Ya era un nuevo día y me dirigí nuevamente al pueblo allí estuvimos hablando con mucha gente y mira por donde encontré a un pariente.
Se me presentó como un primo lejano mío. Mi abuela tenía hermanos y uno de ellos se llamaba Julián. Este a su vez tuvo hijos y el más pequeño de todos que se llama Miguel, pues era este pariente. Más primos imposible. Y lejanos también. Ya que yo nunca había coincidido con él. Y eso que tenía más o menos mi edad, los 46 años. Pero las diferencias entre las familias habían sido muy decisivas para no entablar relación. Sin embargo mi madre se acordaba perfectamente de él y me dijo que muchas veces había estado en la casa. Y en este sentido me lo ratificó él. “Sí, yo estuve en vuestra casa muchas veces hasta que tuve un incidente muy raro que me hizo pensarme dos veces ir más allí. Me acuerdo perfectamente que era verano y estaba con ustedes en la piscina. Ya era tarde había oscurecido cuando, de repente, escuché detrás mía a alguien que me dijo: ‘oye niño no quiero verte mas por aquí’. Mire para atrás y vi perfectamente a un hombre con unos cuernos y unas barbas grandes. Llevaba un tridente en la mano izquierda, e iba vestido todo de negro y me entró tal gallinería que salí como alma en pena que lleva el diablo, o sea, como una bala de cañón. Todavía me están esperando en tu casa desde que me ocurrió este incidente”.
Yo le quite hierro al asunto e incluso lo invite a una pinchitada que iba a realizar en próximas fechas. Él con mucho respeto y tacto, se le vio venir muy claramente, me dijo que se lo pensaría. Después de esta revelación fue cuando nuevamente mi cabeza empezó a darle vueltas. Yo pensaba que podría ser mi abuela, pero después de tener este matiz nuevo no podía decir que sólo existiera un solo fantasma. Podía que hubiera más de uno. Era una nueva interrogante que me había planteado. Sé que eran especulaciones pero de algo hay que vivir. De ilusiones que es lo mismo. La tarde volvió ante nosotros, deseaba descansar un poco y me quedé en casa. Hice una llamada telefónica a mi mujer y le di la novedad que estaba ahora muy tranquilo gracias a cambiar la estrategia y cansar a mi madre. Ella me dijo que podría ser tranquilamente ella la que indujera a que vinieran los “entes”. Me levantó nuevamente las orejas y me hizo pensar que podría también ser un poco de llamar la atención. Aunque lo que yo viví ese día no creo que ella pudiera hacerlo. Y vino la noche, me lo pensé y le di las pastillas especiales a eso de las 10 de la noche y al poco tiempo se quedó dormida. Esta noche tuve una nueva visita entre mis sueños.
Se me presentó como el abuelo Tomás. “Tú no sabes lo que es tener a una niña después de que la abuela hubiera tenido infinidad de abortos. Tuvo la culpa un nuevo ginecólogo que vivía en Madrid pero que venía de Argentina. Me lo recomendó un buen amigo médico que se enteró que era una eminencia. Y no se equivocó. Consiguió él sólo una cosa que llevábamos buscando más de veinte años. Fue una niña preciosa que se parecía íntegramente a su madre. Dio en el clavo. Era el mejor regalo que me podían dar. Eran muchas las ilusiones que teníamos en ella. Y en especial buscar a alguien que pudiera cuidar de nuestra fortuna. Cosa que al final se quedó ella dentro de unos términos muy especiales. El repartir la fortuna entre todos sus hijos, pero que no se rompieran las viviendas ni tampoco las fincas. Por eso ustedes no sabéis nada. Hasta que muera ella no se sabrá tal término”. Me quedé petrificado con esta revelación. Sería mi subconsciente o estaría diciendo la verdad este hombre del más allá, que se había identificado como mi abuelo Tomás.
Esto me estuvo comiendo el coco hasta que me levanté de la cama a eso de las 8 y media. Me di una buena ducha y empecé a hacer el café para el futuro desayuno. Mi madre se levantó a las 9 y pico y ya estaba yo esperándola para hacerle un pequeño interrogatorio. Pero en el ultimo segundo me arrepentí. Podría ser una bomba muy fuerte y no poder salir de ella. Era mejor buscar otra alternativa.