Al ser preguntado si creía que el destino estaba escrito, pensé y obtuve una certeza: está escrito que debemos partir, cual alma o nave en astillero, y en todo caso, la llegada al puerto de la felicidad. Ahora bien, los condicionantes son tozudos y a cada paso hemos de decidir o fondear. De tal manera, que si somos diestros sentiremos la cercanía del contento; y si erramos, andaremos perdidos por los campos del Señor. A este margen de error lo llamamos falibilidad (la naturaleza humana es así).
Con esta perspectiva he afrontado el proceso de elaboración del Plan Estratégico de la Confederación Salud Mental España. Todo un reto, pues de su acierto depende nuestro porvenir como garantes de la dignidad, los derechos, y la calidad de vida de las personas con problemas de salud mental y la de sus familias. No es poco.
Han sido tres o cuatro idas y venidas por Madrid, y en esta última, sobre cómo vamos a socializarlo, me propusieron para introducir una de las líneas; la que tiene que ver con la gobernanza.
No es un secreto que uno de nuestros objetivos es que las personas con experiencia propia en salud mental vayamos cogiendo confianza y vayamos ganando espacios dentro de la vida asociativa. Y ya no solo en los órganos consultivos, como son los comités, sino en los propios órganos de gobierno.
No es bueno considerarse en exceso, y tampoco lo es hacerlo en defecto, así que hay que concluir que dentro de la organización se tiene en gran valía mi trayectoria participativa.
Doce o trece años han pasado desde que inauguré el taller de narrativa con los usuarios de Acefep, y ocho o nueve desde que desando el camino de Madrid, idealizando el sistema de la salud mental (sobre todo para que no haya sufrimiento innecesario y sí un abanico de oportunidades).
El caso es que el razonamiento lo tuve claro: la aventura del empoderamiento, es la aventura del conocimiento. En la medida de que los usuarios aceptemos el reto que suponen el compromiso, la responsabilidad y la capacitación, el futuro nos abrirá sus puertas. Tenemos que aprender a sobrevivir y a proyectar nuestra legitimidad en una sociedad cada vez más exigente.
Yo, por mi parte, me dejaré el aliento para que Acefep siga cumpliendo su misión en esta mi ciudad, así pasen los años. Y si por Madrid necesitan de mi talento, pues para eso tengo veintidós días de vacaciones.