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En el año 2009, la Jefatura Superior de Policía dijo que para garantizar la seguridad en el polígono solo se podía admitir a 2.500 porteadores; esta semana hubo más de 10.000
El cierre del ‘Tarajal II’ es un reflejo no solo de una política fracasada sino también del incumplimiento de acuerdos alcanzados en su día entre la propia Ciudad Autónoma y la Delegación del Gobierno. Los protocolos firmados en el año 2009 tras la muerte de dos porteadoras aplastadas en el polígono no se están cumpliendo, como tampoco las normas y advertencias que se pusieron encima de la mesa cuando José Fernández Chacón era delegado del Gobierno, junto al que todavía es presidente de la Ciudad, Juan Vivas.
Acosadas por la tragedia, presionadas por la situación y temerosas de una responsabilidad por lo ocurrido, las dos administraciones se comprometieron a cumplir con determinadas medidas en los bultos (el 60x40 que ahora se difunde como novedad) así como cerrar un número concreto de porteadores que podían estar dentro del polígono. El por aquel entonces jefe superior del CNP, José Luis Torres, lo cifró en 2.500. Ese era el número de personas que la Policía consideraba que podía controlar en las naves. Más de eso suponía poner en riesgo la integridad de todos: porteadores y policías. ¿Se cumplió aquello? Así fue durante años, organizando un control desde la propia frontera: cuando el polígono había llegado a ese número, se prohibía la entrada de más ciudadanos prestos a portear. La Policía de aquel entonces no tuvo problemas, como tampoco la Delegación del Gobierno a la hora de poder controlar esta situación, coordinando sus esfuerzos con Marruecos. El protocolo fue firmado por las dos administraciones, las mismas que ahora dicen no saber cuántas personas puede soportar el polígono o necesitan cerrar un paso después de tenerlo solo cuatro días abierto tras una espera de tres años para inaugurarlo. Pero la situación es más grave. No solo se incumple lo pactado, o se vende como novedad lo que ya se apalabró, sino que se ha dado la orden de abrir un paso cuando no se disponía de los recursos suficientes: sin los espacios de descanso y contención de porteadores creados y dejando que las consignas funcionaran a destajo, sacando mercancía que llevaba acumulada incluso dos años. El monstruo del ‘Tarajal II’ se ha comido a unas administraciones que tienen a un equipo de más de treintena personas trabajando para que esto funcionara, pero que no han podido hacer frente a una realidad superada pero que debía ser suficientemente conocida.
A la hilera de incumplimientos se ha sumado el caos, escenificado como nunca en la imagen de la escalera de la muerte tomada por los porteadores. Un claro ejemplo del descontrol nacido en el Tarajal que ahora se quiere analizar en una semana. El cierre del paso se ha adoptado además a espaldas y sin conocimiento de quienes son también actores interesados: los propios empresarios, a los que no se les ha reunido previamente para informarles de que mañana el único paso de salida de mercancía dejará de funcionar.