Por dos grandes razones, la ciencia ciudadana está viviendo un auténtico auge en la actualidad. Por un lado, porque la gente cada vez está más concienciada y quiere participar en el cambio y en la protección para el medio ambiente. La otra se debe a que los recursos económicos para la conservación de las especies cada vez son más limitados y empieza a ser más necesario el apoyo desinteresado y voluntario por parte de los ciudadanos para poder realizar proyectos que contribuyan a la conservación del medio natural. Estas son las principales causas que identifica Beatriz Martín, experta en aves de presa, para entender esta situación.
Doctora por la Universidad Complutense de Madrid, define como ciencia ciudadana la participación de cualquier ciudadano de a pie, que no tiene por qué necesariamente tener una formación previa o formación científica, y que por deseo propio se involucra en algún proyecto en el que con su participación puede aportar un valor útil a los científicos o a los gestores que posteriormente se van a encargar análisis o a tomar medidas de conservación. Martín también le resta importancia a un concepto que a simple vista parece complicado: el big data aplicado al estudio de las aves marinas. “No es más que intentar aprovechar una información que cada vez es mas abundante y, sobre todo, más accesible a todo el mundo; sin embargo, como los coge gente muy diferente, no son datos con la limpieza que puede obtener un investigador que tiene todas las variables controladas”, explica. En cuanto a la concienciación por parte de la sociedad, se muestra optimista, aunque recuerda que “si cuidamos los plásticos que utilizamos o los envases, se contaminará menos el medio marino y se contribuirá a la conservación de estas especies”.
A pesar de que admite que el problema en sí no tiene fácil solución, comparte una interesante reflexión. “Estas especies se encuentran en la parte más elevada de la cadena alimentaria, por lo que representan unos buenos indicadores de cuál es el estado del medio marino. Si conseguimos que estas especies estén en buen estado de conservación, asumimos también que estará bien todo lo que hay detrás, es decir, todo el resto de la cadena alimentaria. Además, destaca cómo se están realizando esfuerzos sobre las capturas accidentales relacionadas con la pesca, donde un buen número de aves mueren de manera accidental, así como en delimitar áreas marinas para ser protegidas, ya que hasta hace poco tiempo no estaba tan claro cuáles eran esas zonas de cara a proteger determinadas especies. Para finalizar, recuerda que, como españoles, en cierto sentido tenemos algo de responsabilidad en la conservación de la pardela balear, “una de las especies más amenazadas del mundo”.