He buscado con ahínco en mis recuerdos el momento preciso en el que conocí a José Luis Navazo, pero no lo he encontrado. Tuvo que ser en torno al año 2002 o 2003. Por aquel entonces José Luis trabajaba en Ceuta como monitor de un taller de empleo dedicado a los trabajos verticales. No era su primera experiencia laboral en el sector de la formación profesional no reglada. En su tierra natal, Asturias, había impartido cursos relacionados con actividades de ocio y guía de la naturaleza. Era un gran conocedor de la vida en los bosques y dominaba las técnicas de orientación y supervivencia. Con este bagaje profesional y sus inquietudes en el campo de las humanidades no fue extraño que al conocernos congeniáramos. Nuestra asociación estaba dando sus primeros pasos y José Luis se ofreció a colaborar con nosotros en la organización de varias actividades, como una ruta por los fuertes neomedievales o una visita a la ciudad marroquí de Xaouen. Fue en esta ocasión en la que José Luis demostró su interés y conocimientos respecto al pasado y el presente de Marruecos.
El interés de José Luis por el país vecino se puede decir que le vino por línea genética. Un antepasado suyo participó en el desembarco de Alhucemas y siempre se mostró interesado por conocer los detalles de la Guerra del Rif y de la previa Guerra de África. Recuerdo la ocasión en la que fuimos de excursión con nuestras respectivas parejas por la parte del Rif para visitar algunos de los escenarios del conflicto con las tropas de Abd el-Krim. Demostró ser un experto en esta guerra, no solo en la parte libresca, sino también en la geográfica y antropológica. José Luis era de los que le gustaba echarse la mochila a la espalda y perderse varias semanas por los pueblos y cabilas del norte de Marruecos. De manera muy sincera y profunda José Luis amaba a Marruecos y a sus gentes, sobre todo a los nobles pobladores de las montañas y los valles del reino alawita. También conocía muy bien la política y la vida cultural y artística de las principales ciudades del norte de Marruecos, en especial de Tetuán. Allí estableció su hogar y formó una familia junto a Samira, una bella, cariñosa e inteligente mujer marroquí. Los frutos de este matrimonio fueron María e Elías. Aprovechamos la ocasión para expresar nuestro pesar por el fallecimiento de un ser tan querido para ellos y para nuestra familia. Haremos lo que José Luis siempre quiso: que mantuviéramos la amistad entre las dos familias pasase lo que pasase con su enfermedad.
Como hemos comentado con anterioridad, José Luis amaba a Marruecos y por encima de todo a su país, España. Dado su carácter combativo y valiente, su amor a ambos países se tradujo en una lucha abierta contra el fanatismo religioso y el terrorismo islámico. Haciendo gala de una gran audacia denunció en sus colaboraciones en la prensa la infiltración de determinados grupos radicales en el entramado social y religioso de Ceuta y en la mayor parte de las ciudades del norte de Marruecos. Decía lo que él consideraba que era la verdad, sin ahorrarse nombres y apellidos. Esta actitud le causó no pocos problemas personales y judiciales, incluyendo amenazas de muerte, pero siguió adelante hasta el final. No le gustaba dar un paso en falso y sabía muy bien lo que tenía que hacer. Nunca se amedrantó, ni siquiera ante la muerte lo hizo. Sus investigaciones periodísticas sobre las recientes protestas en el Rif no gustaron a las autoridades de Marruecos y motivaron su expulsión del país. Lo pusieron con la ropa puesta a él y a su compañero Fernando Sanz del periódico digital “Correo Diplomático” en el paso fronterizo de Ceuta con la prohibición de volver a entrar en Marruecos.
Fueron muchas las muestras de apoyo que recibieron José Luis y Fernando. La expulsión había sido arbitraria y contraria al derecho internacional. Ni siquiera le dieron oportunidad de recoger sus enseres personales y medios de trabajo, como los ordenadores personales o las cámaras fotográficas. Todo se quedó en el domicilio de José Luis y Samira. Pasaron los días y las semanas y las autoridades de Marruecos no cedían ante las gestiones diplomáticas para que José Luis pudiera regresar con su familia. La desesperación de José Luis fue en aumento. Lo pasó realmente mal. Echaba de menos a sus hijos y a su mujer, así como anhelaba sus apreciados libros y apuntes. José Luis quería a Ceuta, pero el ambiente de esta ciudad le asfixiaba. Lo que a él le gustaba eran los espacios abiertos y la posibilidad de coger su macuto y perderse durante un tiempo por los montes. De esta necesidad vital de José Luis se alimentaba su sueño de volver a poner en marcha su albergue de montaña en los Oscos de Asturias, que fundó a mediados de los años ochenta. Para José Luis el albergue “Vega del Carro” era su “refugio material y espiritual”.
José Luis tenía muy clara la importancia de contar con un “refugio material y espiritual”. Muchas veces hablamos de la galopante crisis medioambiental, económica, social, política y cultural que está conduciendo a la humanidad hacia un callejón sin salida. El probable caos civilizatorio que puede estallar en cualquier momento debería pillarnos preparados y con un plan de supervivencia para nosotros y nuestros seres queridos. Fue José Luis el que nos animó a tener preparado en casa un mínimo kit de supervivencia constituido por víveres, agua y camping gas para cocinar, así como otros elementos necesarios para ser autosuficientes durante algunos días antes de poder trasladarnos a un refugio mejor equipado como el que tenía José Luis en Asturias. Al lado de nuestro amigo José Luis no hubiéramos tenido ninguna dificultad para sobrevivir en una situación de crisis extrema.
