Comienza la temporada de vacas gordas en lo referente a estrenos de cine y esta Green Book se erige como una de aquellas destinadas a copar aplausos y buenas palabras posteriores.
Cinco nominaciones a los Oscar avalan esta producción, entre ellas la de mejor película, actor y actor de reparto. Casi nada. La cinta, basada en hechos y personajes reales (con guion parcialmente escrito por el descendiente del protagonista de la historia en la vida de carne y hueso) y ambientada en los recalcitrantes años sesenta estadounidenses con la estela del racismo siempre presente. Trata de un italoamericano originario del Bronx que hace de chofer y mucho más a un exitoso pianista negro que hace una gira cargada de lógicas dificultades por el profundo sur de Estados Unidos.
Rodada en forma de comedia dramática, la historia se nos muestra cómplice con un público que saldrá encantado de la sala comercial, aunque se sepa de antemano todo lo que nos cuenta y nos pretende transmitir. Se trata de una historia de amistad y superación de barreras tipo Paseando a Miss Daisy, con toque de personaje gruñón a lo Gran Torino bastante amable y ligera de ver, con una química entre protagonistas evidente y con situaciones que causan la emoción en algunos casos y la risa en otros de manera irremediable.
Por parte del reparto nos encontramos a un Viggo Mortensen imperial, nominado al Oscar por su trabajo, media película, que no por saber que es un actor descomunal se hace menos elogiable verle mutar en cada papel como un camaleón. Aquí hace de un tipo zafio y blanco de mucho recorrido vital y mundología, un “listo de calle”, que diría Stallone, que tiene que convivir con un refinadísimo hombre de piel negra en plena coyuntura racial. El segundo lo interpreta con similar mérito un Mahershala Ali (Los Juegos del Hambre 1 y 2, Figuras ocultas, Moonlight) igualmente nominado al Oscar en la categoría de actor de reparto. Ambos hacen un equipo perfecto bajo las órdenes de Peter Farrelli.
Astuta y dinámica, la película llega al respetable y funciona como un reloj suizo recién estrenado. Las cotas de interés que logran el seguirle los pasos a estos dos extraños compañeros de viaje y la evolución de su relación interpersonal. Un caramelo (con azúcar), una delicia de película que a pocos importará lo previsible que puede llegar a resultar.
Para no perdérsela y no perderse una propuesta de actores, a la antigua usanza, basada en un guion consistente y el poso que deja aquello que se hace con buena mano y conocimiento de causa. Otro asunto distinto es si este año dará para que se alce con los galardones a los que opta, quizá de manera ligeramente exagerada. Lo veremos, lo veremos…