Mañana se cumple una semana de la muerte de un menor. Su cuerpo fue trasladado a Marruecos, donde su familia pudo rezarle y despedirle. Hasta Ceuta se desplazaron dos de sus tíos, rotos de dolor, destrozados por la muerte de Mohamed, demasiado pronto. Hoy sus restos descansan en Chaouen. Punto y final de una historia cuya publicación ha demostrado la crueldad y la maldad de parte de una sociedad cuyo único comentario en torno a este caso se ha resumido en una frase: ‘uno menos’. Sigo sin entender cómo la Justicia no actúa de oficio contra toda esa serie de mensajes en los que se congratulan de la muerte de una persona y se carga contra una madre y su familia sin tener ni idea de los motivos que llevaron a lo acontecido. Los hay que reducen todo al puto dinero y ya se preguntan cuánto tardarán en pedir indemnizaciones. La maldad en estado puro que domina nuestros tiempos, la maldad en estado puro que cada vez se oculta menos, plasmándose en comentarios pero también en tertulias abiertas en la calle, sin esconderse.
Aquí nadie ha pedido dinero, aquí ha habido mucho dolor y mucha pena por el fallecimiento de quien era solo un niño, de un chico enfermo, que vivía en el puerto para intentar escapar arriesgando su vida. No creo que a nadie en su sano juicio le guste esa vida, le guste olvidarse entre consumos de cualquier sustancia que le aparte de una realidad dura, le guste permanecer así día tras día esperando que algún día pueda cumplirse el reto. No, no creo que a nadie le guste, pero en la crueldad cada vez más extendida nos empecinamos en tildar de monstruos a todos y de ver intereses.
Mañana se cumple una semana de un suceso que ni siquiera ha generado una reacción más allá de la sentida entre quienes le conocían. Es como si nos hubiéramos acostumbrado a entender como normal algo que no lo es. Y esto es tan jodidamente enfermizo que cada vez resulta más complicado encontrar una respuesta a toda esta sinrazón. Ha muerto un chico que muchos conocían, un chico de la calle, pero no pasa nada más allá de convertir en aún más negro el futuro de buena parte de la humanidad.
¡Qué buena es Ud. Echarri ! Pero todavía no hemos visto que se haya llevado a uno de estos "menores" a su casa y lo esté manteniendo, porque no basta solo con predicar, sino también dar trigo. Pero no; eso que lo hagan los demás Y pongo menores entre comillas porque para mí, menor es un niño de 10 años, pero con 17, ya es un adulto hecho y derecho, que ha entrado en un país que no es el suyo, sin papeles, vulnerando sus leyes, las que regulan la entrada en cualquier país. Pero no me alegro de su muerte ni se me ocurrirá decir "uno menos" porque al fin y al cabo era una persona y todas las personas merecen respeto, pero esas personas también deben respetar, y a quién hay que culpar de lo sucedido es a Marruecos, a su país; que tiene sumido en la miseria a sus habitantes y contempla plácidamente como otros se ocupan de los problemas de su gente y sobre todo de sus jóvenes, mientras pone la mano para recibir millones de euros destinados a esos fines, pero sin hacer nada por remediar esa situación. Y esto desgraciadamente, seguirá sumando.
Indignarse, indignarse, indignarse.Nos hemos convertidos en profesionales de la indignacion lo que nos hace creer que somos buenos o al menos no como “esos publicanos”.
Por supuesto que reacciones en Ceuta, ciudad todo menos progresista, por el estilo de “uno menos” o “no es de nosotros” son inadmisibles y demuestran que los criterios humanistas de base de la sociedad estan marchitados. Pero seria mas conveniente preguntarnos como hemos llegado a ese punto. La izquierda “societal” que no social, da la espalda a problemas de gente modesta que sufre agresiones y que no encuentra eco mas que en pescadores de aguas revueltas. Cuando un sociologo (Eric Fassin) afirma descaradamente que las agresiones sexuales de Colonia son una reaccion simbolica anticolonialista no nos sorprendamos del auge de partidos de extrema derecha. Sin duda no tiene hijas! Transportarse en ciertas lineas del metro de ciudades como Paris, Toulouse, Colonia, Lille, da miedo. Por supuesto las elites no utilizan ese medio de transporte, ni se hacen quemar los coches con los que los asalariados pobres va al trabajo.