Además de servir de refugio material, en caso de necesidad, el albergue de “Vega del Carro” era su guarida espiritual. Tenía pensado convertir las antiguas caballerizas del albergue en la sede su espléndida biblioteca. Siempre que nos veíamos me habla de este proyecto suyo. Contaba conmigo para ayudarle a empaquetar los libros de una manera ordenada y trasladarlos al albergue asturiano. No era extraño que quisiera contar con mi ayuda para esta tarea, ya que buena parte de nuestras conversaciones giraban en torno a los libros. Hablamos mucho de arqueología, de historia, de mitología, de escrituras de la naturaleza y, en los últimos meses, de espiritualidad. Él era un gran conocedor de las obras de Teilhard de Chardin y sus teorías sobre la cosmología evolutiva y la cristología. En nuestras conversaciones yo introducía otras ideas complementarias a las de Chardin, de autores como Jung, Gebser, Campbell y Eliade. Por esta razón no dudó en pedir a nuestra amiga común África García, propietaria de la librería Totem, el mismo libro que yo había leído unas semanas antes: “El cosmos arquetipal” de Keiron Le Grice (editorial Atalanta, 2018). La lectura de esta obra, según me comentó José Luis, le ayudó a establecer una relación directa con lo divino y reconectar con el orden del cosmos. Tal fue así que desde ese momento recibí mucho mensajes suyos con noticias relacionadas con la astrología, la física cuántica y los campos mórficos.
Mis muchos años de amistad con José Luis Navazo me han permitido conocer con detalle los rasgos de su personalidad. Quisiera descartar de ellos su valentía, honestidad, energía vital, lealtad, generosidad y estoicismo. Buena prueba de esto último era que su libro de cabecera, en los días previos a su operación, fue un compendio de las obras de Séneca. Las enseñanzas de este preeminente estoico le ayudaron a afrontar la enfermedad con serenidad, valentía y ganas de luchar. Era estoico también en otros aspectos de la vida. No necesitaba mucho para vivir y prefería invertir más dinero en alimentar su intelecto y su alma, mediante la compra de libros, que hacerlo con su cuerpo. También era austero en las expresiones orales de afecto. Un fuerte abrazo era suficiente para expresarnos la mutua amistad que nos profesamos. La última vez que fui a verlo al hospital, pocos días antes de fallecer, tuve la oportunidad de decirle que había sido un honor ser amigo suyo y que podría contar conmigo para lo que necesitase. Él mismo me confesó que la muerte le acechaba y que se acercaba el final. No vi en sus ojos ninguna expresión de miedo, más bien de aceptación de la “brevedad de la vida”. Como escribió Séneca “cuando quiera que le llegué su último día, un hombre sabio jamás vacilará en presentarse ante la muerte con paso oscuro”.
José Luis Navazo nos ha dejado demasiado pronto. Por desgracia no ha visto cumplido su deseo de reactivar el albergue de “Vega del Carro” o recuperar sus libros. Antes del diagnóstico de su enfermedad sufrió mucho por la forzada separación de su familia. Una familia que ha estado a la altura del triste trance de su enfermedad. Samira, su mujer, se ha volcado en su cuidado y le han acompañado hasta su último aliento con una admirable fortaleza, cariño y paciencia. José Luis se ha ido tranquilo sabiendo que sus hijos quedan en mano de una mujer extraordinaria. Ellos le echarán mucho de menos, como también lo estamos haciendo ya sus amigos. Se me hace difícil pensar que ya no volveré a ver y mantener extensas y profundas conversaciones con José Luis. No es fácil encontrar amigos tan leales como él. En verdad, como escribió H.D. Thoreau, no podemos tener demasiados amigos. Por esto motivo perder un amigo deja un vacío en nuestra alma. Descansa en paz, querido amigo.
José Luis Navazo fue una persona íntegra y gran conocedor de su realidad próxima. Sabio en diferentes materias vivió a su estilo de hombre libre y consecuente. Lo traté con afecto en la época de miembro de la ASPET, la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo y en los tiempos de su albergue en Vega del Carro en Santalla d Oscos. Siempre en el recuerdo.
Le conocí en el año 1986, disfrutamos en su albergue de Santa Eulalia de Oscos, enorme colección de libros tenía allí en su casa, donde nos alojó. Era un alma libre, todos los años subía a Gijon a dar cursos, pero regresaba a Ceuta, es verdad k amó a Marruecos y sus gentes, contaba con amigos en sus pueblos ; descansa en paz, hasta volver a vernos.
Guerreru, siempre guerreru y luchador. R.I.P.
Sincero, sentido y justo homenaje a la memoria de mi primo. Gracias!
Así era José Luis Navazo, una persona firme en sus convicciones, defensor de la verdad y amigo de sus amigos.
Buen homenaje de amigo