El ansiado plan de poner fin al caos de la frontera se antoja complicado. Lo vivido este lunes fue un auténtico infierno, con intentos de avalancha continuados en ese reto que tienen los porteadores por sacar el bulto chino al otro lado. Delegación se ha comprometido a evitar las avalanchas, incluso dio fechas.
Quizá pecaron de ilusos porque lo que se ha transformado en una costumbre y la atracción del bulto chino se han convertido en un auténtico muro difícil de derribar. Dieron plazos, pero estos son una quimera cuando se ha montado un auténtico infierno y situación caótica en el entorno de una frontera que arroja imágenes indignas.
Los GRS han sido llamados a controlar la situación, habrá que preguntarse en qué estado se puede mantener la vigilancia de áreas sensibles cuando se utilizan estos destacamentos, en solitario, en la frontera.
Escenas como las vividas ayer deben provocar, de inmediato, una nueva reorganización en materia de seguridad para evitar que los que quieren provocar avalanchas terminen consiguiéndolo o se desencadenen situaciones imposibles de controlar, con altercados a los que no puedan llegar siquiera los GRS como sucedió la semana pasada.
La lectura de lo sucedido ayer obliga a un cambio en la manera de orquestar el control en la zona. Hay buenas intenciones, hay ganas de cambiar el modo de funcionar, pero deben efectuarse acciones de inmediato.