El mundo maya se extiende sobre cinco países de América Central: México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.
Tras la conquista de América Central por los españoles, la civilización maya, ya en decadencia, suscitó numerosos interrogantes, sobre todo a partir de los siglos XVIII y XIX, cuando fueron descubiertas de nuevo las ciudades escondidas en la selva.
Salvo algunas personalidades, como Diego de Landa, los españoles se interesaron poco por el pasado de la región. El estudio de la civilización maya se desarrolló gracias al esfuerzo de europeos y americanos, viajeros aventureros primero, y arqueólogos profesionales después, que consiguieron poco a poco penetrar en los misterios del mundo maya.
Los mayas son el único pueblo del continente americano que desarrolló una escritura con la que se puede expresar cualquier pensamiento y discurso por medio de una combinación de signos. También fueron los primeros en medir el tiempo en “cuenta larga”, es decir, partiendo de un punto imaginario correspondiente al año 3114 a.c.
Paradójicamente no inventaron, al parecer, ni lo uno ni lo otro, sino que heredaron sistemas ya complejos construidos por los sucesores de los olmecas, en la costa del Golfo de México.
Durante mucho tiempo se consideró a los mayas, frente a los sanguinarios aztecas, como un pueblo de intelectuales no violento y poco inclinado a los sacrificios sangrientos. Los últimos descubrimientos demostraron, no obstante, que, aunque el número de víctimas fuese inferior al de sus vecinos, el sacrificio humano era un rito importante en la religión maya desde sus orígenes.
La iconografía y los textos de la época clásica revelan igualmente que, tanto el sacrificio ajeno como el propio, tenían el mismo valor, el de un pago a los poderes naturales y sobrenaturales que era indispensable efectuar si se esperaba algo de ellos.
Las escenas de sacrificio raramente están representadas en los monumentos; en cambio, son frecuentes los instrumentos asociados a imágenes del sol nocturno o del jaguar, su animal emblemático. Los destinatarios del sacrificio eran, pues, sin duda, el Sol, al que se le confería la fuerza de renacer al día siguiente, y a la Tierra, a la que se fecundaba.
Aparte del arrancamiento del corazón, se practicaba la decapitación, así como el sacrificio por flechas. Los mayas elegían, según criterios que se ignoran, entre una u otra forma de sacrificio, pero podían practicar también la doble inmolación, es decir, la extracción del corazón -destinada al Sol-, y la decapitación, cuyo chorro de sangre permitía apagar la sed de la Tierra.
Pese a impedimentos técnicos muy concretos como la carencia de metales, animales de tiro, o de la rueda, los mayas fueron los primeros constructores de Meso América. Su arquitectura estaba encaminada, desde sus comienzos, a impresionar por su monumentalidad. Se distinguen diversos tipos de edificios de gran envergadura cuya función es, en muchos casos, difícil de establecer, pero que responden a ese deseo de elevación: los templos-pirámides (símbolo del vínculo entre el cielo y la tierra), los palacios y los edificios de forma intermedia.
Centrándonos en nuestro periplo por la República de Belice, antigua Honduras Británica, Belice es independiente desde 1981. Los antiguos mayas construyeron allí numerosas ciudades (Altum-Ha, Lubaantun, Xunantunich...) La actual Repúlica de Belice limita al norte con México y al oeste con Guatemala. Se extiende sobre 290 Km. a lo largo del mar Caribe. Su capital es Belmopan, aunque el entramado económico radica en Belice ciudad. Otras de sus ciudades más importantes son: Corozal, Punta Gorda y San Ignacio. Su clima es típicamente tropical y la estación lluviosa va desde junio a noviembre.
La republica de Belice, hace las delicias de los amantes de los fondos marinos y, concretamente, de los entusiastas de la imagen submarina.
Los arrecifes de coral del Caribe apenas tienen más de veinte mil años y se desarrollan sobre los restos fósiles de corales más antiguos destruidos durante las últimas glaciaciones. Los corales continúan su lenta consolidación en las aguas cálidas y claras, formando así una barrera que alberga un “oasis marino” singularmente rico. Sin embargo, el frágil equilibrio natural compuesto de corales, esponjas, algas calcáreas y varios centenares de especies de peces, está amenazado por la degradación causada por el turismo y la intensificación de la pesca comercial.