones electrónicos sin formas consagradas. Un niño ha nacido mientras su familia hurtaba. Puede que sea el descubridor de lo que nos llevará al espacio o el pensador más grande jamás parido, porque nacer en un pesebre no te hace automáticamente carpintero. Solo lo tendrá infinitamente más difícil, como todos los grandes que plegaron sus presagios familiares y se los echaron a la espalda, como los grandes héroes griegos que lucharon con los cíclopes y las sirenas, como ese niño sin padres que estudió sin ayudas, con el respaldo de nadie. Porque ser Nadie lo mismo te ayuda a sobrevivir sin que te traguen unas fauces.